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Nuevos líderes para una sociedad en proceso de cambio
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ASÍ HA LLEGADO OBAMA… PERO TAMBIÉN CHÁVEZ

Nuevos líderes para una sociedad en proceso de cambio

En tiempos de crisis ya no buscamos estadistas experimentados, políticos que se muestren cercanos a nosotros o dirigentes preocupados por asuntos como las bodas gays o

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Nuevos líderes para una sociedad en proceso de cambio

En tiempos de crisis ya no buscamos estadistas experimentados, políticos que se muestren cercanos a nosotros o dirigentes preocupados por asuntos como las bodas gays o los autobuses ateos. Lo que la gente quiere, afirman los expertos, son personas decididas y seguras que nos enseñen el camino de salida, líderes que nos lleven de la mano fuera de la crisis, aunque sea a base de sacrificio. El problema reside en que nuestros gobernantes, para convencernos de que son quienes mejor nos pueden ayudar en tiempos difíciles, y para generar la confianza precisa, prefieren poner en juego estrategias de seducción antes que argumentos racionales.

 

Una actitud que nos está conduciendo hacia nueva era  de la política y que está generando evidentes peligros. Y más aún cuando la crisis está intensificando tendencias negativas del juego electoral, según las cuales lo único que importa son los cabezas de lista. Así lo demuestran numerosas elecciones recientes, en la que más allá de dos concepciones diferentes del mundo o de dos programas políticos bien delimitados, hemos asistido a la lucha entre dos personalidades. Así, la televisión nos mostró el combate dialéctico entre la agresividad y la convicción de Sarkozy frente a la empatía de Ségolène Royal, el talante de Zapatero frente a la presión de Rajoy, o la rigidez de McCain frente al carisma de Obama.

En definitiva, que hemos caído en lo que los expertos llaman la “personalización de la política”, concepto que resumiría, según José Luis Dader, catedrático de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, cómo el juego político se está reduciendo cada vez más a la voluntad de un líder y a su intervención escénica. “En las últimas elecciones, todos oímos a Zapatero y Rajoy hablar en primera persona, con frecuentes expresiones como 'Lo que yo quiero', 'Lo que voy a hacer', algo que otro tiempo nos parecería inaceptable”, y que nos subrayaría cómo los partidos están gobernados por un equipo directivo cada vez más reducido, donde sólo cuenta la opinión de quienes están en el círculo íntimo del líder, lo que implicaría  un retroceso “a fórmulas más propias del antiguo régimen que de una sociedad democrática”. Y es más que probable esa tendencia se radicalice si los ciudadanos, sumidos en la crisis, comienzan a buscar un salvador más que un político capaz.

Esa personalización del juego electoral nos conduciría también a escenarios donde lo racional estaría perdiendo pie y donde la eficacia de los mensajes se mediría por su peso emocional y no por la validez de sus análisis y soluciones. En ese sentido, Dader, siguiendo la denominación establecida por el periodista italiano Furio Colombo, distingue entre el líder tradicional, “aquel que es capaz de producir transformaciones en la vida real como consecuencia de su capacidad de organización y de coordinación de agentes sociales y políticos”, y el líder electrónico, “aquel que capta gran atención de los medios, que está rodeado de cierta aureola, al que se le considera una persona atractiva pero que es incapaz de resolver los problemas que le plantean las situaciones reales”. Dader cree, pero tanto, que los nuevos líderes son muy eficaces a la hora de seducir a través de los medios pero que carecen de capacidad para generar transformaciones reales. El problema sería, pues, el siguiente: “Vale, tienes un líder electrónico y ganas las elecciones. Y después, ¿qué?”

En este contexto, se hace mucho más claro el fenómeno Obama. Según Ignacio Álvarez de Mon, director adjunto del Centro de Liderazgo del Instituto de Empresa y autor de De ti depende, la campaña electoral del ya presidente de EEUU ha ratificado hasta qué punto “los tiempos de crisis son siempre el caldo de cultivo lógico para que surjan los líderes”, pero también ha mostrado los peligros de depositar demasiadas esperanzas en una sola persona. “Obama ha creado muchas expectativas y es fácil que termine defraudando a mucha gente”. Y eso no será bueno: un terreno de esperanzas frustradas es el idóneo, afirma Dader, “para que aparezcan líderes carismáticos con visiones apocalípticas que inciten a la gente a salidas irracionales”. En tanto la dialéctica política siga dependiendo de la capacidad de seducción del jefe del partido en lugar de basarse en análisis sólidos de los procesos, será todavía más probable que surja una nueva clase de líder “cuyo principal punto de apoyo para ganar el poder sea el exacerbamiento de las pasiones”.

