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Proyecto Huemul, la isla secreta en la que Argentina intentó fabricar un sol artificial
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RONALD RICHTER FUE EL PRINCIPAL RESPONSABLE

Proyecto Huemul, la isla secreta en la que Argentina intentó fabricar un sol artificial

Una apartada isla, oculta a los ojos de medio mundo, guardó en su interior un secreto durante varios años: la misión de crear una fuente de energía inagotable en su interior

Foto: Proyecto Huemul: la isla secreta (en el centro de la imagen) en la que Argentina intentó fabricar un sol artificial. (Gonce/Wikipedia)
Proyecto Huemul: la isla secreta (en el centro de la imagen) en la que Argentina intentó fabricar un sol artificial. (Gonce/Wikipedia)

¿Se imaginan que existiera una isla secreta en la que científicos nazis hubieran tratado de desarrollar un proyecto nuclear con el que convertir a una nación en toda potencia mundial? Sin duda, parece el argumento de una novela, pero nada más lejos: una vez más, la realidad fue capaz de superar a la ficción. Sucedió en 1947, fecha en la que uno de los grandes ingenieros de la Alemania nazi dio el primer paso para convertir un paraíso argentino en un centro de pruebas atómicas.

Todo comenzó en 1947. Poco después de acabar la II Guerra Mundial, muchos ingenieros alemanes -que no fueron castigados por su relación con el nazismo- quedaron en un vacío: sin posibilidad de trabajar en su país, comenzaron a buscar otras salidas, en muchos casos en dirección a Sudamérica. Así es como Kurt Tank, vicepresidente de la Academia Alemana de Investigación Aeronáutica y jefe de la sección de Aviones de Caza Nocturnos durante la II GM emigró a Argentina.

Foto: Así es Hashima, la isla fantasma de Japón: una ciudad sin vida en mitad del Pacífico. (CC/Wikimedia Commons)

Tank comenzó a trabajar en la creación de aviones para Argentina, consiguiendo en los primeros meses grandes avances -llegó incluso a crear el Pulqui II, uno de los primeros aviones a reacción del país-. Tanto, que el gobierno de Perón pronto contactó con él para tratar de ampliar su campo de acción: tras un par de reuniones, un nombre se puso sobre la mesa. Se trataba de Ronald Richter, un ingeniero austriaco que prometía convertir al país sudamericano en una potencia.

Su idea era ambiciosa, pero asegura que era más que plausible: hacer de Argentina el primer país donde existiera la fusión nuclear controlada. O, dicho de otro modo, conseguir una fuente de energía prácticamente inagotable que permitiría al país no depender de terceros en ese aspecto. Richter aseguraba que podría ser capaz de crear 'varios soles en la Tierra', algo a lo que Argentina dio luz verde en 1949, momento en el que se puso en marcha la iniciativa.

El lugar elegido para llevarlo a cabo fue la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi (Río Negro). Era un lugar perfecto: con aire limpio para los aparatos, abundante agua como fuente energética y, sobre todo, aislado del mundo, lo que permitiría a Richter trabajar sin que nadie supiera cuál era su verdadero objetivo. En sus primeros meses, el ingeniero llevó a cabo todo tipo de experimentos, además de construir grandes estructuras... pero solo tres años después surgieron las primeras dudas.

Era 1952 y los resultados no terminaban de llegar: las pocas respuestas obtenidas generaron suspicacias, que se vieron notablemente incrementadas las constantes indecisiones de Richter. Construía grandes estructuras que, a las pocas semanas, eran demolidas por completo para levantar otras diferentes y, así, de manera habitual. Eso llevó a Argentina a crear su Comisión Nacinal de Energía Atómica, con el fin de monitorizar lo que estaba pasando con el 'proyecto Huemul'.

placeholder Ronald Richter, trabajando en el Proyecto Huemul. (CC/Wikimedia Commons)
Ronald Richter, trabajando en el Proyecto Huemul. (CC/Wikimedia Commons)

Solo tardaron unos meses en confirmar que los postulados de Richter no eran válidos y que, a través de sus teorías y construcciones, era imposible crear ningún sistema que generara fusión nuclear controlada. La estrategia era inviable y no había ninguna prueba que confirmara que los trabajos de Richter fueran a tener frutos, lo que provocó que Argentina tomara la decisión de dar por acabado el proyecto, al considerarlo un fraude, un burdo engaño.

Ritcher fallecería en 1991 sin haber conseguido el objetivo que se había propuesto, conseguir artificialmente algo parecido al sol, duradero y que ofrecería una cantidad inagotable de energía. Pero el proyecto no solo nunca tuvo resultados, sino que se demostró que no tenía base científica para conseguirlo. Una isla secreta para el mundo en el que se llevaron a cabo una serie de proyectos nucleares cuyos resultados fueron más que dudosos.

¿Se imaginan que existiera una isla secreta en la que científicos nazis hubieran tratado de desarrollar un proyecto nuclear con el que convertir a una nación en toda potencia mundial? Sin duda, parece el argumento de una novela, pero nada más lejos: una vez más, la realidad fue capaz de superar a la ficción. Sucedió en 1947, fecha en la que uno de los grandes ingenieros de la Alemania nazi dio el primer paso para convertir un paraíso argentino en un centro de pruebas atómicas.

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