Exiliados por amor: el calvario de casarse con un ‘sin papeles’ en Estados Unidos
Emily cruza dos veces al día la frontera. Nacida en Arizona y con un título universitario, está atrapada en una vida entre EEUU y México por su matrimonio
De lunes a viernes, Emily cruza dos veces al día la frontera más transitada del mundo. Sale aún de noche de su casa en Ciudad Juárez (México) para llegar temprano a su oficina en El Paso (Texas). Por la tarde cubre el mismo trayecto, en sentido contrario. Hay días en los que el tráfico es fluido y otros en los que se ve obligada a esperar horas antes de pasar el control aduanero. “Me voy acostumbrando”, dice.
Nacida en Arizona y con un título universitario en el bolsillo, Emily está atrapada en una vida fronteriza para salvar su matrimonio. “El único motivo por el que vivo en Ciudad Juárez es mi esposo, porque las leyes de inmigración de Estados Unidos son absurdas y me han obligado a exiliarme. Aunque pocos lo saben, hay miles de personas en mi misma situación”.
A su marido, RaymundoCruz, lo conoció en 2005. Decidieron casarse dos años después, pensando que con eso resolverían su problema. “Tardamos unos meses en descubrir la verdad y quedamos destrozados. No nos lo podíamos creer cuando nos dijeron que Raymundo, por haber entrado ilegalmente al país, tiene que esperar diez años fuera de EEUU para solicitar cualquier tipo de visado. No puede entrar ni siquiera como turista y da igual que esté casado conmigo”.
Emily cruza dos veces al día la frontera más transitada del mundo. Nacida en Arizona y con un título universitario en el bolsillo, está atrapada en una vida entre EEUU y México para salvar su matrimonio. Hay cientos de miles de personas en su situación
Fue entonces cuando decidieron instalarse a vivir con un pie en cada país. “Encontré un trabajo en El Paso y era perfecto porque podía residir en México con mi marido y trabajar en Estados Unidos. No podemos vivir con sueldos mexicanos porque, además, yo tengo que pagar aún el crédito que contraje con la universidad. Pero el coste emocional que estamos pagando en Ciudad Juárez es alto. Tardé sólo 13 días en ver el primer cadáver y ya he tenido todo tipo de experiencias desagradables. He visto secuestros, han robado casas de amigos, coches… y ya estoy acostumbrada a escuchar los tiros”, confiesa a El Confidencial.
Muchos de los inmigrantes deportados estos días llegaron a Estados Unidos antes de aprender a hablar. Otros, como Raymundo, lo hicieron ya siendo adultos, pero no están preparados para la vida en las ciudades fronterizas, más golpeadas por la violencia. “Jorge pasó los primeros meses un poco asustado”, recuerda Emily. “Nada más llegar, estaba haciendo una foto a la catedral, como un turista, cuando unos hombres lo agarraron y se lo llevaron a un sótano, bajo tierra. Empezaron a interrogarlo de una manera muy agresiva, preguntándole para quién trabajaba. Al final le hicieron borrar las fotos de la cámara y lo soltaron. Creemos que, por casualidad, le hizo una foto a alguien importante”.
Obama, el campeón de las deportaciones
Es difícil determinar el número exacto, pero miles de parejas viven una situación parecida a la de Emily y Raymundo. La legislación estadounidense, una de las más duras del mundo en materia migratoria, no ofrece alternativas a quienes entraron en el país de manera ilegal. El censo de 2010 revela que hay 4,1 millones de parejas mixtas. “De todos ellos, nuestra estimación es que al menos medio millón tienen un problema migratorio irresuelto”, explica Paul Donelly, portavoz de American Families United, una asociación que presiona a políticos locales y congresistas federales.
Mientras ofrece una cara amable y un discurso proinmigrantes para seducir al voto latino, Obama bate todos los récords de deportaciones (lleva más de dos millones) y miente sobre los criterios que se utilizan para ello
Donelly subraya que casos como el suyo no afectan sólo a extranjeros, sino también a ciudadanos “cuyos derechos están protegidos por la Constitución americana”. “Tengo mis derechos y libertades, que deberían estar protegidos, y el Gobierno no puede decirme con quién me tengo que casar. Soy un ciudadano americano y se nos tiene que tener en cuenta”, reclama.
No todas las parejas “ilegales” mantienen un pie a cada lado de la frontera. Muchos prefieren permanecer en las sombras y esperar la regularización masiva que el presidente Barack Obama lleva años prometiendo a los cerca de 12 millones de extranjeros que viven sin sus papeles en regla. Unareforma migratoria que, sin embargo, nunca llega. De hecho, mientras ofrece una cara amable y un discurso proinmigrantes para seducir al voto latino, la Administración Obama bate todos los récords de deportaciones (lleva más de dos millones de expulsiones desde que entró a la Casa Blanca) ymiente sobre los criteriosque se utilizan para ello.
“Si eres familiar de un estadounidense, eres un objetivo”
Frente a la perspectiva de no solucionar a medio plazo el problema, hay parejas que deciden mantener la relación a distancia, incluso con niños de por medio. Es el caso de Álvaro y Christina Gómez, que optaron por vivir separados después de que él fuese deportado. “México está en manos de narcotraficantes y cárteles en guerra. (...) Cualquiera que sea conocido por ser familiar de un estadounidense es objetivo de raptos, extorsión o ataques violentos. Por eso irnos a México nunca fue una opción para nosotros. No tenemos más remedio que estar lejos, y eso es terrible. Mi marido no debería vivir lejos de su mujer y sus hijos”, lamenta Christina.
