Es noticia
Esto es Siria: un mártir de 15 años, un viejo convertido en médico y un patriota pacifista
  1. Mundo
HISTORIAS QUE RESUMEN TRES AÑOS DE GUERRA

Esto es Siria: un mártir de 15 años, un viejo convertido en médico y un patriota pacifista

Una guerra desproporcionada que comenzó hace tres años con un levantamiento pacífico contra el régimen de Al Asad. Esta es la historia de sus protagonistas

Foto: Un sirio rescata a un niño herido en un bombardeo de las fuerzas de Al Asad en Alepo, Siria (Reuters).
Un sirio rescata a un niño herido en un bombardeo de las fuerzas de Al Asad en Alepo, Siria (Reuters).

En Salma, la segunda ciudad más importante de Latakia, feudo del líder sirio Bachar Al Asad, conocimos hace un año a una mujer que se hacía llamar Um Shahid (Madre de un Mártir). Su hijo mayor había muerto, abatido por disparos de un francotirador del régimen, cuando regresaba a su casa en coche tras dejar a unos compañeros en el frente. Tenía 21 años. Um Shahid nos abrió su roto corazón, sacó fuerzas para enterrar su tristeza y hablar. Hasta que exclamó con determinación: “Lo único que tenemos es tiempo, todo el tiempo del mundo hasta que caiga Bachar al Asad”.

El mayor sufrimiento de una madre es tener que enterrar a un hijo. Aún así, Um Shahid no ocultaba su orgullo cuando contaba que su segundo hijo, de 19 años, había decidido coger un fusil y unirse también a los rebeldes. “Estoy orgullosa de mis hijos, de que quieran luchar por la revolución”, sentenciaba.

Estábamos en el porche de su casa. Mientras Um Shahid narraba sus desdichas, el benjamín de la familia apareció con una bandeja con tazas de té. Tenía 15 años y estaba decidido a seguir el ejemplo de sus dos hermanos mayores. En su frente exhibía una cinta negra con la Shahada, típica de los combatientes salafistas, que reza: No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta

Estábamos en el porche de su casa. Mientras Um Shahid narraba sus desdichas, el benjamín de la familia hizo acto de aparición portando una bandeja cargada con tazas de té. El menor de los hijos de la familia tenía 15 años y estaba decidido a seguir el ejemplo de sus dos hermanos mayores. En su frente exhibía una cinta negra con la Shahada (el testimonio de la fe), típica de los combatientes salafistas, que reza: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”.

“Quiero ser un combatiente. Seguiremos luchando hasta que caiga el régimen. Quiero morir como un mártir”, nos confesó entonces el adolescente. No sabemos qué ha sido de él. Seguramente el hijo menor de Um Shahid se unió a alguna milicia islamista. Quizás su deseo se haya cumplido. Quizás ya esté en el Janna (el paraíso musulmán), disfrutando, eternamente, de las 75 vírgenes que tiene a su disposición.

placeholder Issa, de 10 años, trabaja en una fábrica de armas rebelde en Alepo (Reuters).

La irrupción de Al Qaeda ante la pasividad de Occidente

La población de Salma ha sido castigada con intensos bombardeos en los que las fuerzas de Al Asad arrojaban bidones de dinamita desde helicópteros. Antes de la guerra, Salma era uno de los destinos turísticos por excelencia de esta provincia en la costa mediterránea. Tiene un buen clima estival y hermosas montañas. Su población, de 50.000 habitantes, se duplicaba entre julio y septiembre. Miles de familias venían aquí a pasar las vacaciones. Ahora es un infierno en la tierra.

Los hombres como Gamal sólo cuentan con una fuerte convicción religiosa y deben enfrentarse a un ejército que les supera en número en una proporción de setenta a uno. Aviones de combate, carros blindados, artillería pesada y minas antipersonales contra destartalados AK-47, varios RPG-7 y arcaicas pistolas Beretta

Como Um Shahid miles de mujeres, madres o esposas, se enorgullecen de que su marido o hijos hayan sacrificado sus vidas combatiendo en esta guerra desproporcionada (tanques y aviones de combate contra fusiles kalashnikov), que comenzó hace tres años con un levantamiento popular pacífico en la ciudad de Hama contra el régimen de Al Asad. Desde entonces, más de 140.000 sirios han muerto, entre los que se incluyen 11.000 menores. A esta escalofriante cifra hay que sumar los miles de desaparecidos que han sido brutalmente torturados y que nadie sabe si están vivos o muertos. Además, se debe remarcar que unos 40.000 alauíes han muerto en manos de extremistas musulmanes.

