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Rabia meridional: por qué el sur de Italia votará al Movimiento 5 Estrellas
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las rentas más bajas han caído un 23%

Rabia meridional: por qué el sur de Italia votará al Movimiento 5 Estrellas

De los vertidos tóxicos de la Camorra a la creciente desigualdad, numerosos elementos se conjugan para dificultar la vida de sus habitantes. Muchos de ellos ejercerán un voto de castigo

Foto: Un hombre pasa por delante de un montón de basura apilada en una calle de Nápoles. (EFE)
Un hombre pasa por delante de un montón de basura apilada en una calle de Nápoles. (EFE)

Hay una melancolía eterna que se manifiesta en las ciudades rurales de Campania, en el sur más caótico de Italia. La de los lugares donde las cosas buenas hace tiempo que dejaron de pasar. Campos minados por las basuras, balcones y palacetes a medio construir o derruidos, incrustados en una de las regiones más agrícolas de la bota itálica, se suceden delante de la mirada como un espectáculo inevitable. Los dorados, los altares de santos, los ornamentos, se prodigan en las casas y plazas como para remediar un paisaje cargado de humanidad y despojos. Un caldo de cultivo perfecto para la protesta social, y lo que hace que suba la temperatura política.

-¿Sabe por cuánto vendo mis coliflores? - inquiere Gherardo, un anciano agricultor del mercado de frutas y verduras de Sarno, en la provincia de Salerno.
- No.
- Por diez centavos. Y en los supermercados están a dos o tres euros.

Gherardo se ríe con sus ojos azules. Está de pie delante de seis cajas de coliflores y otras tantas de lechuga no vendidas, a la espera de clientes que probablemente no aparecerán. “La gente ha dejado de venir. Los jóvenes se han ido”, remacha. En un país donde la renta del 10% más pobre ha disminuido un 23% de 2006 a 2016 y el 20% posee el 66% de la riqueza nacional, los compañeros de Gherardo en el mercado asienten. Pero ninguno se inmuta. Así es la vida desde hace años para estos desheredados de Italia. Así son los desfavorecidos del sur. Ahí donde el voto antisistema ya ha puesto a un polémico exmagistrado (Luigi de Magistris) a cargo de Nápoles en 2011 y los últimos sondeos -de cara a las elecciones generales del 4 de marzo- colocan ahora a los indignados italianos del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) como la fuerza que más crecerá en solitario. Y donde otro partido, Potere al Popolo (Poder al Pueblo), acaba allí de nacer para escarbar en la rabia de izquierda.

Foto: Estudiantes juegan al voleibol en la Escuela de Ciencias Nomentano, en Roma. (Reuters)
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A la última tropelía incluso le han puesto un nombre, amplificado luego con los barroquismos de las crónicas periodísticas: la Tierra de los Fuegos, por los humos de las basuras tóxicas que en más de 50 ayuntamientos de las provincias de Nápoles y Caserta se descubrió que la Camorra, la mafia local, había sepultado bajo tierra. Un apodo trágico que ya tiene más de una década, aunque se ha puesto de moda en los últimos años. Residuos procedentes de industrias de acero, desechos petroquímicos, desperdicios de hospital, fertilizantes, cuero, escoria metalúrgica y plásticos del norte y centro de Italia que la Camorra enterraba allí a precios inferiores a los del mercado legal. Algo que ha acabado en un desastre ecológico y socioeconómico, pues entre las basuras había también sustancias tóxicas como el asbesto, el arsénico, el plomo y el cadmio

“El pueblo de Palma Campania”, dice el médico Antonio Marfella, del Instituto de Tumores de Nápoles Fundación Giovanni Pascale, “fue uno de los primeros sitios afectados pues la familia Alfieri, el clan criminal que opera allí, vio el negocio allá por los 80”, asevera. “Eran las mismísimas empresas del resto de Italia que buscaban los clanes. Porque la cosa luego se expandió, y movió hacia la zona de Caserta y el norte de Nápoles, con entre 11 y 25 millones de toneladas de desechos tóxicos que fueron arrojados ilegalmente tal solo entre 1993 y 1998”, añade.

