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Un agitado cóctel contra los Hermanos Musulmanes
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LA OPOSICIÓN SE AGRUPA EN TORNO AL RECHAZO A LOS ISLAMISTAS

Un agitado cóctel contra los Hermanos Musulmanes

Cuando comenzaron a llegar las distintas marchas que partían de los barrios, las inmediaciones del palacio presidencial egipcio rebosaban de banderas, símbolos y eslóganes de todo

Foto: Un agitado cóctel contra los Hermanos Musulmanes
Un agitado cóctel contra los Hermanos Musulmanes

Cuando comenzaron a llegar las distintas marchas que partían de los barrios, las inmediaciones del palacio presidencial egipcio rebosaban de banderas, símbolos y eslóganes de todo tipo. Decenas de organizaciones apoyaron un día más las protestas. Si algo han conseguido las últimas decisiones de Mohamed Morsi ha sido aglutinar a una oposición laica, sin mucho más en común que su rechazo a los islamistas, y que se encontraba más desunida que nunca desde la caída del antiguo régimen.

Los principales movimientos se han adherido al Frente de Salvación Nacional, el órgano que ejerce de portavoz de la oposición. Quien fuera la gran esperanza para los jóvenes de la revolución, el Nobel de la Paz Mohamed el Baradei, se sitúa al frente. Su prestigio ganado durante años en la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA) ejerce una poderosa influencia. Este viernes, en su cuenta de Twitter, pedía al resto de fuerzas políticas que no aceptaran la propuesta de diálogo ofrecida por el presidente y poco después los distintos partidos emitían un comunicado oficial en la misma línea. Cuando el vicepresidente, Mahmud Meki, mencionó la posibilidad de retrasar el referéndum, El Baradei se aprestó a comparecer en una televisión local para pedir a Morsi que “escuche la voluntad del pueblo” y “retire ya” el referéndum, como paso previo a la negociación.

La gran preocupación para El Baradei en los últimos meses ha sido redactar una Carta Magna que satisfaga a todos los egipcios, y de ahí el nombre de su Partido de la Constitución, fundado tras la disolución del Parlamento. Yahia Siad portaba este viernes uno de los emblemas verde y azul de esta formación. “Queremos un sistema democrático verdadero, una verdadera libertad. No se trata de un debate entre islamismo o laicismo, sino de no caer en un nuevo régimen autoritario”, aseguraba.

Los miembros de este partido mantienen que sus objetivos son aglutinar a todos los sectores bajo las demandas de la revolución. Algo que también pretende la Corriente Popular, otra formación de nuevo cuño liderada  por el carismático Hamdin Sabahi, el candidato laico que se quedó a las puertas de pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales junto a Mohamed Morsi y el último primer ministro del Gobierno de Mubarak, Ahmed Shafiq. Sabahi, que ha arropado a El Baradei en sus últimas comparecencias públicas, se declara heredero del nacionalismo de Gamal Abdel Naser.

Esta semana las fotografías con el rostro de Naser se mezclaban con las de otros grupos izquierdistas más contemporáneos. Quizá el más emblemático es el del 6 de abril, una organización civil surgida antes de la revolución que levantó entonces los ánimos entre los jóvenes. Su reconocimiento como movimiento revolucionario le sirvió a su fundador, Ahmed Maher, para participar incluso en la redacción de la Constitución, aunque a última hora se retiró junto al resto de no islamistas por discrepancias.

El 6 de abril apoyó hace meses a los Hermanos Musulmanes en su disputa por la presidencia con el candidato del antiguo régimen. Este viernes, mientras retumbaban los cánticos que pedían la dimisión del presidente, Sarah Rahid, atestiguaba que dieron su apoyo a Morsi porque pensaron que “podía representar los valores de la revolución, o al menos hacerlo mejor que la otra opción”, aunque ahora piensa que “no ha sido así”. “Nosotros, todos los que estamos aquí somos quienes reclamamos el pan, la justicia y la libertad y no Mohamed Morsi”, añadía.

La amalgama es interminable, pero los más visibles son el Partido Socialdemócrata, que estuvo representado en el anterior Parlamento y en la Asamblea Constituyente, y distintos colectivos izquierdistas con distintos intereses personales. Una gran bandera, presente en todas estas manifestaciones, recuerda a Mina Daniel, un joven cristiano célebre por convertirse en icono de la revolución y morir después en una protesta reprimida por los militares. Y tampoco faltan las enseñas de los principales equipos de fútbol, portadas por sus ultras, a la vanguardia de toda manifestación contra el poder establecido.

La presencia del antiguo régimen

Pese a que todos estos grupos conforman la cabeza visible de las manifestaciones, una de las constantes de los Hermanos Musulmanes es que la oposición está encabezada por miembros del antiguo régimen que pretenden “desestabilizar el país”. La guerra abierta con una mayoría de jueces que desarrolló su carrera bajo el engranaje estatal de Mubarak alimenta  el argumento. En el discurso que ofreció el pasado jueves, Morsi llegó a culpar a una mano negra financiada por la “corrupción” de la dictadura de provocar los enfrentamientos violentos.

Ese sector más nostálgico, que a punto estuvo de aupar a la presidencia al militar retirado Ahmed Shafiq, también se ha unido a la causa contra los Hermanos Musulmanes y el resto de los movimientos islamistas. Aunque los partidos con cierto aire al pasado no terminan de aparecer en las manifestaciones. Amro Musa, quien fuera ministro de Exteriores con Mubarak durante una década y secretario general de la Liga Árabe por otro tanto tiempo, es junto a El Baradei y Sabahila la otra gran personalidad de la oposición. Sin embargo, ni él ni los seguidores de su Partido de la Conferencia destacan entre las protestas, ya que no son bien recibidos por Tahrir ni sus alrededores. Lo mismo sucede con el partido centrista Al Wafd, una formación histórica de ideología laica conservadora.

Cuando comenzaron a llegar las distintas marchas que partían de los barrios, las inmediaciones del palacio presidencial egipcio rebosaban de banderas, símbolos y eslóganes de todo tipo. Decenas de organizaciones apoyaron un día más las protestas. Si algo han conseguido las últimas decisiones de Mohamed Morsi ha sido aglutinar a una oposición laica, sin mucho más en común que su rechazo a los islamistas, y que se encontraba más desunida que nunca desde la caída del antiguo régimen.