Ante la inmovilidad de la comunidad internacional tras los reiterados llamamientos de los rebeldes a que se les suministren armas, miles de combatientes extranjeros han acudido a ayudar a sus hermanos sirios. La irrupción de grupos yihadistas en la escena siria ha hecho saltar las alarmas de una posible iraquización del conflicto. No son temores infundados. En el último año grupos afines a Al Qaeda como Jabha al Nusra (el Frente al Nusra) o el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL) han ganado popularidad entre los rebeldes sirios. Aunque muchos desaprueban los actos terroristas, al mismo tiempo reconocen que la ayuda de los combatientes islamistas es imprescindible ante la inacción de Occidente. El conflicto con tintes sectarios en Siria ha posicionado a los insurgentes hacia una dirección cada vez más cercana a los grupos islamistas radicales.

Combatientes rebeldes alcanzados por el proyectil de un tanque en Damasco (Reuters). Aviones de combate contra pistolas Beretta

“Mejor perder la vida por una mina o por un disparo del régimen y convertirse en shahid (mártir) que morir de viejo o de un cáncer”, exclamaba Gamal, un rebelde que lucía una espesa barba. “Soy un hombre dispuesto a sacrificarme porque Dios está con nosotros. Si no tenemos otra opción elegiremos el martirio, pero no detendremos nuestra lucha hasta que caiga al Asad”, sentenciaba.

Los hombres como Gamal sólo cuentan con una fuerte convicción religiosa y deben enfrentarse a un ejército que les supera en número en una proporción de setenta a uno. Aviones de combate, carros blindados, artillería pesada y minas antipersonales contra destartalados AK-47, varios RPG-7 y arcaicas pistolas Beretta.

Torturas en los hospitales

En las ciudades bajo control del Ejército Libre de Siria (ELS) no hay personal médico cualificado porque muchos doctores han huido a Turquía por temor a que la policía secreta los arreste. Aquellos que no se han marchado colaboran con el régimen. Los hospitales públicos sirios no son seguros para los heridos, porque los doctores y las enfermeras torturan a los combatientes, les clavan agujas en la piel o les queman el cuerpo con cigarrillos para que confiesen. Por ese motivo, los heridos son tratados en clínicas clandestinas, en viviendas particulares o en las mezquitas. Además, los bombardeos han destruido más del 60% de los hospitales.

Hatib es un anestesista jubilado de 68 años que se ha convertido en médico de urgencias. Ha improvisado una sala de operaciones en una mezquita y utiliza una cuchara que hace las veces de lanceta y una espumadera para separar las costillas. No tiene bisturí, así que para cortar la piel se sirve de cuchillas de afeitar

El sistema sanitario sirio está totalmente colapsado. Ante la falta de material médico o medicinas, aflora la imaginación. Los doctores utilizan ropa vieja ante la falta de vendajes o fabrican su propio material quirúrgico. Como Mohamned Gazni Hatib, un anestesista jubilado de 68 años que se ha convertido en médico de urgencias.

Hatib ha improvisado una sala de operaciones en una mezquita y utiliza una cuchara que hace las veces de lanceta y una espumadera para separar las costillas. No tiene bisturí, así que para cortar la piel se sirve de cuchillas de afeitar. También ha fabricado un aparato para anestesiar, reparando viejas piezas que tenía en casa.

¿Qué esperanza hay para los que se quedan?

¿Qué esperanzas hay para aquellos que se quedan, que no han elegido huir? A pesar de las dificultades diarias, de los bombardeos, del racionamiento del pan, el carburante o los productos más básicos, muchos sirios han optado por permanecer en el país, porque la “resistencia es la mejor arma para luchar”, según enfatizaba el reconocido artista opositor Youssef Abdelke.

placeholder Un bebé rescatado de entre los escombros tras un bombardeo en Duma, Damasco (Reuters).

Este pintor vivió 25 años de exilio en Francia y regresó en 2005 a Damasco. En julio de 2013 fue arrestado por su afiliación al Partido Comunista y por ser unos de los líderes del Comité Nacional de Coordinación, principal órgano opositor dentro de Siria, que rivaliza con el Comité Nacional Sirio (CNS), ubicado en Estambul. Sus pinturas son oscuras, son el reflejo de sus miedos y pesadillas presentes. Pero Abdelke es de los que cree que para vencer los miedos hay que enfrentarse al monstruo y no huir.

En Salma, la segunda ciudad más importante de Latakia, feudo del líder sirio Bachar Al Asad, conocimos hace un año a una mujer que se hacía llamar Um Shahid (Madre de un Mártir). Su hijo mayor había muerto, abatido por disparos de un francotirador del régimen, cuando regresaba a su casa en coche tras dejar a unos compañeros en el frente. Tenía 21 años. Um Shahid nos abrió su roto corazón, sacó fuerzas para enterrar su tristeza y hablar. Hasta que exclamó con determinación: “Lo único que tenemos es tiempo, todo el tiempo del mundo hasta que caiga Bachar al Asad”.

Al Qaeda Islam Irak
El redactor recomienda