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El mayor sumidero de muertes por covid del mundo está más cerca de lo que crees
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La tragedia de Europa Oriental

El mayor sumidero de muertes por covid del mundo está más cerca de lo que crees

De los 15 países del mundo con más muertes recientes por millón de habitantes, 12 están en Europa del Este, una región que apenas se vio afectada por la primera ola

Foto: Un paciente es tratado en la UCI de un hospital de Budapest. (EFE)
Un paciente es tratado en la UCI de un hospital de Budapest. (EFE)

El 30 de junio de 2020 fue un día cálido y soleado en Praga. A lo largo del emblemático puente Carlos, se instaló una fila de 500 metros de mesas y bancos de madera donde, durante todo el día, miles de personas compartieron comida, bebida, risas y optimismo. A su alrededor, músicos y artistas callejeros impregnaban la atmósfera con un aire de liberación y delirio tras el fin de las restricciones por la pandemia, que hasta ese momento no había causado más de 350 muertes. Lo llamaron Fiesta de Despedida del Coronavirus.

Mientras Europa occidental se contentaba con salir al balcón, contemplaba con pavor cómo se colapsaban sus sistemas sanitarios y empezaba a acumular decenas de miles de muertes, la mayoría de los países de Europa oriental tanteaban de manera intermitente restricciones un tanto laxas (por ejemplo, la República Checa permitía “reuniones de hasta 1.000 personas” el verano pasado) y se mostraban confiados en su capacidad de capear un desastre que seguían por las noticias casi como una serie de ciencia ficción. En Polonia, el primer ministro Morawiecki prometía a sus ciudadanos que nunca verían “escenas dramáticas como las de España, donde los médicos tienen que elegir quién vive y quién muere” por falta de respiradores. Un sentimiento de excepcionalidad, casi de inmunidad, se extendía al este de Berlín. Europa del Este surfeó la primera ola casi indemne, comparada con sus vecinos.

A cifras de la semana pasada, 12 de los 15 países con más nuevas muertes por millón de habitantes del mundo pertenecen a Europa del Este.

Foto: El primer ministro Viktor Orban. (EFE)

Polonia ha venido registrando sucesivos récords en las últimas semanas, rozando las 1.000 víctimas mortales en un solo día e informando de una media de más de 600 fallecimientos y cerca de 20.000 nuevos contagios diarios con algunos picos de 30.000. Ante la escasez de equipamiento y personal, se están trasladando pacientes entre regiones, a veces usando transportes militares. El 24 de marzo se traspasó la barrera psicológica de las 50.000 muertes y tres semanas después, exactamente el 15 de abril se acumularon 60.000.

Por su parte, Hungría es el país que recientemente ha sufrido la mayor tasa de mortalidad del mundo por covid. Pero el primer ministro, Viktor Orbán, en vez de decretar un confinamiento nacional, ha optado por relajar las restricciones y abrir en los próximos días tiendas, hoteles, restaurantes y escuelas. Las aproximadamente 300 víctimas diarias acumulan ya una tasa acumulada de 2.570 muertes por millón de habitantes, muy cerca de la República Checa, que con 2.640 fallecimientos ostenta el primer lugar en Europa de esta macabra lista.

Bosnia (2.539), Montenegro (2.248), Bulgaria (2.169), Eslovenia (1.995), Eslovaquia (2.009) y otros países balcánicos afrontan también una 'tercera ola' desastrosa, con números proporcionalmente peores que nuestro país (1.644) e incluso Italia (1.920) o el Reino Unido (1.866).

Llama la atención que este grupo de países, que por una combinación de factores y una rápida reacción al comienzo de la pandemia consiguieron contener el avance del virus, se encuentren ahora en la peor situación del continente y una de las peores del mundo. ¿Qué ha pasado entre la fiesta de Praga y hoy?

Según los expertos, se trata precisamente de eso: el exceso de confianza y la falta de disciplina social, unidas a las medidas gubernamentales contradictorias (el Gobierno polaco aconsejó el verano pasado quedarse en casa al mismo tiempo que repartía bonos vacacionales a millones de familias para que viajasen) y, por último, al empeño de las administraciones por mantener a flote la economía alternando cierres selectivos con periodos sin restricciones.

La falta de consistencia en las instrucciones de los responsables y los bandazos entre un extremo y otro han alimentado los sentimientos de frustración y desconfianza entre los ciudadanos, y en lo único que parecen estar todos de acuerdo es en que la vacunación rápida y masiva es la única solución posible. Pero en las estrategias para ello hay profundas discrepancias.

