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De "la simple gripe" a dar positivo: el irónico viaje de Donald Trump con el coronavirus
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Los vaivenes del presidente Trump

De "la simple gripe" a dar positivo: el irónico viaje de Donald Trump con el coronavirus

Trump ha acabado sucumbiendo a los efectos del virus que tanto desestimó. Su condición es "buena", según la Casa Blanca, pero el efecto de su positivo sobre la campaña es impredecible

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, junto a su esposa Melania. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump, junto a su esposa Melania. (Reuters)
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La jerga política estadounidense acuñó el término 'October surprise' (la sorpresa de octubre) para definitir ese evento imprevisto que marca en el último momento las elecciones presidenciales que se celebran cada cuatro años en noviembre. La investigación de los emails de Hillary Clinton, el audio filtrado de Mitt Romney o la paz en Vietnam de Nixon. A un mes de la noche electoral, Donald Trump, uno de los líderes mundiales más escépticos con la pandemia con su proverbial "es una simple gripe", ha dado positivo en coronavirus. Por el momento, se desconocen los detalles más allá de que la Casa Blanca ha dicho que está "bien", aunque varios medios estadounidenses reportan que presenta "síntomas suaves". Pero el efecto en la campaña de un 'paciente en jefe' es impredecible.

Acosado por las críticas a tardía reacción y su caótica gestión de la crisis sanitaria en año electoral, Trump ha tratado de polarizar al máximo el debate público. Desde el púlpito presidencial, ha ido desgranando acusaciones contra China, teorías de la conspiración y curas milagrosas no avaladas por la comunidad científica -como la hidrocloroxiquina. Durante meses, minimizó el alcance de la pandemia, contradijo sus expertos médicos como Anthony Fauci y alentó a los estados a una rápida reapertura para reactivar la vapuleada economía de EEUU, su mejor baza electoral. Su discurso ha sido meandroso, salpicado de ocasionales y esporádicos reconocimientos públicos de la peligrosidad del virus. Sin embargo, este mismo lunes aseguraba en rueda de prensa que la epidemia "estaba a punto de empezar a superarse".

Cinco días después, el presidente y su esposa Melania han dado positivo por coronavirus, según ha anunciado él mismo en un tuit, y permanece en aislamiento. El positivo de Donald Trump se anuncia pocas horas después de conocerse que una de sus más cercanas asesoras, Hope Hicks, había contraído la enfermedad. El vicepresidente Mike Pence ha dado negativo.

Foto: Foto: Reuters

El positivo de Trump añade un brusco giro más en el irónico viaje dialéctico del mandatario desde el pasado enero. Poco después de registrarse los primeros casos en China, Trump recibió varias llamadas del presidente Xi Jinping para advertirle de la gravedad del coronavirus. En aquel entonces, el brote original había forzado el cierre de Wuhan (22 de enero), mientras que EEUU apenas registraba un puñado de casos -al fin y al cabo, nadie estaba buscando a los enfermos-. Pero la advertencia de sus asesores fue clara: será la peor crisis a la que te enfrentarás en este mandato.

Pero toda esta información apenas salió a la luz el mes pasado en el libro de Bob Woodward 'Rage' ('Rabia'), ante el que Trump reconocía que el virus era "más mortal que la gripe severa". Mientras, frente a las cámaras y micrófonos, en su Twitter y en sus discursos a la nación, el mandatario afirmaba que el virus estaba "a un nivel bajo. Podríamos estar con solo una o dos personas [contagiadas] dentro de poco". Una "simple gripe" que "pronto desaparecería" con la llegada del calor.

"Lo tenemos totalmente bajo control. Es solo una persona que viene de China y lo tenemos bajo control. Todo va a salir bien"; "Estamos yendo [en la curva de contagios] sustancialmente hacia abajo, no para arriba... Lo tenemos super bien controlado. Me refiero, hemos hecho ciertamente un muy buen trabajo"; "Esto es una gripe. Como una gripe... Es un poco como una simple gripe para la que tenemos inyecciones"; "Desaparecerá. Un día -es como un milagro- desaparecerá".

Durante enero, febrero y los primeros días de marzo, sus declaraciones públicas sobre el coronavirus fueron siempre de este estilo. Su intención era, afirma, rebajar el peligro para evitar el pánico. Mientras tanto, la sociedad estadounidense no sabía cómo encajar las imágenes que empezaban a propagarse desde la lejana China, a Europa y, poco después, la debacle de Nueva York.

