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Huracán Obama

Parece que soplan vientos de cambio en Estados Unidos. Según anuncian las previsiones, lo que comenzó como una racha fuerte, pero inofensiva, está tomando forma más

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Huracán Obama

Parece que soplan vientos de cambio en Estados Unidos. Según anuncian las previsiones, lo que comenzó como una racha fuerte, pero inofensiva, está tomando forma más poderosa y para los próximos días se prevé que un huracán atraviese varios estados. Se le ha llamado el Huracán Obama.

Las elecciones estadounidenses de este 2008 se han convertido en las más disputadas, emocionantes y refrescantes de los últimos tiempos, y llaman la atención especialmente porque han dado luz a un fenómeno nacional. Barack Obama pelea con Hillary Clinton para ser el candidato demócrata en las presidenciales de noviembre, pero su lucha va más allá de una nominación, porque está sacudiendo los cimientos de la política norteamericana. Se trata de un candidato negro, salido de las clases humildes y con unas ideas prácticamente revolucionarias para las costumbres yanquis.

Un político joven, más o menos inexperto, y fuera de todo molde, está plantando cara a una competente ex primera dama como Hillary Clinton mediante un programa asentado en una idea, Cambio, sujetado con una serie de discursos inspiradores y culminados con la palabra Esperanza. Esta torre de marfil del carismático candidato esconde un interrogante que puede echarla abajo en un momento: ¿Están los Estados Unidos preparados para un presidente negro? No para tener un líder de color, sino para elegirlo.

Aunque el origen y las raíces africanas de Obama son innegables (su abuela nació y vive en Kenia y su padre también es negro), tampoco hay que olvidar que su madre es blanca y de Kansas, y que él ha nacido y pasado buena parte de sus 37 años en Hawai, desde donde comenzó a forjar el sueño americano en su máximo exponente: llegar a ocupar la Casa Blanca. Esta característica centra la estrategia de Obama, y es la que más intentan explotar sus asesores para convencer a los votantes más reacios, junto a su proyecto económico, que agrada tanto a Wall Street como a los monederos de a pie de calle por la simple razón de que contiene más detalles y precisión que el de sus oponentes. Y eso supone mucho ganado en un problema que acumula importancia y preocupación de cara al día D. El reto propuesto por el joven senador se basa en gastar los fondos que ahora mismo se están destinando a cubrir la guerra de Iraq a crear puestos de trabajo en el sector de la construcción y del medio ambiente

La importancia de los delegados

Antes de que llegue ese hipotético momento de poder ponerlo en práctica, aún quedan etapas que quemar en esta carrera, y por el momento, parece que los pasos dados por Obama van mejor encaminados hacia la meta que los de Clinton, quien ha sufrido varios traspiés en los últimos duelos. Tras el supermartes de hace casi dos semanas, en el que la igualdad acabó como campeona, en estos 15 días el senador de Illinois ha hinchado su número de delegados, sus arcas de votos y, cómo no, su popularidad a golpe de goleadas electorales. Obama le ha colado a su rival dolorosas victorias en los estados de Maryland, Columbia y Virginia, con las que ha abierto una pequeña brecha en el número de delegados. Distancia que se ha ensanchado aún más con los recientes resultados en Wisconsin y Hawai. En sendas votaciones, el político de Illinois machacó a Hillary: en el primer estado consiguió el 58% de los votos (frente al 41%) y en su isla natal la cifra alcanzó el 76%.

Este éxito le viene muy bien a Obama, porque significa un empujón en la contabilización de los delegados (Wisconsin repartía 74 y Hawai, 29), que así alcanza los 50 de diferencia respecto a Clinton. Además, hay que tener en cuenta a los superdelegados: 800 miembros del partido que participan en la convención sin haber sido elegidos por las urnas, y cuyos votos están libres de compromiso, es decir, pueden decantarse por uno u otro candidato. La mitad de ellos han expresado ya su apoyo por la ex primera dama, pero no significa que sea definitivo, ya que los delegados pueden decidirse y cambiar su voto en el último momento. Para conseguir ser el candidato demócrata hacen falta 2.025 delegados, y tanto Clinton como Obama suman aproximadamente 1.150, por lo que las próximas primarias en Tejas y Ohio, el 4 de marzo, se presentan increíblemente decisivas.

Ambos estados tienen la llave de los votos obreros, ya que su electorado está formado por minorías raciales, clases medias y gente trabajadora que abocan a los políticos a hablar de empleo y dinero. Y cuando se trata de oratoria, incluso sobre temas tan peliagudos, Obama lleva las de ganar, ya que sus discursos contienen todo aquello que un votante harto y olvidado por la política de su país está deseando oír: optimismo, ilusión y oportunidad. Obama ha abierto la lata de los mensajes idealistas, pero al mismo tiempo ha regalado a sus contrincantes una diana sobre la que apuntar y atacarle: "Mi oponente pronuncia muchos discursos, algunos de ellos bonitos discursos, pero los discursos no dan de comer ni llenan el depósito de gasolina ni pagan las medicinas", declaraba Clinton el jueves pasado en Ohio.

Así, su virtud es a la vez el principal riesgo de Obama, aunque visto lo visto, a buen seguro que el joven senador seguirá apostando por sí mismo, igual que hacen los sondeos y los pronósticos. Con esos datos, su ego vive un momento dulce pero, posiblemente, también peligroso. Obama tiene que aprender ahora a mantenerse en pie y sobre la misma línea recta aguantando sobre sus hombros el peso de ser el "candidato favorito". Porque, como nos enseñan todas las típicas películas americanas de instituto, ser el más popular de la clase no siempre te lleva a donde quieres llegar.

Parece que soplan vientos de cambio en Estados Unidos. Según anuncian las previsiones, lo que comenzó como una racha fuerte, pero inofensiva, está tomando forma más poderosa y para los próximos días se prevé que un huracán atraviese varios estados. Se le ha llamado el Huracán Obama.