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Bomba de relojería electoral: y ahora, ¿quién decide el próximo presidente de EEUU?
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Bomba de relojería electoral: y ahora, ¿quién decide el próximo presidente de EEUU?

Los escenarios más complejos de la elección estadounidense se abren paso con un cóctel de incertidumbre política y legal que podría llegar a extenderse en las calles

Foto: Ilustración: Laura Martín
Ilustración: Laura Martín
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Un resultado incierto, un puñado de estados muy reñidos, un conteo lento y un presidente que desde ya avisa que solo aceptará una victoria como respuesta. La jornada electoral en Estados Unidos ha dejado todos los ingredientes para un cóctel fatal de incertidumbre política y legal que, de prolongarse en el tiempo, amenaza con trasladarse a las calles. Los escenarios son complejos y variados. La pregunta, una sola: ¿quién va a decidir al próximo presidente?

Las cosas están así: Donald Trump ha seguido una senda similar a la que recorrió en su inesperada victoria de 2016. Aseguró Texas, revalidó Florida, Ohio y Iowa, pero se ha quedado frenado en seco en el Cinturón de Óxido. La combinación de Pensilvania, Wisconsin y Michigan volverá a entregar las llaves de la Casa Blanca. El presidente tiene ventaja en el primero, el que otorga más votos electorales, y la ventaja de Biden es de apenas unos miles en los otros dos, pero se augura un desenlace a foto-finish. Por último, el republicano también lidera Carolina del Norte y Georgia con la mayoría del voto escrutado, pero las cifras dicen que carrera sigue abierta. Cualquier tropiezo podría ser fatal.

Por su parte, hasta el momento Joe Biden tan solo ha logrado arrebatarle Arizona a los republicanos. Pero no ha tenido ningún otro golpe de efecto. Ni siquiera se ha asegurado Nevada, cuyas cifras preliminares están más competidas de lo que se esperaba. Y los sondeos parecen haber inflado, de nuevo, las expectativas de los demócratas.

En circunstancias normales, habría que esperar a que finalizara el conteo de votos y, en caso de resultados muy ajustados, un posible recuento. Pero en Estados Unidos de 2020 hay muchas circunstancias y poca normalidad. Estos son algunos de los escenarios que plantean estas incertidumbres.

Los ‘Dueling electors’

En su primera intervención, Trump ya ha dejado clara cuál va a ser su estrategia. Desafiar los resultados que no le convengan. El mandatario ha vuelto a denunciar -sin pruebas- un “fraude” en el voto por correo en el que los demócratas tienen depositadas sus esperanzas para darle la vuelta a la elección. Incluso ha amenazado con pedir a la Corte Suprema -de mayoría conservadora- que paralice el conteo de votos en un momento en el que estaba liderando todos los estados en disputa.

Su narrativa es que él ya ha ganado y, para mantener la integridad de la elección, los sufragios que están entrando en esta fase no deberían contar -pese a que todavía hay varios millones de votos pendientes en los estados clave-.

Esto sienta las bases para un potencial conflicto de 'dueling electors' (o electores en duelo). Este fenómeno sucede cuando estados con gobernadores y cámaras legislativas de signo político diferente acaban proclamando cada uno de ellos un ganador diferente en el estado. Esta circunstancia se da precisamente en Michigan, Pensilvania, Wisconsin y Carolina del Norte, que tienen gobernadores demócratas y cámaras republicanas.

¿Imposible? No. De hecho, hay un precedente. En 1876, tres estados presentaron ‘electores en duelo’, generando un bloqueo que no se resolvió hasta pocos antes del arranque del mandato. El desacuerdo se resolvió después de que el republicano Republican Rutherford B. Hayes se convirtiera en presidente a cambio de retirar las tropas que quedaron en los estados sureños tras la Guerra Civil.

Algunos expertos temen que, ante este escenario, la Casa Blanca decida presionar a los legislativos controlados por republicanos para que certifiquen los resultados iniciales de la votación, dejando fuera el grueso del voto por correo, que en teoría favorece a los demócratas.

Los gobernadores demócratas de esos estados podrían, a su vez, esperar el resultado definitivo para respaldar al candidato demócrata -si efectivamente el voto anticipado termina borrando la ventaja republicana-.

Así que cada una de las partes podría acabar enviando su propia delegación de electores al Colegio Electoral, que es la instancia donde los representantes asignados a cada estado votan por el presidente el 14 de diciembre (que necesita 270 votos para ganar). ¿Quién llevaría la razón?

Un Congreso híperpolarizado

El Congreso sería entonces el encargado de resolver la disputa. Si ambas cámaras reconocen al mismo grupo de electores, ahí acabaría con la discusión. Pero el Senado y la Cámara de Representantes podrían volver a caer bajo control de distintos partidos, como es el caso actual. Y con la híperpolarización de la política estadounidense en la era Trump hay nulas posibilidades de acuerdo. Aquí entraríamos en territorio desconocido y los expertos están divididos.

