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Mi hermano Lenin desapareció en la T4 de Barajas y he viajado 10.000 km para encontrarlo
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Aterrizó el 2 de noviembre

Mi hermano Lenin desapareció en la T4 de Barajas y he viajado 10.000 km para encontrarlo

Evin Rubio ha venido desde México hasta Madrid para encontrar a su hermano desaparecido, tras leer una noticia de El Confidencial. Su búsqueda por la capital de España aún no ha dado frutos, pero él no pierde la esperanza

Foto:  Evin Antonio Rubio, en la T-4 de Madrid, sujetando una imagen de su hermano en el mismo sitio. (C. B.)
Evin Antonio Rubio, en la T-4 de Madrid, sujetando una imagen de su hermano en el mismo sitio. (C. B.)

El viaje iba a ser largo y no sabía cuándo podría volver a casa, pero Evin apenas metió tres mudas de ropa en su mochila. Tenía que cruzar tres países en autobús, desde la frontera de Estados Unidos hasta Honduras, y atravesar por primera vez en su vida el océano Atlántico. Un total de más de 10.000 kilómetros y 50 horas en tres tipos de transporte distintos. Evin, sin embargo, confiaba en cumplir con su misión rápido. Incluso en el mismo aeropuerto de llegada.

Aterrizó en Madrid el 2 de noviembre a las 4:00 de la mañana y, cuando pasó el control de pasaportes en la terminal 1, cogió el autobús y se fue a la T4. La recorrió de pared a pared dos veces, pidiendo ayuda a los somnolientos guardias de seguridad y despertando a las personas sin techo que dormían en las esquinas de la terminal. "¿Has visto a este hombre?", les preguntaba, enseñando una foto impresa que sacaba de su bolsillo.

El hombre al que se refería es su hermano Lenin Antonio Rubio Castellón, a quien ha venido a rescatar de la calle y del frío. Al ver la foto algunos reconocieron el rostro velludo y desaliñado de Lenin, pero nadie sabía dónde estaba. Cuatro horas después, derrotado, Evin decidió irse a su hotel en el centro de Madrid. Una ola de tristeza y melancolía se apoderó de este hondureño de 37 años: durante todo el viaje había guardado la esperanza de ver a su hermano en la T-4 y llevárselo de vuelta a Honduras. Pero encontrar a Lenin iba a ser mucho más difícil de lo que se había imaginado.

placeholder Lenin Antonio Rubio, fotografiado en la T4 en abril de 2020. (R. M.)
Lenin Antonio Rubio, fotografiado en la T4 en abril de 2020. (R. M.)

"He buscado a mi hermano por todas partes en Madrid y no lo encuentro", afirma apenado este hombre. "He intentado denunciar su desaparición, pero la policía no me deja, me dice que él mismo ha elegido vivir en la calle. Les enseñé los papeles que demuestran que tiene problemas mentales y les dio igual".

Evin lleva más de dos semanas pateando las calles de Madrid. Está convencido de que su hermano sigue en esta ciudad porque le han dado algunas pistas vagas: en el aeropuerto una persona sin hogar le dijo unos días después que lo había visto en la T-4 hacía un mes; otros le han dirigido al pueblo de Barajas y, en los últimos días, un usuario en Facebook aseguró haberlo visto en Villaverde.

Sin embargo, el optimismo de Evin se empieza a resquebrajar. No lo encuentra y el único registro oficial de Lenin lo tiene el Samur Social, que afirma que le atendió en septiembre de 2020, una ventana de más de un año que hace casi imposible encontrarle. Sobre todo cuando Evin solo cuenta con una fotografía de Lenin de hace más de año y medio en la T-4 de Madrid. Una fotografía hecha por El Confidencial.

Un artículo de El Confidencial desata la búsqueda

El 4 de abril de 2020, en el momento más crítico de la pandemia, el periodista Rafael Méndez publicó en El Confidencial un reportaje titulado ‘Volveremos. La T4 es nuestra casa: Barajas echa a 100 sin techo refugiados del Covid’. Lenin, el hermano de Evin, era uno de los protagonistas de la historia, encabezando la imagen del artículo. En él, Lenin aseguraba que había conseguido un billete para volver a Honduras, pero se lo habían robado.

