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Robert Mugabe: los zarpazos de un viejo león
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EL PRESIDENTE DE ZIMBABUE VIVE SU OCASO

Robert Mugabe: los zarpazos de un viejo león

El viejo Bob o el viejo león, a elección del lector, se va quedando sólo en su tiránico juego de poder. Robert Mugabe, el hombre que

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Robert Mugabe: los zarpazos de un viejo león

El viejo Bob o el viejo león, a elección del lector, se va quedando sólo en su tiránico juego de poder. Robert Mugabe, el hombre que fue una esperanza para toda África, idolatrado por entender que libertad y pan deben ir de la mano, es hoy un viejo cacique al que el poder le pesa en sus cargados párpados.

Mugabe, el presidente de Zimbabue desde 1980, el guerrillero intelectual que entendió en sus años de lucha en la selva que el mayor enemigo es el que está a su lado (laminándose a todos los suyos hasta tener el cetro), ve como su poder se debilita. “Parlamentarios de Zanu-PF (partido de Mugabe) y del MDC (partido de la oposición que ganó las últimas elecciones y que debió contentarse con compartir el poder con  un hombre que decidió que de su cortijo no le sacan unos cuantos millones de votos) se han reunido para hablar de “una posible moción de censura contra el viejo Bob basada en su incapacidad física”, publican los periódicos de Zimbabue.

Otro rumor más de los muchos que están azotando en las últimas semanas al que fuera hace dos décadas el país más prospero del Sur de África y que se encuentra ahora en una situación de hambruna por la que “mueren 12.000 niños cada año”, según un informe de Unicef. Todo puede formar parte de un maquiavélico juego del presidente. “Se ha detenido hace unas semanas a un grupo de intelectuales que discutían en Harare (la capital) los hechos ocurridos en Egipto”, denunció el MDC. “Conspiraban”, contestó la Policía.

No son los únicos, también ha habido ya algún destrozo en alguna sede de la oposición  y alguna paliza por parte de los chicos de Mugabe, que campan a sus anchas desde hace 10 años por el país tomando tierras a la fuerza mientras el Gobierno mira a otro lado. Tener un enemigo ha sido siempre la mejor baza del viejo Bob, explica en su clarificador libro, Cenando con Mugabe, Heidi Holland (un libro imprescindible para los que quieran entender a uno de los personajes más importantes y peculiares de la reciente historia africana).

Bajo la vigilancia de Sudáfrica

Pero la situación, apuntan algunos analistas, puede volver a desembocar en una pequeña guerra civil encubierta. Sudáfrica, asumiendo su cada vez más creciente papel de liderazgo en África, ha decidido esta vez advertir a Mugabe de que no volverá a tolerar excesos. “Hubo un pacto que queremos que se cumpla”, dijo recientemente el presidente Jacob Zuma. En ese acuerdo se incluye la redacción de una Constitución nunca acabada y la convocatoria de elecciones, algo que al anciano cacique no le apetece en exceso.

Mientras, él seguirá viajando a Singapur a cuidar su debilitada salud. Cada uno de sus viajes, y ya lleva seis en un año, cuesta tres millones de dólares. Todo es poco para cuidar al padre de la patria, el hombre que heredó un país sin libertad y con mucho dinero y que dejará un país sin libertad y agonizando de hambre. El viejo león debe gruñir en su guarida cada vez que paga con un billete de un dólar y recuerda que tuvo que asumir la moneda del Imperio como propia cuando sus billetes, que hoy se venden como souvenir por todo el país, alcanzaban ya la cifra de tres trillones debido a una inflación que se multiplicaba por mil de la mañana a la tarde.  Pero Mugabe se irá matando y como recuerda el periódico The Zimbabwean, “si la cosa se pone fea, basta con sacar de la chistera los fantasmas de la antigua colonia, Gran Bretaña, para justificar los excesos”.

El viejo Bob o el viejo león, a elección del lector, se va quedando sólo en su tiránico juego de poder. Robert Mugabe, el hombre que fue una esperanza para toda África, idolatrado por entender que libertad y pan deben ir de la mano, es hoy un viejo cacique al que el poder le pesa en sus cargados párpados.