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Al Asad está perdiendo la guerra en Siria
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Al Asad está perdiendo la guerra en Siria

Hace unos meses, Al Asad, apoyado por la milicia de Hizbulá, parecía imparable. La guerra ha cambiado: una coalición de rebeldes gana terreno; ISIS avanza hacia Damasco. ¿Es el principio del fin del régimen?

Foto: Un combatiente rebelde corre durante combates con el ejército sirio en Alepo, el 18 de febrero de 2015. (Reuters)
Un combatiente rebelde corre durante combates con el ejército sirio en Alepo, el 18 de febrero de 2015. (Reuters)

Hace apenas unos meses, el ejército de Bachar Al Asad, apoyado por la milicia libanesa chií Hizbulá, parecía imparable: tras reconquistar la estratégica franja montañosa fronteriza con el Líbano, y rendir a los insurgentes por hambre en Hama y Homs, las tropas leales al régimen sirio se reagrupaban en Alepo, que parecía a punto de caer. Hoy, la imagen es otra: una coalición de rebeldes islamistas se ha hecho con el control de grandes franjas de terreno en las fronteras con Turquía y Jordania, y el Estado Islámico le ha arrebatado al régimen la ciudad de Palmira, desde donde los yihadistas marchan hacia Deir Az Zor, en el este, y hacia Homs y, en último término, las afueras de Damasco.

Esta situación está llevando a muchos observadores a preguntarse si estamos ante el principio del fin de Al Asad. Aunque parece pronto para sacar una conclusión definitiva, algunos elementos llaman la atención:

Se acabó el pacto de no agresión con el ISIS

Oriente Medio es una tierra muy dada a las teorías de la conspiración, y la oposición siria acusa directamente a Al Asad de haber creado al ISIS. Sin llegar tan lejos, ha sido obvio para cualquier observador que el régimen ha evitado durante mucho tiempo enfrentarse directamente al grupo, probablemente por un doble motivo: la presencia del Estado Islámico en el norte del país apoyaba sus tesis propagandísticas de que los insurgentes no eran sino una banda de yihadistas salvajes al servicio de Occidente, y por tanto sin ninguna legitimidad; mientras, los lealistas concentraban sus fuerzas en otros frentes más importantes para ellos, como las regiones centrales y costeras de Siria.

Pero ya hace tiempo que este pacto voló por los aires: el verano pasado, el Estado Islámico conquistó varias bases de la fuerza aérea en el norte, como la de Tabqa, y pasó a cuchillo a los soldados capturados. En Palmira, los yihadistas han conseguido derrotar nada menos que a las fuerzas especiales del ejército sirio, lo que no augura nada bueno para el régimen.

Asad se está quedando sin soldados

Tras cuatro años, la lucha ha tenido un efecto en el ejército. Está exhausto, desmoralizado y pobremente equipado”, asegura Marwan Bishara, analista político senior en Al Jazeera. Las tropas de Assad, diezmadas por largos años de combates, están teniendo cada vez más problemas para encontrar reemplazos. La Red Siria de Derechos Humanos ha documentado más de 70.000 casos de jóvenes que han huido de sus casas, e incluso del país, para evitar el servicio militar obligatorio, y las activas campañas de reclutamiento (forzoso, en algunas ocasiones) no logran cubrir el vacío.

Sobre el terreno, el régimen ha tenido que recurrir al uso de milicias, no solo nacionales, sino también extranjeras, como Hizbulá-que ha creado batallones para cristianos y drusos- o combatientes iraquíes, iraníes, afganos o paquistaníes. Pero incluso ahí se enfrenta a serios problemas: ante el avance del Estado Islámico hacia Bagdad, muchos chiíes iraquíes están volviendo a su país para contribuir a la defensa de la capital. Irán, por su parte, está recurriendo a mercenarios afganos chiíes de la etnia hazara, enviados a luchar en frentes como el de Alepo en durísimas condiciones, tal y como documentó el pasado mayo la revista alemana Der Spiegel.

El apoyo al régimen flaquea incluso entre su base

“La columna vertebral del ejército, la propia comunidad alauí de Al Asad, está cansada de sacrificar a sus hijos para beneficio de un clan que, incluso antes de 2011, hizo bastante poco por esta comunidad o por Siria. Pero los alauíes y otros se aferran a regañadientes al régimen debido a lo que perciben como la ausencia de una alternativa reconocible y deseable, y debido a los miedos existenciales avivados por el régimen”, opina Fred Hof, analista del Consejo Atlántico y exasesor de Barack Obama para Siria.

