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Israel: Netanyahu y alguien más a su derecha
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NADIE CUESTIONA LA VICTORIA DEL PRIMER MINISTRO, QUE DEBERÁ GOBERNAR EN COALICIÓN

Israel: Netanyahu y alguien más a su derecha

Cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, subió a la tribuna de la Asamblea de las Naciones Unidas el pasado septiembre, evidenció cuál sería su principal

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Israel: Netanyahu y alguien más a su derecha

Cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, subió a la tribuna de la Asamblea de las Naciones Unidas el pasado septiembre, evidenció cuál sería su principal preocupación en el futuro. Mostrando un gráfico en forma de bomba, declaró que “la pregunta no es cuándo tendrá Irán el arma nuclear, sino cuándo querremos frenarles para que no lo consigan”. Con la amenaza iraní en el horizonte y la seguridad como obsesión, menos de dos semanas después convocó unas elecciones anticipadas que se celebrarán el próximo martes y que pocos dudan que vaya a perder.

Días más tarde, el primer ministro anunció que concurría a los comicios con quien ya era su socio de Gobierno y ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman. Considerado uno de los grandes halcones del Ejecutivo, ha orientado al país un paso más a la derecha del Likud, el partido del primer ministro. El primer reto de Lieberman será esquivar los casos de corrupción que pesan sobre él, pero tampoco será ninguna sorpresa que ocupe un puesto destacado en el futuro Gobierno, que será elegido por el nuevo Parlamento.

Los comicios se celebrarán bajo una nueva ley electoral, que impulsó Netanyahu y que paradójicamente perjudica a su coalición. Según las encuestas, la alianza obtendrá menos escaños que cuando ambas formaciones se presentaban por separado y en el mejor de los escenarios sólo estaría en disposición de controlar la tercera parte de la Cámara. Los mismos sondeos señalan que la gran triunfadora será la derecha más extrema, liderada por Nafatali Bennet, un comandante en la reserva, ultrareligioso y partidario de anexionarse de forma unilateral dos terceras partes de Cisjordania.

El primer ministro no tendrá más remedio que gobernar en coalición. Y para ello sólo tendrá dos opciones. La que representa esta corriente ultraortodoxa -que podría alcanzar casi la mitad de los diputados- o un sector más centrista, fuertemente disgregado. La única dentro de este frente que parece dispuesta a formar parte del gabinete sería la también exministra de Exteriores, Tzipi Livni, quien ha formado un nuevo partido huyendo del casi desmantelado Kadima, que hace sólo tres años fue la fuerza más votada.

Pero el previsible éxito de los más conservadores, su mayor afinidad política y la oportunidad de marginar a quien obtuvo más escaños en las anteriores elecciones provocan que Netanyahu mire hacia su derecha. Israel se encamina, por tanto, a un Gobierno más nacionalista, en el que las cuestiones religiosas tendrán más peso y donde las negociaciones con los palestinos quedarán todavía más lejos.

La frustración palestina

Ni siquiera el Laborismo, la corriente tradicionalmente más cercana a la “solución de los dos Estados” ha trasladado la cuestión palestina a la campaña política. La encargada de relanzar el partido que gobernó durante décadas Israel, pero que languidece ante la progresiva pujanza de la derecha será la experiodista Shely Jajimovich. Sus propuestas socioeconómicas han buscado atraer al voto de los jóvenes indignados, que también saltaron a escena en Israel hace un par de años. Y aunque las previsiones la señalan como la hipotética líder de la oposición, ni está en condiciones de plantar cara a Netanyahu, ni tampoco consigue aglutinar al resto de sectores.

Entre los árabes israelíes, tres partidos –uno comunista, otro religioso y otro nacionalista- se disputan un voto del desencanto. Esta semana el prestigioso diario Haaretz animaba a este sector de la población a acudir a las urnas, pero se espera que la participación entre los miembros de esta comunidad no supere el 50%. El desánimo por la parálisis de las negociaciones de paz y su marginación por los sucesivos gobiernos provocan que estas formaciones no logren nunca ocupar más que una décima parte del Parlamento.

Los árabes, sin embargo, representan un 20% de los ocho millones de ciudadanos con nacionalidad israelí. Aproximadamente otros cinco millones viven en los territorios palestinos, por lo que la cuestión demográfica está muy equilibrada. La política de Netanyahu en los últimos años se ha caracterizado por incrementar los asentamientos de  Cisjordania y Jerusalén Este, donde ya hay más de medio de millón de colonos israelíes, alejando cada vez más la solución de los dos Estados. Como recuerda el analista del Centro Carnegie para la Paz, Maruan Muasher, las tasas de natalidad entre los árabes crecen a un ritmo más alto, por lo que “los judíos serán pronto una minoría y una solución de un solo Estado no impedirá que los palestinos demanden iguales derechos y que sus voces sean escuchadas”.

Las implicaciones internacionales

La cuestión palestina se encuentra fuera del debate interno de los partidos, pero tiene amplios ecos en el exterior. La deriva de Tel Aviv ha disgustado al presidente estadounidense, Barack Obama, quien no ha ahorrado reproches en público a su homólogo israelí por su política expansionista. Ambos dirigentes están lejos de ser amigos íntimos, pero están condenados a soportarse durante cuatro años más.

Aunque sus verdaderos enemigos se encuentren mucho más cerca. Tras la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza, que dejó cerca de 150 muertos, Hamás se ha consolidado en esta porción de tierra y ha salido reforzada tanto en el plano interno como en el exterior. Pese a que el líder de la Asociación Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, consiguió el reconocimiento en la ONU de Palestina como Estado observador, su organización se encuentra en sus momentos más débiles y algunos expertos especulan incluso con su desmantelamiento. Las facciones palestinas negocian una reconciliación que se hace esperar, pero que ya nunca será posible sin el liderazgo de Hamás.

La tendencia ha arrastrado a una radicalización del Gobierno israelí, pero también de las posturas palestinas. Con la diferencia de que la primavera árabe y el ascenso de los islamistas al poder en Egipto le han permitido a Hamás sumar un aliado, que hasta ahora se había decantado de forma rotunda del otro lado. “Si Irán consigue hacerse con el arma nuclear, el problema con los palestinos se convertirá en irrelevante”, aseguró el propio Netanyahu. Pero mientras tanto, muy cerca de sus fronteras se encargarán de recordárselo. 

Cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, subió a la tribuna de la Asamblea de las Naciones Unidas el pasado septiembre, evidenció cuál sería su principal preocupación en el futuro. Mostrando un gráfico en forma de bomba, declaró que “la pregunta no es cuándo tendrá Irán el arma nuclear, sino cuándo querremos frenarles para que no lo consigan”. Con la amenaza iraní en el horizonte y la seguridad como obsesión, menos de dos semanas después convocó unas elecciones anticipadas que se celebrarán el próximo martes y que pocos dudan que vaya a perder.

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