Es noticia
'Mirreyes' borrachos de Moët & Chandon: así son los niñatos que saquean México
  1. Mundo
hijos de la élite corrupta

'Mirreyes' borrachos de Moët & Chandon: así son los niñatos que saquean México

Usan bolsos de Hermes como bolsas de supermercado, humillan a "los plebeyos", conducen borrachos los coches más caros y hacen enfurecer a medio país

Foto: Dos jóvenes mexicanos posan con botellas de champán francés. (Instagram)
Dos jóvenes mexicanos posan con botellas de champán francés. (Instagram)

En México, los hijos de los capos de la droga y los hijos de la clase política comparten las mismas aficiones. A todos les encanta que sus papás les compren deportivos de lujo, como Ferrari o Maserati; adoran los relojes de oro y las camisas finas abotonadas a la altura del pecho, aunque apenas sean adolescentes lampiños; les encanta hacerse con animales en peligro de extinción, y si la jornada se da bien, pues por qué no darse un paseo en yate por la Riviera Maya, visitar Las Vegas, Londres y Nueva York, o evitar el tráfico de la Ciudad de México a bordo de un helicóptero privado.

De entre todos los dramas que asolan México, este es uno de los más inquietantes: la certeza de que las élites que llevarán las riendas del país en el futuro son pequeños déspotas sin otro mérito que haber nacido en las cunas más nobles del país, cuyos padres malcrían con caprichos que sólo los grandes narcotraficantes son capaces de igualar. Unos consienten a sus hijos mediante el tráfico de drogas y los otros a través del tráfico de influencias. Dos caras del mismo cáncer de corrupción que corroe al país azteca.

Estos niños de papá mexicanos son popularmente conocidos como mirreyes, nombre que deriva de la forma en que los ricos inmigrantes libaneses se dirigían unos a otros (“mi rey”). Jóvenes unidos por el “gasto ostentoso, exhibicionismo y narcisismo”, quienes por su posición social “viven por encima de la ley”, según los define Ricardo Raphael, analista político y periodista autor del ensayo Mirreynato. La otra desigualdad.

“El Mirrey es un personaje obsesionado con la ostentación. ¿Por qué te exhibes? Para generar impunidad. Si yo tengo una bolsa Fendi no te metas conmigo, si gasto mucho dinero es una forma de protegerme”, explica Raphael. “Los mirreyes cometen delitos pensando que su papá los va a sacar y realmente los sacan. El dinero y el poder ostentado protegen en México. Ostentación, impunidad, ese es el problema más serio del país, porque mucho del dinero que se ostenta viene de la corrupción. Los mirreyes son el producto de un régimen, los beneficiarios de una época”, dice.

Exhibicionismo

Los mirreyes llevan años posteando su ostentosa vida en las redes sociales (otra afición en común con los hijos del narco), siempre haraganeando en fiestas privadas o en discotecas junto a hermosas chicas que sacan morritos mientras ellos beben champán francés.Pero últimamente andan desatados. Hasta el punto de haber provocado más de una oleada de repulsa social por parte de esa “prole” (así se refieren a la gente corriente) que tanto aborrecen y a la que rechazan pertenecer.

En parte, de ahí viene su más reciente escándalo: un vídeo de instituto en el que cinco estudiantes organizan un casting para escoger pareja en la fiesta de graduación. Una horda de "plebeyas" en plan groupietrata de seducir a estos muchachos, quienes entre bostezos y aburrimiento las van descartando. Las chicas los persiguen como obsesas en la calle y en la cama, les secan el sudor y los pies, cualquier cosa por conquistarlos.

En el vídeo aparece hasta un jaguar, una especie protegida. Al final, una joven con supuesta clase enamora a los muchachos: ella sí tiene el caché y la belleza para ser aceptada en su selecta élite. La desvergüenza de estos púberes y el grotesco ejercicio de machismo han dado la vuelta al país, hasta el punto de que el Instituto Cumbres, perteneciente a los Legionarios de Cristo, ha tenido que pedir disculpas. Y no es el primer año en que estos vídeos de graduación desatan la ira entre los mexicanos.

