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Tahrir, territorio comanche para las mujeres
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DENUNCIAN QUE LOS ABUSOS SEXUALES SE AGUDIZAN EN EL CENTRO DE EL CAIRO

Tahrir, territorio comanche para las mujeres

Los gritos de varias decenas de mujeres reverberan en la soleada plaza que alumbró la revolución. A su lado, formando un impermeable perímetro de seguridad, varios

Foto: Tahrir, territorio comanche para las mujeres
Tahrir, territorio comanche para las mujeres

Los gritos de varias decenas de mujeres reverberan en la soleada plaza que alumbró la revolución. A su lado, formando un impermeable perímetro de seguridad, varios chicos vestidos con chalecos naranjas fluorescentes escoltan a la comitiva. Ali, uno de ellos, asegura que está allí porque todas las egipcias son "sus “hermanas. De entre la tropa emerge Magda el Masreya, una poetisa que asegura que van a “seguir reivindicando las demandas de la revolución, pese a la estrategia de algunos infiltrados”.

En las últimas semanas las denuncias por acoso sexual en la plaza Tahrir no sólo se han multiplicado, sino que han ido subiendo en intensidad. Según apunta Madga Adly, la directora del centro Nadim para la rehabilitación de las víctimas de la tortura, “los últimos testimonios evidencian que los casos son ahora más graves, incluso hay constancia de violaciones en la misma plaza”.

“Todo lo que podía saber en ese momento es que cientos de manos se metían por debajo de mi ropa y me violaban brutalmente”, relata una chica al centro Nazra, otra de las organizaciones que se encargan de proteger los derechos de las mujeres. El testimonio de la chica, que prefiere no ser identificada para evitar ser estigmatizada, explica cómo perdió a sus amigos, fue rodeada por una multitud y pasó varios minutos desnuda hasta que alguien acudió en su ayuda y consiguió trasladarla a un hospital.

El modus operandi siempre coincide. Decenas de hombres se sirven de la aglomeración para acorralar a la víctima y abusar de ella cuanto puedan. La policía ni siquiera acude a estas concentraciones, por lo que la impunidad para los acosadores es total.  Por este motivo, en los últimos meses han surgido varios grupos para tratar de frenar estos crímenes.

El trabajo de la sociedad civil

Quizá el más representativo es la Operación Anti Acoso Sexual, que agrupa a Nadim, Nazra y otro puñado de asociaciones. Cuentan con un equipo de psicólogos que presta atención a las mujeres, aunque su actividad más visible la protagonizan decenas de voluntarios que vigilan Tahrir los días de manifestación para evitar que se produzcan los ataques.

Ante la falta de estadísticas oficiales, estos movimientos se dedican a recopilar los casos. Sólo el pasado día 25 de enero, coincidiendo con el aniversario de la revolución, la Operación Anti Acoso recibió 19 denuncias por “graves abusos sexuales” en la plaza. Su directora, Angy Ghozlan, declaró hace días al periódico estatal Al Ahram que “aquel fue un día trágico. Los asaltos fueron muy violentos, en algunos casos utilizaron objetos punzantes contra ellas”. “Nuestros equipos fueron incluso atacados”, añadió.

Desde la plaza, Mona Duidar, una joven que ha estado presente en todas las manifestaciones convocadas por la oposición en los últimos meses, ratifica las versiones de la mayoría de estos colectivos. “El acoso sexual siempre ha existido en Egipto, pero éste era antes un lugar seguro. Quienes cometen ahora mismo estos actos son hombres ajenos a las protestas con motivaciones políticas, que quieren excluir a las mujeres de la vida pública”, mantiene.

Trascendencia política

El caso, tanto tiempo silenciado en la sociedad egipcia, ha saltado ya incluso a las altas esferas. La principal agrupación opositora ha pedido a la presidencia y al Ministerio del Interior que abran una investigación para “aclarar estos asaltos perpetrados para intimidar a los revolucionarios”. Incluso desde las Naciones Unidas, la directora ejecutiva para la agencia por la igualdad de género, Michelle Bachelet, ha condenado estos ataques y ha pedido a las autoridades que castiguen a los responsables.

La Fiscalía general, por el momento, estudia un solo caso de violación denunciado el propio día 25 de enero. Mientras que arrecian las voces también para condenar al predicador salafista conocido como Abu Islam, que esta semana aseguró en televisión que las mujeres que acuden a Tahrir “van desnudas y sin velo para ser violadas”. “Van con el cabello despeinado como demonios, no son mujeres sino diablos que se hacen llamar mujeres”, bramaba el polémico clérigo, inmerso ya en otro proceso judicial por quemar una Biblia en plena oleada de violencia tras la crisis desatada en el mundo árabe a raíz, supuestamente, de un vídeo blasfemo sobre el profeta Mahoma.

Entre las asistentes a la última protesta convocada en la Tahrir resaltan tantas melenas al viento como cabellos resguardados bajo el tradicional hiyab. Las hermanas Salma y Noha Alaui, ataviadas con el pañuelo islámico, reconocen que tanto ellas como la mayoría de sus amigas alguna vez han sufrido el acoso de los hombres, “aunque nunca nada serio, gracias a Dios”. “No tenemos miedo a seguir viniendo”, anuncian, “pero preferimos hacerlo en grupos, acompañadas de algún amigo y nunca durante la noche”.

Los gritos de varias decenas de mujeres reverberan en la soleada plaza que alumbró la revolución. A su lado, formando un impermeable perímetro de seguridad, varios chicos vestidos con chalecos naranjas fluorescentes escoltan a la comitiva. Ali, uno de ellos, asegura que está allí porque todas las egipcias son "sus “hermanas. De entre la tropa emerge Magda el Masreya, una poetisa que asegura que van a “seguir reivindicando las demandas de la revolución, pese a la estrategia de algunos infiltrados”.