El billete de avión se lo había mandado desde Honduras en octubre de 2019 su hermano Evin, con quien había hablado por teléfono unas semanas antes. Nadie en la familia sabe el verdadero motivo por el cual Lenin no se subió al avión, pero todos apuntan a su enfermedad mental. "Mi tesis es que viajó al aeropuerto pero cuando llegó allí algo le pasó, quizá se le olvidó o se lo robaron. Hay que tener en cuenta que él está enfermo", afirma Evin.

Foto: Lenin Antonio Rubio, uno de los sin hogar, en la vacía T4. (R. M.)

En abril de 2020 una amiga en España les envió el artículo de El Confidencial. Hasta entonces, desde la llamada telefónica en 2019 no habían recibido noticia alguna de Lenin, quien había desaparecido y había empezado a vivir en la calle. No podían viajar a buscar a su hermano porque las fronteras estaban cerradas y no tenían dinero. Pero un año y medio después, tras juntar 2.500 dólares entre toda la familia, la madre decidió que, de sus seis hijos restantes, Evin era el más adecuado para encontrar a su hermano.

Evin y Lenin fueron uña y carne de pequeños: jugaban al fútbol con los mismos amigos y se peleaban por las mismas chicas. Además, Evin había vivido en tres países distintos, había cruzado ilegalmente la frontera de EEUU dos veces y, en una de ellas, vagó seis días solo por los campos de Texas sin agua ni comida. Era un hombre con mundo. "A mí la vida me ha enseñado muchas adversidades y, gracias a Dios, las he superado”, afirma Evin.

"Mi hermano está enfermo, necesita ayuda"

En Reynosa, la ciudad mexicana donde reside con su esposa, Evin empezó a preparar su viaje a Madrid y metió en su mochila unos papeles del hospital hondureño que había tratado a Lenin. "Es paciente en este hospital con diagnóstico F25.0 (Trastorno esquizoafectivo de tipo maníaco)", se puede leer en uno de los documentos, dirigidos a las autoridades migratorias españolas. Nadie en la familia sabe el verdadero motivo por el cual Lenin sufrió un brote tras cumplir los treinta años, porque hasta entonces había vivido una vida "normal".

Los Rubio tuvieron una infancia "muy pobre" pero "como la de muchos hondureños" en un barrio de chabolas de Tegucigalpa, capital del país. Su padre les abandonó de pequeños y se quedaron con su madre y su abuela, que cuidaron a los siete hijos. Lenin, fanático del Olimpia y del Real Madrid, estuvo a punto de ser profesional de fútbol, pero acabó dedicándose a la topografía.

Los caminos de los hermanos se separaron cuando Lenin empezó a trabajar en el ayuntamiento de Tegucigalpa y se involucró en política local, mientras que Evin emigró a EEUU. En 2006 cruzó la frontera y acabó en Tennessee, donde trabajó de limpiador, camarero o mecánico. Seis años después, fue deportado por las autoridades estadounidenses por haber cruzado la frontera de forma ilegal y "no tener los papeles del coche en regla", según Evin.

placeholder Evin preguntando a una mujer sin techo que duerme en el aeropuerto. (C. B.)
Evin preguntando a una mujer sin techo que duerme en el aeropuerto. (C. B.)

Cuando volvió a su casa de Honduras, en 2012, le recibió su hermano Lenin. Él se había casado, había tenido dos hijos y cambiado de trabajo. Pero su vida ya se había empezado a ir lentamente por la borda. Una de sus hijas había fallecido y, pocos meses después, se separó de su mujer. "Un día apareció dando golpes en casa de mi mamá", recuerda Evin. Su madre decidió llevarlo al hospital el 11 de agosto de 2015 y le recetaron un tratamiento farmacológico para relajar los brotes esquizoides.

Cuatro años después, en mayo de 2019, Lenin decidió marcharse de Honduras. Tenía ahorrado 1.200 euros más el billete de avión. "Le dijo a mi madre que quería empezar una nueva vida y mi madre, viéndole tan mal emocionalmente, estaba de acuerdo. Él estaba recuperado, pero no sabíamos que iba a recaer". La historia de Lenin aquí se reconstruye con los retazos que ha ido recopilando Evin, que ha ido preguntando a todos los que han vivido con su hermano. "Estuvo unos meses en Barcelona, con unos primos. Después se volvió a Madrid y, con el dinero que aún tenía, alquiló un cuarto por la zona de Quintana", cuenta. Hasta que empezó a vivir en el aeropuerto de la T4.

