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Egipto, Túnez... ¿y si las revueltas se extienden hasta el África Negra?
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LA SITUACIÓN EN UGANDA PODRÍA PRENDER LA MECHA

Egipto, Túnez... ¿y si las revueltas se extienden hasta el África Negra?

“Aquí no habrá una revolución egipcia. Si aquí se producen alborotos por no respetar el resultado de las elecciones, los meto a todos en la cárcel

Foto: Egipto, Túnez... ¿y si las revueltas se extienden hasta el África Negra?
Egipto, Túnez... ¿y si las revueltas se extienden hasta el África Negra?

“Aquí no habrá una revolución egipcia. Si aquí se producen alborotos por no respetar el resultado de las elecciones, los meto a todos en la cárcel y fin de la historia. No hay nadie que pueda usar métodos extra constitucionales para tomar el poder”. La frase es del presidente ugandés, Yoweri Museveni, que el viernes se presentaba de nuevo a unas elecciones tras 25 años de mandato ininterrumpido. Lo curioso de la frase es que Museveni llegó al poder tras un golpe de estado que derrocó al genocida Milton Obote. En este último cuarto de siglo, el país ha mejorado económicamente y ha conseguido que el Sida no le devorara las entrañas. Esos son los grandes logros del viejo guerrillero convertido en presidente.

Por su parte, el líder de la oposición, Kizza Besigye, antiguo colega  y médico de Museveni, y hoy acérrimo enemigo, ya ha declarado que “habrá fraude electoral y que el pueblo se levantará como ha sucedido en Egipto”. El líder del principal partido de la oposición ha gastado la mayor parte de su presupuesto en desplegar a 24.000 voluntarios en las urnas del país para vigilar el recuento de los 13,9 millones de posibles papeletas. Lo previsible es que los dos principales candidatos se van a declarar vencedores y entonces se sabrá si el huracán democrático ha cruzado también el Sáhara hacia el sur y en el África negra comienza la segunda revolución, la que está dispuesta a derrocar caciques que se perpetúan en el poder. El problema es quiénes y con qué intenciones les sucederían. La historia en este continente es especialmente cruel. Muchos parecen esforzarse en hacer mejores a sus antecesores.

Diferencias palpables

La África subsahariana poco tiene que ver con el Magreb. Uganda, por ejemplo, es un país en el que laten problemas étnicos muy fuertes que ya han desangrado al país. “El rey de Uganda  está enfrentado al Gobierno y se dice que maniobra para quitarle el poder. Aquí uno siente que puede haber un estallido de guerra tribal en cualquier momento”, explica Giorgio, un importante hombre de negocios italiano que vive en Kampala desde hace 30 años. Parece por tanto más difícil que una revolución igual a la egipcia triunfe en un país muy fragmentado socialmente.

Además, el carácter ugandés es distinto al árabe. “Aquí, la noche que Al Qaeda puso dos bombas y mató a 74 personas (la noche de la final de la Copa del Mundo de Fútbol) la ciudad continúo la fiesta del Mundial. Nada se paró. Somos gente que vemos la vida de otra manera”, explicaba Norbert, un guía de la compañía líder en turismo en el país, Gorilla Tours. (Cuando uno hace un largo viaje por este continente escucha en muchas ocasiones frases parecidas en todos los países). Este argumento saca especialmente de quicio a muchos intelectuales africanos que están cansados de un tópico que les perpetúa como colonizados intelectuales de por vida. “El carácter noble africano es una condena”, editorializaba esta semana un periódico sudafricano.

En Zimbabue, otro país que en 2011 tendrá cita con las amañadas  urnas, las web de exiliados han comenzado una campaña por internet pidiendo la revolución que acabe con el aterrador régimen de Mugabe. En www.zindiaspora.com titulaban “Porque no puede haber en Zimbabue una revolución como eh Egipto”. Y explican la falta de acceso a internet, una población aterrorizada porque la peguen con la “zanahoria” y la falta de líderes que movilicen a las masas -la mayoría de las personas preparadas han emigrado a Sudáfrica, Botsuana o Zambia- como las principales pegas. Sin embargo, desde otras páginas  y blogs se reconocen esas carencias pero se asegura que Egipto ha enseñado una lección inolvidable: “El pueblo puede siempre contras el ejército y los dictadores por muchas vidas que cueste”, dicen en www.newzimbabwe.com.

Otras democracias complicadas

Quizá la revolución cruce el Sáhara hacia el sur. Países como Tanzania viven democracias complicadas. En Zanzíbar, en septiembre pasado, la oposición se preparaba para lo que a su juicio sería un nuevo pucherazo. “Perdí mi trabajo como maestro cuando me enrolé en el CFU. Todo el mundo en la isla sabe que el Chama Cha Mapidunzi, partido en el poder, coloca a los suyos y castiga a los otros”, explicaban sus empobrecidos seguidores. Entonces se veía en la isla a las caravanas de ambos partidos recorrer las carreteras entre “cánticos de guerra”. Los seguidores de la oposición danzaban al estilo zulú, primero una pierna y luego la otra, pareciendo estar dispuestos a la batalla. En noviembre, tras los comicios, hubo altercados al volver a denunciar la oposición el engaño. (En 2001 murieron 37 personas en una protesta idéntica). Seif Sharif, líder de la oposición, pidió a sus seguidores acampados frente a los colegios electorales moderación para evitar un previsto baño de sangre. Un puesto en el Gobierno ayudó al perdedor a dirigir la derrota.

En Zambia se ven carteles por las carreteras en los que se incita a la población a denunciar los abusos policiales. Lo sorprendente es que el mensaje va firmado por el Gobierno de EE UU, la UE y el Gobierno de Zambia, entre otros, que alerta a sus ciudadanos contra su propia Policía. En Sudáfrica, el país “modelo” del todo el sur de África, el presidente Jacob Zuma declaraba que “nosotros no somos Túnez”, cuando cayó el régimen tunecino. Parece poco saludable que el país  con mejor situación económica y una democracia más o menos estable (a la que la corrupción y los problemas raciales dan aún bocados)  tenga que aclarar las evidentes diferencias. Si Uganda, y se sabrá en los próximos días, enciende la mecha, el polvorín africano puede saltar por los aires

“Aquí no habrá una revolución egipcia. Si aquí se producen alborotos por no respetar el resultado de las elecciones, los meto a todos en la cárcel y fin de la historia. No hay nadie que pueda usar métodos extra constitucionales para tomar el poder”. La frase es del presidente ugandés, Yoweri Museveni, que el viernes se presentaba de nuevo a unas elecciones tras 25 años de mandato ininterrumpido. Lo curioso de la frase es que Museveni llegó al poder tras un golpe de estado que derrocó al genocida Milton Obote. En este último cuarto de siglo, el país ha mejorado económicamente y ha conseguido que el Sida no le devorara las entrañas. Esos son los grandes logros del viejo guerrillero convertido en presidente.