Foto: El ex primer ministro eslovaco, Igor Matovic. (Reuters)

En Eslovaquia, el plan del Gobierno para adquirir la vacuna rusa Sputnik-V ha provocado la dimisión de seis ministros. Hungría fue el primer país de la UE en decidirse por el preparado ruso, que ha sido calificado como “un arma de guerra híbrida” por algunos miembros del Ejecutivo eslovaco. Un portavoz de la Administración polaca dijo hace poco que su país estudia “comprar por su cuenta” vacunas chinas si el suministro de la UE es insuficiente o retrasa los planes de vacunación. La carrera por vacunar cuanto antes a cuantos más mejor se ha convertido en una meta que todos los países quieren alcanzar recurriendo a todas las alternativas posibles.

Las exigencias de los gobiernos a sus ciudadanos también han chocado con una a veces violenta oposición. Desde los comerciantes polacos que, simple y llanamente, se declaran insumisos ante las órdenes de cierre y que se han agrupado para hacer frente a problemas legales hasta los disturbios de Belgrado, donde miles de personas levantaron barricadas, bloquearon con sentadas el centro de la ciudad y se enfrentaron a la policía causando docenas de heridos, se puede decir que el descontento de la población se ha ido convirtiendo en un abierto desafío a las autoridades.

placeholder Antidisturbios contienen una protesta contra las medidas en Belgrado, Serbia.
Antidisturbios contienen una protesta contra las medidas en Belgrado, Serbia.

Para aumentar la sensación de caos y falta de control, se han producido episodios como el anuncio del Gobierno polaco —el día local de los inocentes— de que cualquier mayor de 40 años podría inscribirse para ser vacunado. En cuestión de minutos, la web creada para ello se colapsó y el Ejecutivo tuvo que dar marcha atrás en su plan. Al mismo tiempo, las iglesias eran los únicos locales públicos que permanecieron abiertos durante Semana Santa y el Ministerio de Sanidad informaba de 60 veces más casos que en las mismas fechas del año pasado.

Y no es que los gobiernos de estos países hayan dejado pasar el tiempo sin actuar: las compras masivas de respiradores —Hungría adquirió nada menos que 12.000— y de otros equipamientos demuestran la voluntad de anticiparse a lo que está ocurriendo. Pero el verdadero problema a que se enfrentan la mayoría de estos países es la falta de personal sanitario para usarlos. Europa del Este ha exportado durante décadas a millones de trabajadores cualificados que, en el caso particular de los médicos, ahora hacen más falta que nunca. Hace solo un mes que dimitieron más de 5.500 doctores húngaros por una disputa salarial con el Gobierno y Polonia ha hecho un llamamiento a los médicos, primero de Ucrania, después de Bielorrusia y después del resto del mundo, para que se instalen en este país bajo la promesa de condiciones ventajosas.

Por otro lado, el proceso de vacunación en estos países está siendo llevado a cabo de manera eficiente, al menos comparada con la mayor parte de Europa occidental: la propia Hungría, que usa también vacunas chinas, ha conseguido inyectar al menos una dosis a casi el 30% de su población, Eslovaquia a un octavo de la suya y Polonia ha rebasado los ocho millones de dosis administradas. Sin embargo, la distribución de vacunas por parte de la UE no es todo lo rápida y eficaz que demandan los gobiernos y parece claro que, de haber más vacunas disponibles, el proceso se aceleraría.

Foto: Una mujer camina por las calles de la ciudad ucraniana de Svitlodarsk, durante la creciente escalada de violencia en el frente. (Miguel Osés)

Si los países bajo el paraguas de la UE están sufriendo duramente el golpe de la tercera ola, el caso de Ucrania es aún más trágico. Kiev es una ciudad en permanente semiconfinamiento, y los aproximadamente 400 muertos diarios son una tragedia cotidiana que por ahora no tiene un final a la vista. De los 40 millones de ucranianos, solo 250.000 han recibido un pinchazo de la vacuna y prácticamente nadie ha recibido aún su segunda dosis.

Se calcula que este año hay una afluencia turística de menos del 50% del año pasado, cuando la primera ola estaba haciendo estragos y ya había descendido considerablemente el número de visitantes. En Praga, el Puente de Carlos presenta un aspecto inusualmente tranquilo y son casi exclusivamente vecinos quienes lo cruzan. Siguiendo las recomendaciones de seguridad, la mayoría de la gente lleva mascarilla y pocos quieren recordar que hace 10 meses se celebraba la 'despedida del coronavirus'.

El 30 de junio de 2020 fue un día cálido y soleado en Praga. A lo largo del emblemático puente Carlos, se instaló una fila de 500 metros de mesas y bancos de madera donde, durante todo el día, miles de personas compartieron comida, bebida, risas y optimismo. A su alrededor, músicos y artistas callejeros impregnaban la atmósfera con un aire de liberación y delirio tras el fin de las restricciones por la pandemia, que hasta ese momento no había causado más de 350 muertes. Lo llamaron Fiesta de Despedida del Coronavirus.

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