"Yo pensé que España me ayudaría"

Una vez aterrizado en Madrid, Evin dedicó los primeros cuatro días a buscar a su hermano en todas las terminales del aeropuerto de Barajas. Al tercer día, tuvo un presentimiento. "Es él", pensó al ver a un hombre durmiendo en una esquina de la T1. Su corazón se le iba a salir por la boca. Cuando le despertó, se dio cuenta de que no era él y le invadió una amarga sensación de impotencia y fracaso.

Evin también ha dedicado otros cuatro días a buscar a su hermano por todo el pueblo de Barajas, sin éxito. Al noveno día decidió publicar la imagen de su hermano en redes sociales. Un hondureño que vivía por Villaverde Bajo le dijo que había visto a alguien muy parecido a él, pero sus pesquisas tampoco obtuvieron resultado. Desesperado, le pagó dinero a un hombre sin techo para que le enseñara los sitios donde suelen acampar en Madrid. Le llevó a Atocha, a Argüelles, a Plaza España. No encontró a su hermano ni consiguió ninguna pista, pero Evin vio tan apurado al hombre cargando con tantas cosas que le regaló su mochila.

Han pasado dos semanas y Evin sigue sin tener pistas sobre su hermano. Reconoce estar contrariado por la poca colaboración policial. "Yo sé que España tiene sus problemas, pero yo he vivido mucho tiempo en EEUU y pensé que sabía cómo funcionaba un país del primer mundo", afirma. "Además, deberían ayudarme más, tan solo quiero llevarme a alguien que vive en la calle".

En el decimoséptimo día, Evin ha vuelto al aeropuerto para probar si hay suerte. A la salida del parking de la T4, en una de las esquinas, una mujer duerme en un pequeño campamento improvisado. Evin alza la voz. "¡Amiga!", le dice. "¿Viste a mi hermano?". Ella se incorpora, le mira y le contesta con la voz ronca. "No, lo siento. No le hemos visto".

placeholder Evin le compró un billete a su hermano Lenin para que volviera a su país natal. Pero nunca se subió al avión. (C. B.)
Evin le compró un billete a su hermano Lenin para que volviera a su país natal. Pero nunca se subió al avión. (C. B.)

Evin, acostumbrado a ciudades más pequeñas, define Madrid como un "monstruo" de millones de habitantes al que es imposible derrotar. Se le han acabado los datos en el móvil, por lo que a veces no tiene Internet y se pierde por las calles. Además, tiene tanto frío que ha tenido que comprarse un abrigo. "Solo me gasté diez euros en una tienda de segunda mano", presume, con la única media sonrisa que se permite esbozar durante toda la conversación.

Cada dos días, habla por teléfono con su madre o con su hermano mayor para darle las malas noticias. Su madre llora mucho, pero él le dice que hay que ser fuertes y tener fe. Aun así, él a veces recae y se deprime pensando que ha venido a Madrid para nada. Duerme poco y se levanta a las 4 de la mañana, ansioso. Apenas come para ahorrar dinero, pese a que ya se ha gastado todo lo que traía con él. Cuando llega el momento de hacer la pregunta incómoda, Evin no se inmuta. "Sí, claro que sé que puede estar muerto", reconoce Evin. "O que se haya suicidado. Pero ¿qué harías tú si fuera tu hermano? Yo necesito una respuesta. Y solo no puedo".

Porque Evin es tozudo. Hasta que no se le acabe su visa de 90 días de turista, este hondureño dice que no piensa volver a su país. Porque volver sin su hermano sería, en sus propias palabras, un fracaso que le dejaría traumatizado.

"Todas las mañanas salgo a las calles de Madrid con el mismo pensamiento", dice Evin en la primera y única vez que se echa a llorar después de más de tres horas de entrevista. "Esta vez va a ser la buena, esta vez me voy a encontrar a Lenin en una calle de Madrid, voy a ir corriendo a abrazarlo y le voy a decir: 'Hermano, te quiero'".

*Si tiene alguna pista sobre el paradero de Lenin Antonio Rubio, puede mandar un correo electrónico a cbarragan@elconfidencial.com para contactar con Evin Rubio

El viaje iba a ser largo y no sabía cuándo podría volver a casa, pero Evin apenas metió tres mudas de ropa en su mochila. Tenía que cruzar tres países en autobús, desde la frontera de Estados Unidos hasta Honduras, y atravesar por primera vez en su vida el océano Atlántico. Un total de más de 10.000 kilómetros y 50 horas en tres tipos de transporte distintos. Evin, sin embargo, confiaba en cumplir con su misión rápido. Incluso en el mismo aeropuerto de llegada.

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