Japón lleva décadas instalado en un estado inflación baja con índices que apenas superan el 0%. Esto ha provocado que las expectativas de los consumidores sobre los precios bajos se hayan arraigado tanto que básicamente es imposible que las empresas aumenten los precios.

En general, para los consumidores, la caída de los precios suena como algo bueno. Comprar más barato atrae un mayor gasto y eso puede dinamizar la economía. Pero desde la perspectiva de la mayoría de los economistas, esto puede traer otros problemas y es común la teoría de que para que una economía se desarrolle y crezca es necesaria una inflación moderada.

Así que, mientras los bancos centrales europeos, la Reserva Federal estadounidense, casi toda América Latina (México, Chile y Colombia) y Asia Corea del Sur o Taiwán) se ponen en modo combate contra unos índices de inflación que no se veían desde los años 90, Japón celebra que su inflación por fin superará el 2%.

Para los japoneses, el 2% es un objetivo de inflación que llevan décadas esforzándose por alcanzar. En el actual escenario, el Banco de Japón incluso ha decidido mantener las tasas de interés bajas, en un intento de ayudar a provocar una caída del valor del yen y favorecer el gasto.

Sin embargo, más allá de las variables macroeconómicas, hay muchos otros factores que condicionan esta situación de estancamiento. Al creciente envejecimiento de la población, se le suma la falta de mano de obra extranjera, lo que hace que cada vez sea más difícil garantizar las pensiones del futuro y, provoca que los japoneses traten de ahorrar para cuando llegue ese momento, gastando cada vez menos y provocando que los precios no puedan subir. Si quieres ver más vídeos como este, puedes suscribirte aquí a nuestro canal de YouTube.