Ese es el dato (conservador) certificado por las sentencias de la magistratura italiana, que en ya en los 90 habían descubierto el macabro negocio, aunque el escándalo tardó en conocerse. Finalmente ocurrió, sobre todo gracias a Gomorra, el libro de Roberto Saviano. Fue la gota que colmó el vaso y rompió la 'omertá' (ley del silencio) de las instituciones, que ya tenían el dato del inusual aumento de los tumores en una población que vive en una de las regiones menos industrializadas de Italia. “La incidencia de los tumores en la Tierra de los Fuegos es similar a la de las zonas más industrializadas del norte de Italia. Con la diferencia de que Campania es una región agrícola”, insiste Marfella.

placeholder La policía acordona tres vertederos ilegales en la localidad de Giugliano in Campania, en marzo de 2015. (EFE)
La policía acordona tres vertederos ilegales en la localidad de Giugliano in Campania, en marzo de 2015. (EFE)

Acuíferos contaminados

Desde entonces, se han descubierto 2.500 vertederos ilegales, y más aparecen a cada rato, aunque Marfella asegura que las autoridades han logrado localizar y circunscribir muchas áreas afectadas y ahora los productos agrícolas son salvaguardados por los controles sanitarios. “Algo que, para un territorio ya deprimido, ha tenido un coste de un 5% añadido para los productores, que no es poco para la gente de aquí. Y también existe el problema del agua contaminada”, precisa. “Hacer los controles todas las semanas nos cuesta más, pero es nuestro esfuerzo obligado para superar la maldición de nuestra mala fama”, dice Assunta Papa, de 28 años y quien regenta un pequeño comercio de productos lácteos.

“Se trata de daños incalculables que pesarán sobre las futuras generaciones. El daño ambiental está destinado, por desgracia, a producir sus efectos de forma amplificada y progresiva en los próximos años con un pico que se alcanzará dentro de unos cincuenta años”, escribía ya en 2013 la comisión parlamentaria creada 'ad hoc' sobre el asunto. “La falda acuífera de Nápoles está irremediablemente dañada hasta 2080 con riesgo para la agricultura y la salud humana”, llegó a decir la Fiscalía Antimafia sobre las aguas del pueblo de Giuliano. La base estadounidense de Nápoles incluso recomendó a su personal no tocar el agua en toda la región, ya en el lejano 2011.

Y eso que las basuras de Campania no han dejado de producir nuevas noticias. El último escándalo, ocurrido hace escasos días, salpicó al mismísimo presidente de la región de Campania, Vincenzo De Luca, cuyo hijo dimitió por adelantado esta semana de su cargo de concejal en el ayuntamiento de Salerno, tras verse envuelto en una oscura investigación por corrupción sobre las basuras campanas.

Foto: Salvatore Borsellino. (Foto: Victoria Herranz)

Una desigualdad que, unida a la plaga de las mafias, colocan a las regiones del sur de Italia en la parte más alta de la lista de los delitos cometidos contra el medioambiente, según la asociación ecologista Legambiente. Con Campania (3.728 delitos registrados el año pasado) primera en el listado, seguida por Sicilia (3.084), Apulia (2.339) y Calabria (2.303), entre tres o cuarto veces más que en las regiones del norte. Algo que ha contribuido a que la expectativa de vida sea en la Italia meridional cuatro veces inferior a la de la Italia septentrional. Un negocio criminal que sigue siendo gestionado por 86 clanes delictivos y que sitúa a Nápoles y Salerno como las zonas más afectadas del país, respectivamente con 1.361 y 963 delitos registrados por las autoridades. Y todo ello a pesar de la actividad de la policía y de los magistrados, que se ha intensificado (alrededor de 80 sumarios abiertos desde 1991).

Y, como si no fuera suficiente, las mafias manifiestan cada vez más sus apetitos también sobre la agricultura, uno de los sectores primarios de la economía del sur. “En 2017, el negocio de la agromafia supuso 21.800 millones de euros, un 30% más que en 2016. Las mafias condicionan los precios de las cosechas, de transporte y de la distribución”, ha escrito Coldiretti, la asociación de agricultores, en su último informe. Todo ello en una Italia del sur en la que, durante la Gran Recesión, se perdieron 622.000 puestos de trabajo, de los cuales solo 40.000 han sido recuperados en el bienio 2015-2016 (además de que ha aumentado el trabajo de tiempo parcial y las retribuciones medio-bajas), según datos de la Asociación para el Desarrollo Industrial del sur de Italia (Svimez).

