Cosechar marihuana en California: así gané 15.000 dólares en dos meses y medio
El trabajo de temporada mejor pagado de todos los tiempos tiene una migración masiva encabezada por españoles, los llamados 'trimmigrants'
"Ven a California. Son tres meses y cambiarás tu vida", me dijo mi amiga Saray y así lo hice. Compré un billete de ida con mis últimos ahorros y sin apenas saber inglés llegué a San Francisco con cien dólares en el bolsillo. Varias personas me habían contado que se dedicaban a trabajar tres meses cortando marihuana en Estados Unidos y que con lo que sacaban vivían todo el año. Pero no fue hasta que recibí la llamada de una conocida cuando me empecé a creer el cuento. "Este ya va a ser mi segundo año, yo ahora estoy haciendo la cereza en Canadá pero según termine bajo a California y voy a cortar marihuana. El año pasado me saqué poco, solo ocho mil dólares en un mes. Al principio es difícil, eres lento pero luego ya le coges el truco a las tijeras", me dijo Saray. Ella era mi contacto y eso era lo importante, tener un intermediario porque sino es difícil que un 'farmer' (granjero) confíe en llevarte a su plantación ilegal de marihuana.
Al trabajo en cuestión lo llaman 'trimming' y antes de llegar allí solo sabía que consistía en recortar con unas tijeras las hojas del cogollo de cannabis. El 'trimmer' limpia la marihuana y cobra por el peso que limpie. Se pagan unos doscientos dólares por libra (454 gramos) como máximo y la jornada laboral, algo que me sorprendió, dura lo que uno quiere.
El Triángulo Esmeralda
San Francisco está a unos cuatrocientos kilómetros del llamado Triángulo Esmeralda, que es la región productora de cannabis más grande de Estados Unidos. El Triángulo está ubicado en el norte de California donde todas las carreteras huelen a marihuana. Allí se lleva cultivando cannabis desde la década de los sesenta y vivió un gran apogeo a partir del Summer of Love de San Francisco en 1967. Los billetes de autobús son muy caros así que crucé el puente Golden Gate, saqué mi dedo e hice autostop durante cuatro semanas.
Hay leyendas que dicen que a las mujeres les ofrecen trabajar en sujetador
A veces ya lo hacía por hacer, sin sentido, solo por lograr contacto individual y privado con algún posible 'farmer', ya que cuando tienes una plantación ilegal de miles de plantas de cannabis, la privacidad es importante. Por eso mi insistencia en el autostop. Dentro de un coche se dicen cosas que no se dirían en la calle. De esto tardé en darme cuenta y tuve que pasarme muchas horas en parkings de supermercados, jardinerías y bares de los pueblos del Triángulo Esmeralda.
Un 'trimmer' mexicano me dijo en la puerta de un bar: "Es tu primer año, te va a ser muy difícil si no tienes ningún contacto. A los 'farmers' les da inseguridad meter a hombres en sus plantaciones. El año pasado al 'farmer' de la granja de al lado de la mía, unos 'trimmers' le ataron a una silla y le robaron una camioneta llena de marihuana. Los 'farmers' prefieren estar rodeados de mujeres y la seguridad es una de las razones. Quizás la más importante, también hay algunos que después de medio año creciendo cannabis en la montaña quieren alegrarse un poco la vista, bajan al parking del supermarket y dan trabajo a las chicas más guapas que están allí buscando chamba. Hay algunos que hasta les ofrecen más dinero por trabajar en sujetador, pero bueno eso son rumores".
Un buen día se acabó la temporada de la cereza en Canadá, mi contacto llegó a California y tirando de la agenda que logró en su cosecha del año anterior nos consiguió trabajo en cuatro 'farms' diferentes. La primera fueron solo dos días de 'trimming' pero me sirvió para amortizar los gastos del viaje. Luego fuimos a otro cultivo, también ecológico pero con marihuana muy poco densa, y me desesperé del trabajo. Los cogollos pesaban muy poco y ni con quince horas de 'trimming' lograba llegar a la libra. La tercera 'farm' fue la mejor. Teníamos cocinera, baño, duchas, cabañas y dos barriles de cerveza por semana.
