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La extrema derecha racista latente en el Ejército de EEUU
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¿UNA AMENAZA MAYOR QUE AFGANISTÁN e IRAK?

La extrema derecha racista latente en el Ejército de EEUU

La extrema derecha racista gana terreno en EEUU. Este magma de odio burbujea en la superficie de la vida americana, también en su institución más respetada: el Ejército

Foto: Marines de EEUU antes de iniciar una operación en la provincia afgana de Helmand, en octubre de 2014. (Reuters)
Marines de EEUU antes de iniciar una operación en la provincia afgana de Helmand, en octubre de 2014. (Reuters)

Las alarmas suenan desde hace tiempo: la extrema derecha racista gana terreno en EEUU. Ya escuchamos a sus líderes en televisión, en horario de máxima audiencia; ya los vimos hacer el saludo nazi a 800 metros de la Casa Blanca y poner a la nación en vilo el pasado agosto, en Charlottesville. Este magma de odio burbujea en la superficie de la vida americana, también en su institución más respetada: el Ejército.

Uno de cada cuatro soldados estadounidenses percibe “nacionalismo blanco” en las filas, según un sondeo de 'Military Times' realizado entre 1.131 miembros activos del ejército. La percepción aumenta al 42% entre las personas de color. Además, una mayoría de encuestados (30%) opina que el racismo es una amenaza mayor para la seguridad nacional de EEUU que los conflictos en Irak, Afganistán y Siria.

“Esto deja muy claro algo que muchos de nosotros hemos sabido y que ha sido algo así como un secreto a voces en el ejército durante mucho tiempo”, declaró Alexander McCoy, exmarine y director de la organización progresista de veteranos Common Defense. “Estos extremistas a menudo se arropan en el imaginario y la legitimidad del ejército para justificar su ideología”, dijo a Slate.com.

Los oficiales se especializaron en interpretar los tatuajes para detectar su activismo. El mayor problema se daba en el Cuerpo de Marines

La encuesta se hizo un mes después de los sucesos de Charlottesville, en Virginia, donde varios grupos racistas organizaron una marcha con armas y antorchas al grito de “Sangre y tierra” o “No nos reemplazaréis”, en referencia a las minorías étnicas. El 60% de las tropas sondeadas apoyaría movilizar la Guardia Nacional o los reservistas para lidiar con un desafío supremacista como el de Charlottesville, que dejó tres muertos y una treintena de heridos en diferentes actos violentos.

Cuando el presidente de EEUU, Donald Trump, planteó la equivalencia entre los grupos racistas y los autoproclamados “antifascistas” que se opusieron a ellos, ocurrió algo inusual: los jefes de las cuatro ramas militares (Ejército, Marina, Fuerza Aérea y Cuerpo de Marines) condenaron rápidamente y de forma unánime cualquier tipo de racismo. Formaron un bloque, sin esperar a la señal del comandante en jefe. ¿Por qué?

“El ejército de EEUU ha lidiado desde hace tiempo con grupos de odio (específicamente supremacistas blancos) en sus filas”, escribió Andrew Exum en 'The Atlantic'. Los jefes militares habrían dejado meriadanamente claro a sus subalternos que ningún tipo de ideología radical será permitida. Exum, veterano de un cuerpo de élite y analista de Oriente Medio, recuerda cómo los oficiales se especializaron en interpretar los tatuajes de nuevos reclutas para así detectar su posible activismo. El problema más grande se daba en el Cuerpo de Marines.

Uno de los líderes de la marcha racista en Charlottesville, Dillon Irizarry, de Vanguard America, se enroló en los marines en 2005 y estuvo desplegado en Irak y Afganistán. Otro neonazi, Nathan Damigo, líder de Identity Evropa, también es veterano del mismo cuerpo. Los marines despidieron en septiembre a uno de los suyos, el sargento Joseph Manning, veterano de guerra condecorado con el Corazón Púrpura, por participar en una manifestación extremista y desplegar una bandera con las siglas YWNRU, acrónimo de “No nos reemplazaréis”. Iba acompañado de un artificiero del cuerpo, el sargento Michael Chesny, que recibió una sanción.

placeholder Un supremacista blanco con un escudo con el símbolo del National Socialist Movement en Charlottesville, Virginia. (Reuters)
Un supremacista blanco con un escudo con el símbolo del National Socialist Movement en Charlottesville, Virginia. (Reuters)

No es un fenómeno nuevo. El Ejército americano tiene un largo historial de incidentes con reclutas extremistas que usan el entrenamiento militar en sus actos de violencia. En 2012, el veterano Wade Page abrió fuego contra un templo Sij en Wisconsin. Asesinó a seis personas e hirió a tres. Luego se suicidó. Años antes, había confesado que se hizo neonazi después de alistarse en el Ejército. El año anterior otro veterano intentó bombardear una marcha en honor de Martin Luther King.

Los grupos extremistas estaban más presentes en el ejército americano en los años 80 y 90. De forma que el Pentágono lanzó dos purgas de este tipo de organizaciones: una en 1986 y otra en 1995, después de que el terrorista Timothy McVeigh, veterano del ejército, matase a 168 personas con una bomba en Oklahoma City.

La elección de Barack Obama, el primer presidente afroamericano de la historia, en 2008, multiplicó el número de grupos extremistas en EEUU, según la organización sin ánimo de lucro Southern Poverty Law Center. Y el Pentágono aplicó medidas para alertar a sus tropas de posibles influencias radicales más sofisticadas.

“El mensaje de odio estándar no ha sido sustituido, simplemente ha sido combinado de manera diferente con cuestiones relativas a la libertad de expresión, temas sobre el rechazo al control de armas de fuego, reforma fiscal y opresión”, rezaba una presentación ilustrativa para reclutas. También daba algunas pistas sobre el tipo de tatuajes que llevan los skinheads: botas claveteadas, calaveras, alambre de espino.

Foto: Miembros del movimiento Salute durante un acto neonazi ante los juzgados de Jackson County, en Kansas City (Reuters).
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No se sabe qué peso actual tienen los grupos racistas en las fuerzas armadas. En 2008 un estudio encargado por el Departamento de Justicia estimó que la mitad de los supremacistas blancos de EEUU tienen experiencia militar. El FBI concluyó ese año que “los líderes extremistas buscan reclutar a miembros con experiencia militar para sacar partido de su disciplina, conocimiento de armas de fuego, explosivos y conocimientos tácticos, además de por su acceso a las armas y a la inteligencia”.

Organizaciones como la SPLC han acusado al presidente Donald Trump de dar alas a las voces de extrema derecha con su retórica racialmente cargada hacia musulmanes o inmigrantes mexicanos. Según la encuesta de 'Military Times', la popularidad de Trump entre las tropas resulta ligeramente mayor a la proporción nacional: un 40% ve favorablemente al presidente, frente a un 44% que lo rechaza.

Las alarmas suenan desde hace tiempo: la extrema derecha racista gana terreno en EEUU. Ya escuchamos a sus líderes en televisión, en horario de máxima audiencia; ya los vimos hacer el saludo nazi a 800 metros de la Casa Blanca y poner a la nación en vilo el pasado agosto, en Charlottesville. Este magma de odio burbujea en la superficie de la vida americana, también en su institución más respetada: el Ejército.

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