placeholder Policías italianos inspeccionan un restaurante durante una operación contra la Camorra napolitana. (EFE)
Policías italianos inspeccionan un restaurante durante una operación contra la Camorra napolitana. (EFE)

Un éxodo imparable

Los datos abundan en la tragedia de Campania y las demás regiones del sur de Italia. Donde, según Svimez, la tasa de empleo de los jóvenes es una de las más bajas de Italia (alrededor del 28%), algo que también continúa alimentando la fuga de este colectivo de este territorio. Tan solo entre 2015 y 2016, la Italia meridional perdió a 62.000 nativos. Ni los inmigrantes se han querido quedar: en total, 34.000 extranjeros se han dirigido hacia otros pagos. Un dato opuesto al del norte y centro del país, donde el número de no italianos aumentó, en el mismo período, a 13.000 personas. Y con una previsión catastrófica hasta el año 2065, cuando más de 5 millones de personas se habrán ido de allí, según Svimez.

“En Campania, uno de cada cinco niños abandona la escuela sin terminarla, una de las peores tasas de Italia”, denunciaba esta semana Viola Garofano, jefa de Poder al Pueblo, haciéndose eco de datos de Save The Children. “A eso se suma que muchos nunca han visto un médico y que viven con una violencia urbana que es constante. Nos han abandonado y estamos enojados”, añadía Garofano, ella misma una maestra sin un puesto de trabajo fijo.

Foto: Italianos en la playa de Ostia, al oeste de Roma. (Reuters)

Y, sin embargo, en medio de este paisaje aparentemente destinado al fracaso eterno, también hay quien resiste. Como Pietro Parisi, un cocinero que en 2005 abandonó el restaurante cinco estrellas Michelin en el que trabajaba en Dubái y regresó a la tierra de la que había escapado años antes. El mensaje Pietro lo ha trasmitido a través de sus cinco restaurantes abiertos en Palma Campania y en sus alrededores -el último, en 2014-, en los que incentiva la llamada 'cocina kilómetro 0', para primar los pequeños campesinos locales, y la economía circular, a través de la cual busca reducir el desperdicio alimentario.

El camino no ha sido llano. Por ejemplo, el año pasado, cuando la Camorra se le personificó en un 'scugnizzo' (jovencito) que acababa de salir de la cárcel y acudió a su restaurante para pedir el 'pizzo', el impuesto mafioso. “No te pago y además te denuncio”, le respondió el cocinero, quien en lo que va de su carrera le ha preparado la comida incluso a Nicolás Sarkozy y Barack Obama. “No vivo escoltado ni me escondo. Eso lo deben hacer otros”, dice Pietro, al añadir que por el endémico atraso socioeconómico de la región y la infiltración de las mafias “el Estado tiene muchas responsabilidades”.

También Danilo Iervolino, consejero de Instituto de Investigación Svimez, hace hincapié en cómo el sur de Italia está agotado por su mala reputación, una fama que se amplifica a cada guerra camorrista. “El PIB del sur de Italia creció un 1% en 2016, mientras que el del norte apenas un 0.8%”, dice Iervolino, obviando subrayar que, sin embargo, a eso no le ha correspondido mejoras para disminuir la desigualdad social y la pobreza que campa a sus anchas en el sur de Italia. Allí donde viven más de 2 millones de pobres de los 4,5 millones que hay en todo el país. El camino, por ello, sigue siendo cuesta arriba y la rabia social que aquí se percibe promete venganza, sobre todo para la opción política.

Hay una melancolía eterna que se manifiesta en las ciudades rurales de Campania, en el sur más caótico de Italia. La de los lugares donde las cosas buenas hace tiempo que dejaron de pasar. Campos minados por las basuras, balcones y palacetes a medio construir o derruidos, incrustados en una de las regiones más agrícolas de la bota itálica, se suceden delante de la mirada como un espectáculo inevitable. Los dorados, los altares de santos, los ornamentos, se prodigan en las casas y plazas como para remediar un paisaje cargado de humanidad y despojos. Un caldo de cultivo perfecto para la protesta social, y lo que hace que suba la temperatura política.

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