En marzo, primera admisión

No fue hasta marzo que el presidente admitió públicamente la peligrosidad del virus para EEUU, cuando compareció en un discurso a la nación y anunció la cancelación de la mayoría de los vuelos a y desde Europa. El 13 de marzo, declaró la emergencia nacional: "Dos palabras mayores". En un sobrio discurso desde el despacho oval, Trump presentó un paquete de medidas de emergencia. “

El virus no tendrá ninguna oportunidad contra nosotros”, dijo mirando fijamente el teleprónter. Trump insistió en que el riesgo de este “virus extranjero” que “comenzó en China y se expandió por el mundo” es muy bajo para la mayoría. “Ninguna nación está más preparada ni es más resistente. Estamos todos juntos en esto. Debemos dejar fuera la política, parar el partidismo y unirnos como una nación y una familia”, aseguró. Sin embargo no fue así, y la politización y polarización de la pandemia han dominado estos meses prelectorales.

Mientras subían los casos, las ruedas de prensa diarias sobre el coronavirus empezaron a convertirse en una suerte de esperpento. El experto sanitario del gobierno, Anthony Fauci, presentaba las cifras, cada vez más severas, y las medidas tomadas. Minutos después, Trump intervenía con alguna declaración estrambótica que llenaba los titulares de la prensa estadounidense. Según se ha podido saber, la propia administración Trump ha acabado apartando al incómodo Fauci de los focos mediáticos ante sus predicciones del virus.

Foto: El presidente Donald Trump junto a Scott Atlas. (Reuters)

Esos choques con Fauci y otros expertos sanitarios se han dado en prácticamente todas las esferas del virus, desde los test a los respiradores (cuando el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, solicitó miles de respiradores para hacer frente al desbordamiento de sus hospitales, Trump se sorprendió en público de que necesitaran "tantos"), pasando por su puesto por los tratamientos contra el covid-19.

Trump ha sido uno de los defensores de la hidrocloroxiquina, un tratamiento contra la malaria que no se ha demostrado eficaz contra el covid-19, pero que Trump ha traído a la palestra en multitud de ocasiones. "Creo que es bueno. He oído muchas historias positivas al respecto. Y si no es bueno, ya os lo diré. Mal no me va a hacer".

De hecho, Trump llegó a afirmar (un extremo que no ha sido probado) que se estaba automedicando preventivamente con este fármaco. Con 74 años, obesidad y colesterol alto (aunque ni fuma ni bebe), Trump es población de especial riesgo para el covid-19. Mucho más joven, con 56 años, Boris Johnson tuvo que ser ingresado en cuidados intensivos ante la gravedad de la enfermedad. El médico de Trump ha afirmado que el mandatario se encuentra "bien", pero no ha detallado si presenta síntomas. Varios medios estadounidenses, citando a oficiales de la Casa Blanca, afirman que Trump presenta "síntomas suaves", y el NYT apunta a que durante el día anterior se mostró "apático".

Lejía y alabanzas

Quizá una de las declaraciones más memorables fue cuando propuso, en rueda de prensa en directo, aplicar algún tipo de desinfectante o lejía dentro del cuerpo para matar al virus, ya que parecía útil este método sobre superficies. “Lo que veo es que el desinfectante, que mata (al virus) en un minuto, ¡en un minuto! Igual hay una manera de hacer algo así inyectándolo en el interior, casi como una limpieza”. Tras ese episodio, sus propios asesores pidieron a Trump que limitara sus comparecencias. El 27 de marzo, canceló las ruedas de prensa diarias sobre el covid.

Paralelamente, Trump ha alabado su gestión en repetidas ocasiones, afirmando que "reaccionaron rápido" con el cierre de fronteras, congratulándose por las medidas para aumentar los test -más tarde, ha insistido en que los test no son necesarios y que habría que testear menos para que dejaran de subir los casos- o inflando los éxitos de los estímulos económicos aprobados.

"Siempre he tratado el virus chino muy seriamente, y hemos hecho un muy buen trabajo desde el principio". El 27 de marzo, cuando EEUU registraba ya 80.735 casos y más de un millar de muertos, Trump se jactaba de sus esfuerzos: "Nadie ha hecho nada como nosotros hemos podido hacer. Y todo lo que asumí [la presidencia, en referencia al tiempo de Obama] fue un desastre. Era un país destrozado en muchos sentidos". Según un análisis publicado por el New York Times a finales de abril, las auto alabanzas s son, de lejos, el mayor tema de sus declaraciones públicas sobre el coronavirus. Cuando la pasada semana EEUU se convirtió en el primer país en superar los 200.000 muertos con covid-19, Trump lamentó la cifra, pero señaló que estarían cerca de los 2,5 millones si su gobierno "no lo hubiera hecho propiamente y bien".