“¡Voy a hacer historia, voy a detener el barco!”, berreó ante sus amigos Jorge Alberto López Amores, hijo del fiscal general de Chiapas, el pasado 18 de julio. Andaba de fiesta en un crucero a las afueras de Río de Janeiro, eufórico por los chupitos de mezcal. Desde allí disfrutaba del Mundial de Brasil junto a varias celebridades. “Me voy a tirar. Tómame con tu celular”, le dijo a un amigo. Acostumbrado a vivir tal cual le diera la gana, Alberto se subió a un trampolín y saltó al mar. Nunca más se ha sabido de él.

Fiestas que acaban mal

Desde luego, si quería hacer historia, lo consiguió. Y no es el único episodio trágico protagonizado por un mirrey. Apenas un mes antes, en junio de 2014, Miguel Lozano Ramos, hijo del alcalde de Pesquería y presidente del PRI en Nuevo León, falleció en Londres tras caer al vacío mientras practicaba sexo con una joven en un balcón. Tal como narra Raphael en su libro, el joven de 18 años “recién había llegado a Londres para tomar un curso de inglés en la prestigiada escuela Bellerbys, lugar donde la colegiatura anual llega a ser de medio millón de pesos” (31.000 euros).

También son incontables los casos de accidentes de coche y vandalismo. La actitud de los mirreyes es tan bochornosa que, citando el mismo libro, “en varios hoteles de las principales ciudades europeas se ha tomado la decisión de no alojar jóvenes mexicanos por los destrozos que suelen hacer durante los viajes que se organizan para ellos como premio por haber concluido la preparatoria (bachillerato): se trata de una gira que dura entre tres y cuatro semanas para conocer las principales discotecas europeas. No son excepción las cuentas de cincuenta mil euros, firmadas con una tarjeta adicional a la de los padres, ni las pistas de baile tapizadas con botellas de champaña Moët&Chandon. En los hospitales de Madrid y Barcelona hay registro sobre la gran frecuencia con que, en el verano, se atiende a jóvenes mexicanos afectados por congestión alcohólica”.

Denise Dresser, respetada analista política, se refirió recientemente al mirreynato en un editorial. Para Dresser no es un “síntoma aislado”, sino “la principal manifestación de una enfermedad social que recorre México”. “Los mirreyes dan nombre a una época, a un régimen moral con grandes repercusiones, (…) orgulloso de la sistemática e injusta asimetría”, escribe la analista.

“Un régimen que lleva a una pregunta central: ¿por qué el tránsito a la democracia electoral vino acompañado de una concentración sorprendente de la riqueza en unas cuantas manos? Y condujo a la ostentación, a la explotación de la servidumbre, al imperativo de la moda, a los automóviles, yates y aviones, a las casas en México y en el extranjero, a la necesidad del escaparate y el espectáculo. Todo ello explicado por la corrupción que coexiste con la más absoluta impunidad”.

Desigualdad rampante

El mirreynato es, sencillamente, la cara más obscena de la salvaje desigualdad social en México. Mientras 66 millones de mexicanos no tienen dinero para comprar la canasta básica y 22 millones sobreviven en la pobreza extrema, hay en el país 145.000 millonarios y 2.540 multimillonarios, según WealthInsigh. A la vez que el ingreso medio en los hogares mexicanos apenas alcanza los 15.000 pesos mensuales (932 euros), los mirreyes gastan fácilmente ese dinero cada vez que salen de discotecas, varias noches por semana.

Si no fuera una figura tan repugnante e ilustrativa de una tragedia social, el mirreynato daría para estruendosas comedias. Y de hecho en 2013 la película Nosotros los nobles, que narra las peripecias de unos niños de papá ya mayorcitos que lo único que saben es dilapidar la fortuna del padre, batió récords de taquilla en México.

Una de las fuentes de inspiración fue sin duda Carlos Romero Deschamps, quien fuera secretario general del Sindicato de PEMEX (Petróleos Mexicanos) hasta diciembre de 2013, y actualmente senador del partido de gobierno, el PRI. Él es el gran jeque del mirreynato. En 2012, su hija Paulina publicó unas fotografías en Facebook en donde mostraba sus viajes por el mundo en aviones privados, mientras en otras aparecía disfrutando de paseos en yate junto a sus mascotas.