Críticas al capitalismo

Y es que las dimensiones políticas de la crisis van más allá de un mal momento económico. Según el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, Fermín Bouza, están comenzando a pronunciarse en tono crítico palabras que parecían desaparecidas del diccionario, como “capitalismo”. En ese orden, la campaña de Obama también ha sido significativa, ya que ha recogido muchos votos de ese malestar flotante. “Lo que hemos visto en EEUU ha sido más que una crítica a Bush o al neocapitalismo a la americana. Allí ha habido críticas radicales al capitalismo que incluso provenían de sectores conservadores”. Subraya Bouza que, además, no se trataba de ataques emitidos desde élites intelectuales o políticas sino que partían del ciudadano medio. “La gente está atemorizada y comienza a decir palabras gordas que algunos líderes, como Obama, han recogido suavemente, canalizando las críticas de forma tranquila”.

Lo ocurrido en las elecciones estadounidenses, pues, no sería más que la versión occidental de los procesos vividos en América Latina, donde la emergencia de un Chávez o de un Evo Morales tiene que ver con la percepción extendida, incluso entre las clases medias, de que el sistema está fallando y de que hay que virar hacia otros terrenos políticos para encontrar una solución. Así, “los neopopulismos latinoamericanos se asientan en la misma distancia frente al capitalismo que está surgiendo ahora en Occidente. Otra cosa es que Obama haya utilizado un populismo mucho más moderado y tranquilo, sin parangón con ninguno de los citados”. Por suerte, señala Bouza, la situación en Europa occidental es todavía muy distinta, ya que “el estado de bienestar está limitando mucho los efectos de la crisis”. En Estados Unidos, por el contrario, comienzan a darse problemas de primera magnitud, “muy acrecentados por el paro”.  

Y ese contexto de inseguridad generalizada no sólo producirá cambios en el liderazgo político. Las urgencias de los actores económicos por no caer en los peores escenarios provocarán que también en este terreno surjan líderes carismáticos, a los que habría que observar con tanta prevención como a los surgidos en otros ámbitos. El antídoto para combatir ese exceso de irracionalidad, señala Álvarez de Mon, sería que las empresas se decidieran a abandonar valores últimamente en boga, como “la codicia, la falta de transparencia, la superficialidad, a la hora de vender las cosas, el peso excesivo del marketing y de la imagen”, y que colocaran en su lugar “la honradez, la transparencia, la participación activa, la responsabilidad, el valor del trabajo”. En ese sentido, la crisis puede ser útil, afirma De Mon, si sirve para limpiar el terreno de juego, también en lo que a actitudes se refiere. Claro que el cambio último sólo podría surgir, en su opinión, de los comportamientos individuales.

“No podemos esperar que venga un salvador a rescatarnos sino que debemos asumir nuestro propio liderazgo, valorar qué hemos hecho bien y en qué nos hemos equivocado, para así poder cambiar las cosas que no funcionan”. Pero eso supone un cambio, en su opinión, para el que no todo el mundo está preparado. “En los últimos años hemos vivido muy bien, todo parecía al alcance de la mano, cualquiera podía adquirir cualquier cosa. Y mucha gente se lo ha creído, y ha actuado comprando aquello que los otros querían que tuviera mucho más que aquello que realmente se podían permitir; pensando más en el deseo de los otros que en su capacidad adquisitiva real. Pero ahora se ha pinchado la burbuja y hay que volver a empezar. Y el mejor camino es consolidar el nuevo liderazgo en valores que se habían dejado de lado”.

En tiempos de crisis ya no buscamos estadistas experimentados, políticos que se muestren cercanos a nosotros o dirigentes preocupados por asuntos como las bodas gays o los autobuses ateos. Lo que la gente quiere, afirman los expertos, son personas decididas y seguras que nos enseñen el camino de salida, líderes que nos lleven de la mano fuera de la crisis, aunque sea a base de sacrificio. El problema reside en que nuestros gobernantes, para convencernos de que son quienes mejor nos pueden ayudar en tiempos difíciles, y para generar la confianza precisa, prefieren poner en juego estrategias de seducción antes que argumentos racionales.

Barack Obama Hugo Chávez