Algunos consideran que la ambigua Acta de Conteo Electoral parece favorecer a los electores designados por el gobernador. Otros, basándose en el Servicio de Investigación del Congreso, han rechazado esa conclusión. Aquí tampoco está claro quién tendría la potestad de dirimir la disputa, si el vicepresidente Mike Pence en su calidad del presidente del Senado, o la demócrata Nancy Pelosi, actual jefa de la cámara baja.

(Otro escenario donde el Congreso podrían ser decisivo es en el todavía factible, aunque muy improbable, caso de empate. En este caso, aunque la decisión recae en la Cámara de Representantes -de mayoría demócrata- la votación se haría con un mismo voto por cada delegación estatal, lo que favorecería a los republicanos, que se han hecho con más estados.)

Pero si el desacuerdo persiste, la Corte Suprema sería la encargada de interpretar el Acta de Conteo Electoral para resolver el 'impasse'. No es la única vía en la que el presidente podría acabar siendo electo en la máxima corte nacional.

Recuentos y desesperación

Si, como parece, algunos estados entran en una carrera cabeza a cabeza por la victoria, la parte perdedora podría pedir un recuento o desafiar los resultados en los tribunales. Esto sería el inicio de una incierta y desesperada batalla legal que, con toda seguridad, acabaría en manos de los jueces del supremo como ya sucedió en 2000, cuando el alto tribunal falló en favor de George W. Bush frente a Al Gore y rechazó la lista de electores presentada por el gobernador, que daba a Al Gore como ganador, frente al recuento que daba ganador a Bush.

Los recuentos, además, no obedecen a un mecanismo único. Las elecciones estadounidenses están en manos de autoridades locales que trabajan bajo leyes y regulaciones federales, estatales y locales al amparo de los dictámenes de la Constitución. Es un proceso muy descentralizado y diverso. La mitad de los estados encargan la celebración de los comicios a la secretaría de estado, mientras que en otro, se nombra a una persona o comisión para certificar y reportar los votos del estado.

Quién organiza y nombra a los encargados de contar los votos será también objeto de polémica, especialmente después de que el propio Trump tuiteara indignado por el "mágico" cambio de color de los votos en varios estados clave. "Anoche yo iba en cabeza, a menudo muy sólidamente, en varios estados clave, la mayoría de ellos controlados y gobernados por demócratas. Entonces, uno tras otro, empezaron mágicamente a desaparecer conforme papeletas sorpresa se iban contando. MUY RARO", ha tuiteado la mañana del 4 de noviembre.

Con ese mensaje, Trump abre una nueva vía en sus acusaciones -sin pruebas- de "fraude" electoral: que los estados gobernados por demócratas (como es el caso de Michigan, Wisconsin y Pensilvania), viendo que Trump se adelantaba en la primera fase del recuento de votos, estarían interfiriendo de alguna manera en el recuento. Cuando lo cierto es que, según las propias leyes de estos estados -aprobadas por unas cámaras legislativas controladas por los republicanos- el retraso en el conteo de los votos por correo se produce por no haber podido empezarlo días antes, como sí han hecho otros estados como Florida o Texas. "[El bloque del recuento adelantado por parte de las cámaras legislativas republicanas] Es parte de una estrategia republicana para forzar las cosas hacia el litigio", apunta Rachel Kleinfeld, investigadora sénior del Centro Carnegie.

En alguno de los estados pendientes, el inédito volumen de voto por correo podría demorar el resultado durante días -o incluso semanas- generando un período de angustia electoral en un país con los nervios ideológicos a flor de piel. Este es el caso de Pensilvania, donde parece que se decidirá finalmente esta elección.

El equipo de campaña de Trump ya ha mandado varios correos para poder movilizar a sus partidarios en caso de polémica y el propio presidente, con los resultados más preliminares, ya estaba llamando por tuit a sus seguidores para “no dejarse robar” la elección. Esto podría activar a los variados grupos paramilitares de supremacistas blancos a los que Trump había pedido estar atentos a la elección.

Por su parte, aunque Biden ha pedido prudencia y calma, al fin y al cabo también se ha declarado virtual ganador. Esto podría dar motivos a los grupos radicales -vinculados a los grupos de ultraizquierda Antifa o al movimiento de protesta racial Black Lives Matter- para movilizarse si creen que los republicanos están usurpando el poder.

Un resultado incierto, un puñado de estados muy reñidos, un conteo lento y un presidente que desde ya avisa que solo aceptará una victoria como respuesta. La jornada electoral en Estados Unidos ha dejado todos los ingredientes para un cóctel fatal de incertidumbre política y legal que, de prolongarse en el tiempo, amenaza con trasladarse a las calles. Los escenarios son complejos y variados. La pregunta, una sola: ¿quién va a decidir al próximo presidente?

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