“Incluso aquellos lealistas en Damasco, o entre la secta alauí, que se han vuelto dependientes del régimen, llegarán pronto a la conclusión de que es más conveniente sacrificar a Al Asad para salvar la capital, la comunidad y el país que sacrificarlo todo en un intento desesperado de salvar una dictadura”, coincide Bishara.

Al descontento contribuyen las medidas económicas a las que el régimen se ha visto obligado a recurrir, como la interrupción de algunos subsidios. Además, Asad trata de afianzar la lealtad del ejército con medidas como el decretar que la mitad de los empleos del sector público deben ser reservados para las familias de los combatientes muertos y heridos. En abril, el gobierno comenzó a distribuir las llamadas “cartas de honor” a los parientes de estos “mártires”, que les otorga derecho a sanidad gratuita e importantes descuentos en otros ámbitos como el transporte. Pero mientras estas medidas sirven para apuntalar el régimen entre sus beneficiarios, crean resentimiento entre aquellos perjudicados por esta discriminación.

Rebeldes y patrocinadores, mejor coordinados

“El incremento de la cooperación entre los estados que apoyan a la oposición armada parece ser una de las razones del progreso de los rebeldes en el norte y sur de Siria recientemente. Muchos conectan esto a la llegada del rey Salman al trono en Arabia Saudí y la mejora subsiguiente de las relaciones turco-saudíes, y ha habido informes sobre la mediación de Qatar entre Salman y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan”, indica Aron Lund, editor de la web “Siria en Crisis” del Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Hasta ahora, esta cooperación había sido imposible por la aversión absoluta del régimen saudí a todo lo que tuviese que ver con la Hermandad Musulmana, a la que están vinculados varios de los grupos insurgentes sirios, así como gran parte de la oposición política en el exilio, que sí recibían apoyo turco y catarí. Pero el nuevo monarca, Salman, parece considerar el expansionismo de Irán como la amenaza prioritaria a la que hay que hacer frente. “Dado que la falta de coordinación entre las partes que luchaban por un cambio de régimen en Siria era la causa principal de una oposición fragmentada, los esfuerzos de coordinación regional se han convertido en el motivo principal de la alianza entre grupos opositores”, señala Oytun Orhan, analista del Centro de Estudios Estratégicos para Oriente Medio de Ankara.

Así, la nueva coalición insurgente, denominada “Yesh Al Fatah” (“Ejército de la Conquista”), de la que forman parte el Frente Al Nusra, Ahrar Al Sham y otros grupos yihadistas, se ha beneficiado de la generosidad saudí, que ha proporcionado armamento de última generación a los rebeldes.

placeholder Un combatiente rebelde camina por el frente de Idlib, en el norte de Siria (Reuters).
Un combatiente rebelde camina por el frente de Idlib, en el norte de Siria (Reuters).

EEUU no tiene control sobre los acontecimientos

A pesar de la insistencia de Turquía (y de otros países como Francia) en la necesidad de una intervención militar que derrocase a Al Asad, las reticencias de Washington lo han impedido. El verano pasado, el presidente Barack Obama dio por perdida la causa de los rebeldes sirios, a quienes calificó de “antiguos doctores, granjeros y farmacéuticos” y no verdaderos soldados, cuyas posibilidades de victoria eran “una fantasía”. El pasado diciembre, la administración norteamericana dejó de pagar los fondos de la mayoría de las brigadas rebeldes a las que financiaba, muchos de cuyos integrantes, armados y entrenados por la CIA, se han pasado a grupos yihadistas de clara orientación antiestadounidense.

Tan solo la expansión del Estado Islámico ha reavivado el interés estadounidense en la región, y ahora el Pentágono trata de formar en Jordania y Turquía un ejército de 15.000 rebeldes prooccidentales que puedan cambiar el curso de la guerra. El problema es que mientras Washington quiere enfocar estos esfuerzos en la lucha contra el ISIS, Ankara, y muchos insurgentes, insisten en que la prioridad debe ser la caída de Assad. Esta discrepancia no solo ha puesto en peligro este programa de instrucción, que no termina de arrancar plenamente, sino que parece haber colmado la paciencia de turcos y saudíes: ambos parecen ahora dispuestos a actuar en Siria sin el consentimiento de Washington, que ve con alarma cómo grupos como el Frente Al Nusra o Ahrar Al Sham, incluidos en las listas estadounidenses de organizaciones terroristas, reciben el apoyo de países que se consideran aliados de EEUU, pero que, obviamente, tienen sus propias agendas.

