¿Has ido al Gran Cañón en el siglo XXI? Has estado en contacto con radiación sin saberlo
Unos extraños cubos almacenados durante más de 18 años en un cuarto han provocado que las autoridades hayan tenido que revisar uno de los lugares más turísticos del mundo
Todo comenzó en marzo del pasado 2018. El hijo adolescente de uno de los empleados del parque del Gran Cañón (Arizona, Estados Unidos) decidió acudir al lugar de trabajo de su padre con un pequeño contador Geiger que le acababan de regalar por su cumpleaños. Lo que nadie podía esperar es que al acceder al edificio del museo, los niveles de radiación que iba a mostrar el aparato se iban a disparar. ¿Error o estaba ocurriendo algo extraño?
Tras realizar un par de pasadas con el medidor por la turística atracción, solo se disparaba en el mismo punto, algo que llevó al padre del menor a avisar a sus superiores. Cuando comenzaron a investigar la causa que provocaba esta situación, se quedaron sorprendidos: en un almacén con poco uso había tres cubos de 19 litros llenos de material radioactivo. Uno de ellos estaba tan lleno que la tapa ni tan siquiera cerraba sobre su soporte.
Poco después, Elston Stephenson, jefe de seguridad del parque, se encargó de denunciar públicamente la situación que hasta la fecha había pasado desaparecibida. Según afirmó a través de un correo electrónico, los cubos con material radiactivo estuvieron en el parque desde algún momento del año 2000 hasta el 18 de junio de 2018, fecha en la que fueron retiradas y eliminados pertinentemente. Pero su gran preocupación tenía que ver con cómo podía haber afectado a trabajadores y visitantes.
Stepenshon realizó sus propios cálculos, a través de los que estableció que un adulto habría estado expuesto a una radiación superior a los estándares de seguridad federal si hubiera estado en la zona poco menos de 30 segundos, mientras que en el caso de un niño habría bastado con solo 3 segundos. Y, todo esto, teniendo en cuenta que se encontraba en un edificio en el que se realizaban actividades para los más pequeños que duraban una media hora por función.
Entre esos mismos cálculos realizados por este trabajador, asegura que los niveles a los que potencialmente pudieron estar expuestos los niños serían 1.400 veces los niveles permitidos y, en el caso de los adultos, de 140 veces. De hecho, la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) ha anunciado que han abierto una investigación para tratar de esclarecer lo ocurrido, aunque desde fuentes oficiales se apresuran a asegurar que no existen riesgos asociados.
Emily Davis, uno de los responsables de asuntos públicos del Gran Cañón, aseguró que las últimas pruebas confirman que solo existe una radiación residual en la zona, natural en el área, y que el sitio es seguro: "No existe un riesgo actual para los empleados del parque o para el público, el edificio está abierto y la información que tengo es que el uranio ha sido eliminado y no existe peligro", aseguró ante los medios de comunicación locales.
La duda es por qué en un momento de comienzos del presente siglo alguien decidió almacenar tres cubos con material radioactivo en un lugar por el que pasan millones de turistas a lo largo del año. Todo hace indicar que el material procede de una mina cercana, pues se trata de un área rica en uranio, pero nadie sabe por qué tardó tanto tiempo en saberse la existencia de dichos cubos. Y, mientras tanto, cualquier visitante pudo estar expuesto a una radiación peligrosa.
Todo comenzó en marzo del pasado 2018. El hijo adolescente de uno de los empleados del parque del Gran Cañón (Arizona, Estados Unidos) decidió acudir al lugar de trabajo de su padre con un pequeño contador Geiger que le acababan de regalar por su cumpleaños. Lo que nadie podía esperar es que al acceder al edificio del museo, los niveles de radiación que iba a mostrar el aparato se iban a disparar. ¿Error o estaba ocurriendo algo extraño?