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“Es la sangre de Gadafi en mi camiseta. No pienso lavarla nunca más”
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DECENAS DE MILICIANOS HUMILLARON AL DICTADOR TRAS SU CAPTURA

“Es la sangre de Gadafi en mi camiseta. No pienso lavarla nunca más”

“¡Lo queremos vivo, lo queremos vivo!”, se escucha en uno de los vídeos de la captura de Muamar el Gadafi que circulan por Internet. Según varios

Foto: “Es la sangre de Gadafi en mi camiseta. No pienso lavarla nunca más”
“Es la sangre de Gadafi en mi camiseta. No pienso lavarla nunca más”

“¡Lo queremos vivo, lo queremos vivo!”, se escucha en uno de los vídeos de la captura de Muamar el Gadafi que circulan por Internet. Según varios medios internacionales, lo grabó con su móvil Ali Algadi, un joven rebelde de 21 años, que forma parte de una brigada de Misrata. Junto a una decena de compañeros, Algadi fue una de las pocas personas que pudieron ver de cerca el cuerpo del dictador. Todavía con vida.

Este pequeño grupo de milicianos encarna el sentimiento de venganza de un pueblo que se había levantado en armas contra el déspota. “Alá es grande”, repiten los captores en las imágenes, mientras disparan salvas al aire. Alguno golpea al dictador con la culata de su revólver. El rostro ensangrentado de Gadafi parece pedir clemencia, pero los rebeldes seguían mancillando a su trofeo. “No puedo explicar lo bien que me sentí”, contaba Algadi a los periodistas.  

Según la versión de los rebeldes, lo habían encontrado en un refugio. “Estaba herido en una pierna y escondido como una rata”, narra el presunto autor del vídeo. Había sido herido por un misil de la OTAN y se encontraba desconcertado. “¿Qué pasa?”, cuentan los testigos que afirmó cuando lo encontraron. Llevaba encima una bolsa con varios amuletos, entre ellos una pistola de oro. Al verla, Omram Shaaban, otro de los integrante de la columna, no lo dudó: “¡Coge la pistola!”, exclamó.

El Consejo Nacional de Transición (CNT) explicó que Gadafi murió en un tiroteo cuando la brigada lo transportaba en coche a Misrata. Un médico forense verificó que falleció como consecuencia de varios disparos en la cabeza. Las circunstancias de la muerte no están nada claras, por lo que tanto la ONU como varias organizaciones de derechos humanos han pedido que se investigue lo ocurrido.

Lo cierto es que el cuerpo ensangrentado y -según su versión, ya sin vida- de Gadafi era el símbolo de la victoria para los rebeldes. “Es su sangre en mi camiseta. No la volveré a lavar”, clamaba Mohammed Shaban, otro de los jóvenes que habían participado en la captura. La narración es confusa, pero cuentan los milicianos que llevaron el cuerpo a la casa de un vecino. “Es el momento más importante de mi vida”, señaló el propietario. “Si mañana muero, estaré feliz”, añadió.

Los rebeldes finalmente consiguieron trasladar el cadáver a Misrata. El ministro de petróleo del órgano de Gobierno rebelde, Ali Tarhouni, confirmó que lo mantuvieron congelado, mientras decidían qué hacer con el cuerpo. En las redes sociales enseguida comenzó a circular una información que señalaba que el cuerpo del dictador se encontraba en una cámara frigorífica para almacenar la carne. La gente se agolpaba para ver en persona los restos mortales de quien había gobernado su país durante los últimos 42 años.

El islam establece que los cadáveres deben recibir sepultura lo más rápido posible. “Hay que hacer lo mismo que con Sadam Hussein”, opinaba Ibrahim Abuziad, uno de los hombres que llevaron a rastras a Gadafi. “Lo mejor es tirar el cuerpo al mar, como el de Osama bin Laden”, aseguraba otro de los militares. El Consejo Nacional de Transición decidió finalmente enterrar el cuerpo de Gadafi en un lugar secreto para evitar que su tumba se convierta en un santuario para los todavía leales al dictador.

La importancia del cuerpo

Pese a la prohibición del CNT, los teléfonos móviles e Internet ya habían creado un nuevo icono de la revolución. Las fotografías y los vídeos del cadáver invadían desde la prensa hasta las manifestaciones en las calles para celebrar la caída definitiva del régimen. Al contrario que ocurrió con Osama bin Laden, los libios encontraron su catarsis colectiva en la difusión de una imagen. No vieron la muerte del dictador como sí ocurrió con Sadam Hussein, pero el rostro desfigurado del líder caído fue suficiente.

Algadi, Shabaan, Abuziad y el resto de la columna que ultrajó el cuerpo todavía vivo de Gadafi por las calles de Sirte se han convertido ya en héroes nacionales. Ellos dieron captura al dictador y ellos mismos difundieron la imagen del líder derrotado. Una pistola de oro y la sangre derramada son su recompensa.

“¡Lo queremos vivo, lo queremos vivo!”, se escucha en uno de los vídeos de la captura de Muamar el Gadafi que circulan por Internet. Según varios medios internacionales, lo grabó con su móvil Ali Algadi, un joven rebelde de 21 años, que forma parte de una brigada de Misrata. Junto a una decena de compañeros, Algadi fue una de las pocas personas que pudieron ver de cerca el cuerpo del dictador. Todavía con vida.

Muamar el Gadafi