A Teherán le cuesta muy caro su apoyo a Asad

Staffan de Mistura, enviado de la ONU a Siria, ha calculado que Irán, que acaba de enviar otros 20.000 soldados al norte del país,gasta unos 35.000 millones de dólares al año en apoyo del régimen sirio. Damasco acaba de solicitar un crédito adicional de 1.000 millones de dólares, y no está claro que esté en condiciones de devolverlo. A pesar de ello, los iraníes, al menos públicamente, siguen proclamando su lealtad a Al Asad. “La nación iraní y el gobierno permanecerán al lado de la nación y el Gobierno sirios hasta el final del camino. Teherán no ha olvidado sus obligaciones morales respecto a Siria, y seguirá proporcionando ayuda y apoyo en sus propios términos al gobierno y la nación de Siria”, declaró hace dos días el presidente iraní, Hasan Rohaní. Pero Irán se encuentra ahora mismo envuelto en unas complicadas negociaciones nucleares en las que podría verse obligado a hacer algunas concesiones en Siria.

El Pentágono trata de formar en Jordania y Turquía un ejército de 15.000 rebeldes prooccidentales

¿Significa eso que Al Asad está acabado? La mayoría de los expertos se muestran cautelosos. “A lo largo de la guerra, los comentaristas en ambos bandos han tenido problemas a la hora de separar la especulación de sus deseos. Los partidarios de Asad anunciaban su victoria hace solo medio año, y ahora la oposición se muestra igualmente muy confiada”, explica Lund a El Confidencial. “Parece claro que los problemas estructurales del régimen están alcanzando a Asad, pero yo todavía aconsejaría precaución. Hasta ahora, el régimen no se ha hundido al perder territorio, solamente se contrae y pierde algunos partidarios más, y sigue luchando. La pérdida de Idlib, Bosra y Palmira no es ni lo uno ni lo otro, dado que no son grandes centros de población. Sin embargo, la caída de estas ciudades al norte, sur y este abren la puerta a ataques más serios”, dice.

“La pérdida de los pasos fronterizos con Jordania e Irak han agravado los problemas económicos de Asad al cortar todo comercio terrestre con el Golfo. Si el gobierno empieza a perder áreas más importantes, o incluso la pequeña pero muy expuesta guarnición de Deir Az Zor en el este, tal vez podría provocar más problemas dentro del régimen”, señala Lund. “Pero esto es solo especulación. La oposición también sufre enormes problemas internos, y estos podrían agravarse cuando se haga retroceder al régimen y la lucha por la influencia y el control territorial se intensifique”, asevera.

“El nuevo equilibrio militar en Siria tendrá consecuencias políticas”, comenta Orhan. “Por encima de todo, las negociaciones se conducirán alrededor de la nueva situación. La oposición verá reforzada su posición antes de la Conferencia de Ginebra III, que se celebrará pronto. El régimen podría convencerse de que no puede acabar con la guerra civil a través de medios militares”, indica.

En este contexto, Al Asad podría concluir que la guerra es imposible de ganar, y optar por la partición de Siria: el régimen trataría de conservar las regiones costeras, la frontera con Líbano y la capital, y el resto del país quedaría en manos de las diferentes insurgencias. Pero este escenario es aún remoto. De momento, todos los bandos parecen aspirar a la victoria total, y mientras crean que está a su alcance, la guerra seguirá devastando Siria.

Hace apenas unos meses, el ejército de Bachar Al Asad, apoyado por la milicia libanesa chií Hizbulá, parecía imparable: tras reconquistar la estratégica franja montañosa fronteriza con el Líbano, y rendir a los insurgentes por hambre en Hama y Homs, las tropas leales al régimen sirio se reagrupaban en Alepo, que parecía a punto de caer. Hoy, la imagen es otra: una coalición de rebeldes islamistas se ha hecho con el control de grandes franjas de terreno en las fronteras con Turquía y Jordania, y el Estado Islámico le ha arrebatado al régimen la ciudad de Palmira, desde donde los yihadistas marchan hacia Deir Az Zor, en el este, y hacia Homs y, en último término, las afueras de Damasco.

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