Éramos cincuenta trabajadores entre 'trimmers' y 'harvesters' (cosechadores). Había tantos mexicanos como estadounidenses y los españoles también formábamos un número importante. Aquello parecía más un campamento de verano que un trabajo. La jornada era de ocho de la mañana a diez de la noche. Dormíamos en tiendas de campaña en el bosque y teníamos a tres personas que nos supervisaban: una revisaba que nuestro 'trimeado' fuera perfecto, otra controlaba que no tiráramos los cogollos pequeños a la basura y otra vigilaba que nadie se fuera de la montaña. Al finalizar la cosecha nos llevaron a la 'farm' de unos vecinos. Era una plantación solo gestionada por hombres y sin límite de horario laboral. Los 'farmers' fumaban, bebían y no te dejaban ver lo que pesaba tu bolsa de marihuana al entregarla. Empezó a nevar, no aguanté ni un día y con mis siete mil dólares en el bolsillo creí justificada mi aventura. Saqué el dedo en la carrera y me fui hacia México.
En la frontera de Estados Unidos me pararon: "Tú eres un 'trimmigrant'"
Tardé solo nueve meses en volver a California, en la aduana se olían a lo que venía pero no podían comprobarlo "¿Ha estado arrestado alguna vez por marihuana?", me preguntó un policía mexicano. "You´re a trimmigrant", me dijo su compañero con rasgos orientales. Me retuvieron una hora y media pero me dejaron entrar. Llegué a Oakland, llamé a quien tenía que llamar y al día siguiente ya estaba plantando cannabis en las montañas. A los cincuenta días ya tenía diez mil dólares, bueno no los tenía físicamente porque no pagan hasta que te vas de la 'farm' y, si tienes suerte, pues hay historias de 'trimmers' que en el último día les hicieron bajarse de la montaña andando y sin dinero.
En está última cosecha acabé consiguiendo quince mil dólares, trabajé casi los noventa días de visa y para evitar, de algún modo, la llamada fiebre de la montaña, traté de escribir automáticamente al menos dos páginas al día contando lo que estaba viviendo. Ahora, al volver a la vida normal, las he pasado a limpio y he autoeditado un libro titulado 'Las Flores', que narra el fenómeno de la masiva migración hacia esta cosecha y lo que la misma está provocando en ellos —los 'trimmigrants'— los inmigrantes del 'trimming'.
Hay 'trimmers' profesionales que llevan yendo a 'trimear' ocho años seguidos y que ganan hasta treinta mil dólares en los noventa días de visa. Los más experimentados usan trucos como lubricar sus tijeras con aceite de coco orgánico para cortar más velozmente. Una compañera 'trimmer' que escuchaba mantras durante diez horas diarias me decía: "Escucho meditaciones guiadas para dejar la mente libre de pensamientos negativos y no bebo agua para no tener que ir al baño y parar el trance". Algunos esnifaban cocaína para rendir más y otros duermen tan solo tres horas al día porque "complementamos el trabajo con meditaciones de los monjes budistas de Laos".
Las montañas del Triángulo Esmeralda son un mundo de contrastes donde todos los estereotipos sociales se van al traste. Hay punkies discutiendo sobre la bajada del dólar, hippies comprando casas en islas para alquilarlas por Airbnb. He vivido con viejos de las montañas, desdentados y millonarios sin más lujo que un bourbon que se beben mirando a unos extraños que sueñan con hacerse ricos, cortando la marihuana que otro planta en su 'farm'. La esclavitud del siglo XXI donde uno es amo y esclavo de sí mismo.
"Ven a California. Son tres meses y cambiarás tu vida", me dijo mi amiga Saray y así lo hice. Compré un billete de ida con mis últimos ahorros y sin apenas saber inglés llegué a San Francisco con cien dólares en el bolsillo. Varias personas me habían contado que se dedicaban a trabajar tres meses cortando marihuana en Estados Unidos y que con lo que sacaban vivían todo el año. Pero no fue hasta que recibí la llamada de una conocida cuando me empecé a creer el cuento. "Este ya va a ser mi segundo año, yo ahora estoy haciendo la cereza en Canadá pero según termine bajo a California y voy a cortar marihuana. El año pasado me saqué poco, solo ocho mil dólares en un mes. Al principio es difícil, eres lento pero luego ya le coges el truco a las tijeras", me dijo Saray. Ella era mi contacto y eso era lo importante, tener un intermediario porque sino es difícil que un 'farmer' (granjero) confíe en llevarte a su plantación ilegal de marihuana.