Presionados por sus bases electorales en los estados sureños con más parejas mixtas, un grupo de congresistas se ha sensibilizado con las dificultades de estos matrimonios. Ahora, el Capitolio estudia una ley sobre reagrupación familiar que, de prosperar, mitigaría parcialmente sus problemas. La nueva legislación habilitaría a los funcionarios de inmigración a conceder exenciones especiales.
'Ahora me siento totalmente exiliada; siento que mi país no acepta mi familia y que he sido obligada a irme. Ahora me preocupo por cómo van a crecer mis hijos. Yo no hablo español, ni ellos tampoco, pera esta es nuestra nueva casa', dice Cindy
Los promotores de la iniciativa (el demócrata por Texas, Beto O'Rourke, y el republicano por Nuevo México, Steve Pearce) creen que, en la práctica, permitiría a decenas de miles migrantes solicitar la residencia legal sin tener que esperar más de una década. Entre los potenciales beneficiados se encuentran muchos dreamers, jóvenes que fueron traídos a Estados Unidos por sus padres cuando eran menores de edad. La mayoría nunca se han planteado volver a México y algunos ni siquiera hablan español.
Quienes se oponen a cualquier flexibilización de las normas vigentes también disponen de argumentos.“No hay razón moral, legal o de principios para que EEUU recompense a las personas que violaron la ley entrando ilegalmente en el país. Independientemente de sus circunstancias, no se les pueden otorgar los mismos beneficios que se le dan a alguien que llega por la vía legal”, ha repetido cientos de veces Jeff Sessions, senador republicano por Alabama y una de las voces más críticas con la inmigración.
Renunciar al “sueño americano”
En todo caso, las perspectivas de cambio son, por ahora, remotas y las excepciones, numerosas. Y, ante esta realidad, algunas parejas prefieren olvidarse del “sueño americano” e instalarse en México definitivamente. Es el caso de la familia Torres, que decidió empezar una nueva vida en Ciudad Acuña (Coahuila). Para ellos no hay esperanza de volver a EEUU, ya que el marido, Carlos, fue deportado tras una sentencia penal, lo que le inhabilita de por vida para entrar en el país.
“Nos conocimos hace 13 años en Tulsa (Oklahoma) cuando una amiga nos organizó una cita a ciegas. Al principio yo no quería ir porque él era extranjero y yo había crecido en un pueblecito muy racista… pero cuando lo vi enseguida supe que me casaría con él. Ahora tenemos dos hijos”, cuenta Cindy Torres, que ha tomado el apellido de su marido. “Ahora me siento totalmente exiliada. Siento que mi país no acepta mi familia y que he sido básicamente obligada a irme, a pesar de que mi marido estaba haciendo todo lo que se supone que debía hacer para mantenernos y pagar las facturas”, dice.
Aunque tienen pasaporte estadounidense y viven a tiro de piedra de la frontera, sus hijos no pueden ir a la escuela en Estados Unidos porque no disponen de una prueba de residencia en suelo americano. “Los primeros meses fueron muy duros aquí y me preguntaba todos los días qué habíamos hecho para acabar así. Ahora me sigo preocupando por cómo van a crecer mis hijos, que tienen 10 y 12 años. Yo no hablo español, ni ellos tampoco, pero esta es nuestra nueva casa... Lo peor es el salario. Mi marido nos mantiene ganando 7,25 dólares al día y hay muchas cosas que no son para nada baratas”, dice.
“El país por el que arriesgué mi vida me traicionó”
Los planes de otra “exiliada por amor”, Krystal Loverin, pasan por vivir en un tercer país. Esta veterana de la guerra de Irak permanece temporalmente en Acuamanala (Tlaxcala) con su marido y sus dos hijas. “En mi caso es muy duro porque padezco un trastorno de estrés postraumático causado por mi experiencia en Irak. Para mí estar en México es como volver a una zona de guerra. Aquí sufro frecuentes ataques de pánico y necesito estar siempre medicada”, dice.
'Entiéndeme, yo amo México, pero al mismo tiempo no puedo conducir por la noche, no puedo perder de vista a mis hijos ni un segundo y la corrupción me está volviendo loca. No quiero criar a mis hijos aquí', cuenta una veterana de Irak
Krystal, que se siente “traicionada por un país por el que ha arriesgado la vida”, no tiene problemas financieros gracias a la pensión como veterana de guerra, pero no quiere vivir en México. “Entiéndeme, yo amo México, pero al mismo tiempo no puedo conducir por la noche, no puedo perder de vista a mis hijos ni un segundo y la corrupción me está volviendo loca. No quiero criar a mis hijos aquí, así que buscaremos un tercer país donde poder establecernos, quizá en Europa”, continúa.
Elizabeth Sommo, descendiente de italianos, está intentando conseguir un pasaporte de la Unión Europea para cruzar el charco con su marido, David Berdeja, pintor de brocha gorda mexicano a quien conoció en Portland (Oregón). Por el momento residen en Reynosa (Tamaulipas) para que ella pueda conducir todos los días hasta Mission (Texas) y llevar a casa un sueldo digno. “Reynosa es un lugar bastante horrible. Me gusta México y he viajado por varias zonas del país, pero la corrupción es descorazonadora y se me hace muy frustrante imaginar una vida aquí. El país entero está destrozado por la corrupción y la extorsión, por eso he solicitado la ciudadanía italiana. Si no me la conceden, intentaré conseguir una beca de estudios en Canadá. Soy una exiliada”, concluye.
De lunes a viernes, Emily cruza dos veces al día la frontera más transitada del mundo. Sale aún de noche de su casa en Ciudad Juárez (México) para llegar temprano a su oficina en El Paso (Texas). Por la tarde cubre el mismo trayecto, en sentido contrario. Hay días en los que el tráfico es fluido y otros en los que se ve obligada a esperar horas antes de pasar el control aduanero. “Me voy acostumbrando”, dice.
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