La hija del líder sindical se refería también a sus bolsos Hermés como sus bolsas de supermercado. Por supuesto, su otro hijo varón no podía ser menos. En 2013, Romero Deschamps regaló a su hijo José Carlos un Ferrari Enzo de edición limitada valorado en unos dos millones de dólares. Para hacerse con un Enzo, Ferrari exige ser poseedor de al menos dos modelos de la marca.

Hijos de sindicalistas

Romero Deschamps ha sido acusado de estar metido hasta el tuétano en oscuras tramas de corrupción en su rol de padrino del sector petrolero, pero ha escapado de rendir cuentas ante la justicia gracias a su escaño de senador, cargo que el PRI le ha otorgado a dedo varias veces consecutivas.

Puesto que los mirreyes “viven en otra realidad que los conecta con otra dimensión”, tal como ironiza el sociólogo Héctor Castillo Berthier, sus pataletas son de órdago cuando el mundo no se pliega a sus caprichos. Una de las más surrealistas fue la clausura del exclusivo restaurante Maximo Bistrot en abril de 2013.

Al parecer, la hija de Humberto Benítez Treviño, titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) se exasperó porque el maitre no le otorgó la mesa que ella quería, ya que había otros comensales esperando antes que ella. Tal fue el enfado que se las ingenió para hacer que inspectores de la Profeco clausuraran el restaurante por supuestas irregularidades.

El revuelo en las redes sociales fue mayúsculo. Al gobierno no le quedó otra que salvar la cara y destituir al padre del cargo, si bien al parecer no fue él quien ordenó la clausura del lujoso restaurante, sino un mando intermedio que creyó que de esa manera iba a apuntarse un tanto con su jefe. Uno de tantos ejemplos de que el poder público está al servicio de la élite política y empresarial y, por extensión, de sus tiernos mirreyes.

En pocos lugares como México las élites tienen al gobierno y la policía a sus pies

Una vez se hacen mayores y son elegidos a dedo para ocupar puestos de responsabilidad política, los mirreyes continúan con su apetito por el lujo y la ostentación. Y sus sacrificados padres los siguen consintiendo desde sus tronos de corrupción. Un ejemplo es el muy reciente alboroto provocado por Heliodoro Díaz, director regional del Infonavit, el banco público de préstamos para vivienda, quien posteó en su Facebook la foto de un flamante Porsche Cayman esta pasada Navidad.

Ydirigiéndose a su hijo escribió: “Que bien que Santa Claus te llevo mi regalo mijo. Cuídalo”. Resulta que su hijo, de nombre también Heliodoro, es director jurídico en Liconsa, una agencia pública que se encarga de proveer leche a las comunidades más pobres de México. En cuanto la foto pasó a ser de dominio público, Díaz la borró de su cuenta y se excusó diciendo que era una broma, que jamás compró ese coche. Sin embargo, a los pocos días tuvo que dimitir de su cargo.

La integración en los puestos de responsabilidad política de estos déspotas sin formación y con una escala de valores atrofiada es lo que alarma a todos los expertos. En todo el mundo los hijos de los ricos ostentan, pero en pocos lugares como México tienen a gobierno y policía a sus pies. “La enfermedad está ahí, y creo que vamos a llegar al punto en que debamos construir un nuevo acuerdo social en el país”, considera Raphael. “El país se nos está desgarrando porque no nos asumimos una comunidad integrada. La mezquindad de arriba, el enojo de abajo, el miedo en todas partes. Hay razones suficientes para hacer un replanteamiento, derrocar al mirreynato y ahora sí poner en marcha una verdadera democracia”, sentencia el analista.

En México, los hijos de los capos de la droga y los hijos de la clase política comparten las mismas aficiones. A todos les encanta que sus papás les compren deportivos de lujo, como Ferrari o Maserati; adoran los relojes de oro y las camisas finas abotonadas a la altura del pecho, aunque apenas sean adolescentes lampiños; les encanta hacerse con animales en peligro de extinción, y si la jornada se da bien, pues por qué no darse un paseo en yate por la Riviera Maya, visitar Las Vegas, Londres y Nueva York, o evitar el tráfico de la Ciudad de México a bordo de un helicóptero privado.

México Lujo
El redactor recomienda