En Venezuela, la protesta será "youtubeada"
Caótica lucha callejera contra el Gobierno de Maduro que los canales de televisión de Venezuela no quieren ver. O que el chavismo no les deja contar.
El 12 de abril de 2002, mientras el chavismo salía en masa a las calles para exigir el retorno su líder y presidente, derrocado y secuestrado el día anterior tras una caótica jornada de protestas, en los canales de televisión venezolanos sólo se podía ver una cosa: dibujos animados. El contubernio entre los medios de comunicación y el grupo que dio el golpe de Estado fue puesto en evidencia por los cineastas irlandeses Kim Bartley y Donnacha Ó Briain en “La revolución no será televisada”, un documental aplaudido y criticado hasta la saciedad que retrató las dramáticas jornadas que comenzaron con las masivas marchas del 11 de abril exigiendo la renuncia de Hugo Chávez y su apoteósico retorno dos días después.
Casi 12 años después, y para vergüenza del periodismo venezolano, la situación se vuelve a repetir. Pero esta vez, los papeles se han invertido. Las protestas estudiantiles contra el Gobierno, que comenzaron como un reclamo por la inseguridad y el desabastecimiento, han acabado en una caótica lucha callejera para exigir la renuncia del presidente Nicolás Maduro que los canales de televisión del país no quieren ver. O no les dejan contar.
Con una ley que prohíbe transmitir información que pueda ser considerada “propaganda de guerra” o “que genere zozobra en la población”, los canales tradicionales han limitado al máximo su cobertura en vivo de los disturbios que vive la nación caribeña, donde ya han muerto al menos seis personas y hay cientos de heridos y detenidos, con denuncias de torturas y maltratos.
Pero, mientras el ojo mediático se cierra cada vez más, el ojo ciudadano parece agudizarse. En el fragor de las calles, agazapados en los coches o asomados a las ventanas, casi siempre hay alguien vigilando, con el teléfono dispuesto a captar lo que no pasarán en la tele. “No hay forma de escapar. Desde cualquier lugar hay una mirada que te ve y lo va a contar”, escribió Carlos Correa, el director de la ONG Espacio Público, en su cuenta de Twitter. Y se está viendo. Pero en la red.
Lo que la pantalla no quiere mostrar
La estela de violencia desatada por la represión de las protestas ha quedado inmortalizada en Youtube. Decenas de videos captados por ciudadanos muestran lo que la pantalla chica se niega a pasar: militares disparando a civiles, colectivos armados acosando barrios residenciales e incluso la dramática muerte de un manifestante.
Basil Dacosta, un carpintero de 23 años, fue asesinado el 12 de febrero, tras participar en la nutrida marcha que exigía la liberación de unos estudiantes detenidos en el interior del país. El Gobierno aseguró que los cuerpos de seguridad no habían utilizado fuego real contra los manifestantes y culpó del homicidio a sicarios infiltrados por la propia oposición. Pero la muerte del joven fue registrada desde al menos tres ángulos diferentes con teléfonos móviles, como también quedaron grabados los policías y civiles armados que dispararon contra el grupo de jóvenes.
El diario Últimas Noticias compiló varios videos y cientos de fotos de la escena, llegando a identificar a varios de los agentes que dispararon contra la multitud. La investigación apunta a que Dacosta fue asesinado con la misma arma que minutos antes segó la vida de Juan Montoya, policía municipal y líder de un colectivo chavista. Sin embargo, todavía no hay ningún detenido por los hechos. Esa misma noche, otro video amateur mostró el cuerpo sin vida de Robert Redman instantes después de que le metieran un tiro en la cabeza mientras la televisión dormía plácidamente.
Plomo en la madrugada
Una semana y tres muertos después, el temporal arrecia. La detención del líder opositor Leopoldo López, acusado de promover la violencia en las movilizaciones estudiantiles, caldeó aún más los ánimos en las calles. Mientras Maduro acaparaba las pantallas con una cadena nacional de radio y televisión para hablar de paz, en las calles gobernaba el miedo. Y sólo la ventana digital fue testigo.