Foto: Coronavirus en Miami. (EFE)

Pese a que pronto Estados Unidos se convirtió en el principal foco del coronavirus en el mundo, el propio Trump ha acusado repetidamente a los Demócratas, y a los medios de comunicación, de "inflamar la crisis". Lo cierto es que, mientras en el país subía la curva de muertos e infectados, las UCI de varios estados colapsaban y llegaban imágenes terribles de Nueva York, donde incluso las funerarias se vieron desbordadas, las encuestas empezaban a bajar para Trump. Cuando se habla del virus y su gestión, los sondeos aúpan al candidato demócrata Joe Biden. Cuando se habla de la inseguridad en las calles por las protestas raciales, Trump se encuentra en su elemento.

Siendo la economía una de sus principales bazas para la reelección, el duro golpe que han supuesto los confinamientos ordenados en varios estados de EEUU ha sido especialmente negativo para sus proyecciones. Resultaba vital, entonces, minimizar el virus y forzar a los estados a reabrir rápidamente sus economías. La tensión ha sido especialmente dura en los estados con gobernadores demócratas, a quienes Trump ha presionado tanto para levantar las limitaciones como para, por ejemplo, abrir escuelas.

La guerra de las mascarillas

Han resultado habituales los vaivenes de Trump durante la crisis, desacreditando en muchas ocasiones a sus propios expertos médicos, pero pocos como los que ha tenido con el uso de las mascarillas. "Con las mascarillas, va a ser realmente una cosa voluntaria. Lo puedes hacer, no tienes por qué hacerlo. Yo elijo no hacerlo, pero algunas personas pueden querer hacerlo y esto está bien. Cuando saludo presidentes, primer ministros, dictadores, reyes, reinas... No veo la mascarilla algo para mí, simplemente no lo veo", declaró el 3 de abril, el mismo día que sus expertos médicos pedían a la población estadounidense que las usaran para intentar controlar la expansión del virus.

No se vio al presidente con mascarilla hasta el 12 de julio, bien entrada la pandemia, a pesar de que las autoridades sanitarias las recomendaban desde el 3 de abril. Este pequeño pedazo de tela, se ha convertido en una arista más del politizado y polarizado debate estadounidense. A la hora de usar o no mascarilla, la ideología parece determinante. Una encuesta de Gallup refleja que la inmensa mayoría de los demócratas, el 94%, usa mascarilla "muy a menudo" o "en todo momento" cuando salen de casa. Entre los republicanos, la proporción cae a menos de la mitad: el 46%. Y las burlas de Trump no ayudan.

placeholder El presidente Trump, en la primera imagen con mascarilla. (Reuters)
El presidente Trump, en la primera imagen con mascarilla. (Reuters)

"Creo que las mascarillas están 'ok'. Me pongo una cuando es necesario. Yo no llevo mascarillas como él. Cada vez que lo ves, lleva una mascarilla. Puede estar hablando a 200 pies (unos 60 metros) y aparece con la mayor mascarilla que haya visto jamás", dijo el presidente hace menos de 72 horas en el primer bronco debate electoral contra su rival demócrata. Pocas horas antes, había hecho más comentarios jocosos al respecto: "¿Por qué demonios gastó todo ese dinero en cirugía plástica si iba a cubrirla?".

La imagen de los invitados de Trump, sin mascarilla, mientras los de Biden la llevaban religiosamente durante el debate, es un ejemplo claro de la actitud del presidente con la mascarilla en campaña. De hecho, durante los últimos meses y ante el pistoletazo de la recta final de la campaña electoral, el propio Trump ha violado repetidamente las recomendaciones de distanciamiento social en sus multitudinarios mítines.

Está por ver cómo afectará a la campaña, y a las elecciones, el positivo por coronavirus de Trump. Está claro que es un obús que ha impactado contra la campaña electoral y el espíritu de los estadounidenses. El contagio son malas noticias para Trump, que ve cómo el virus ha llegado incluso hasta lo más profundo de la Casa Blanca.

La jerga política estadounidense acuñó el término 'October surprise' (la sorpresa de octubre) para definitir ese evento imprevisto que marca en el último momento las elecciones presidenciales que se celebran cada cuatro años en noviembre. La investigación de los emails de Hillary Clinton, el audio filtrado de Mitt Romney o la paz en Vietnam de Nixon. A un mes de la noche electoral, Donald Trump, uno de los líderes mundiales más escépticos con la pandemia con su proverbial "es una simple gripe", ha dado positivo en coronavirus. Por el momento, se desconocen los detalles más allá de que la Casa Blanca ha dicho que está "bien", aunque varios medios estadounidenses reportan que presenta "síntomas suaves". Pero el efecto en la campaña de un 'paciente en jefe' es impredecible.

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