Los vídeos dejaron constancia de la brutalidad policial y el terror que infunden los colectivos. Desde un edificio, un ciudadano graba cómo un policía dispara a quemarropa a un manifestante, que resultó herido de gravedad en la ingle. Otro registra a varios agentes corriendo detrás de un opositor al que pegaron un tiro en un pie. También abundan las piezas en las que se pueden ver miembros de la guardia nacional lanzando bombas de gas a los edificios, rompiendo carros o golpeando a estudiantes.
Pero las que más aterrorizan a los opositores son la llegada de grupos de choque del oficialismo a los barrios residenciales, con el estruendo de sus motos y pegando tiros al aire. Su pesadilla más íntima hecha realidad y no hay nadie para contarlo.
Hegemonía comunicacional
Desde que los medios colaboraran con el fugaz golpe de 2002, el panorama informativo en Venezuela ha cambiado completamente. En ese entonces, cuatro de las cinco principales televisiones en abierto del país eran frontal y combativamente opositoras. Hoy día, ninguna. Venevisión y Televen pactaron con el Gobierno hace años, a RCTV no le renovaron la concesión en 2007 y Globovisión, la última en mantener una línea editorial antichavisa, fue comprada por un grupo empresarial afín al oficialismo tras la muerte de Chávez en marzo del año pasado.
El panorama en el dial no es mucho más alentador para los críticos de la revolución, que desde hace años ha cooptado las ondas con radios comunitarias, ni en la prensa, cuya difusión es mínima y lucha con la escasez de papel, la regulación y las multas.
La programación del cable, que tiene 3,6 millones de hogares abonados, era una válvula de escape informativa para la oposición, pero eso podría cambiar en breve. Maduro sacó de la parrilla del cable al canal colombiano NTN24, por considerar que sus permanentes enlaces en vivo a las protestas eran una incitación a la violencia y ayer mismo amenazó con expulsar el país a la cadena estadounidense CNN en Español si no rectificaba su cobertura de las protestas. La controvertida hegemonía comunicacional, sobre la que tanto teorizó Chávez, en su máximo esplendor.
Pocos pero muy activos
Ante el poco margen de maniobra informativo, los venezolanos de todo signo político se han visto obligados a han acudido en masa a la red para saber qué diantres sucede en su país. Pero la permeabilidad y calidad de esa información es muy limitada. Según cifras oficiales, poco más del 40% de la población tiene acceso a Internet y además está terriblemente desequilibrado en su cobertura social, geográfica y por edades. Mientras que en la capital 9 de cada 10 venezolanos tiene la posibilidad de conectarse, en 19 de los 23 estados la penetración está por debajo del 30% y en las zonas más rurales apenas llega al 15%.
Sin embargo, la actividad de los venezolanos en las redes sociales es remarcable. Cuatro de cada 10 internautas se conecta a través de un dispositivo móvil. Con aproximadamente 8 millones de usuarios, el país caribeño es el 13º con más cuentas de Twitter en el mundo y el 5º en tuiteros per cápica, según un estudio de la compañía francesa Semiocast. Además, cuenta con casi 10 millones de usuarios en Facebook. Y es así que el país recibe, de forma caótica y desordenada, el estado de la nación.
Ante el apagón informativo en los medios tradicionales, las redes sociales son protagonistas absolutas en las movilizaciones. Pero si bien sirven para registrar los abusos y delitos cometidos por las fuerzas públicas, también están siendo invadidas por ordas de rumores, fotos falsas, entrevistas ficticias y bulos de todo tipo.Así, diarios, blogs y tuiteros replican fotos de muertos de la guerra de Siria, manifestantes golpeados en Egipto, heridos ucranianos o estudiantes chilenos reprimidos como si fueran venezolanos, socavando aún más el endeble estado de la información en el país.
El 12 de abril de 2002, mientras el chavismo salía en masa a las calles para exigir el retorno su líder y presidente, derrocado y secuestrado el día anterior tras una caótica jornada de protestas, en los canales de televisión venezolanos sólo se podía ver una cosa: dibujos animados. El contubernio entre los medios de comunicación y el grupo que dio el golpe de Estado fue puesto en evidencia por los cineastas irlandeses Kim Bartley y Donnacha Ó Briain en “La revolución no será televisada”, un documental aplaudido y criticado hasta la saciedad que retrató las dramáticas jornadas que comenzaron con las masivas marchas del 11 de abril exigiendo la renuncia de Hugo Chávez y su apoteósico retorno dos días después.
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