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El mercado burbujea, sí, pero faltan ingredientes para que sea una burbuja
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El mercado burbujea, sí, pero faltan ingredientes para que sea una burbuja

Los indicadores que miden el sentimiento de los inversores son buenos, pero no tienen nada que ver con el de las burbujas bursátiles del pasado

Foto: Foto: Reuters/Florence Lo.
Foto: Reuters/Florence Lo.
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Las acciones están caras, han subido mucho en muy poco tiempo y los inversores están entusiasmados. No es de extrañar que se hable de burbujas. Pero faltan muchos de los ingredientes habituales de una burbuja.

No es difícil argumentar que las acciones empiezan a burbujear. El Nasdaq alcanzó un nuevo máximo el jueves, con una subida del 54% desde principios del año pasado, mientras que el S&P 500 ha subido un 32% y las ganancias de Nvidia son tan grandes que es se entiende mejor si decimos que ha incrementado su valor en 1,5 billones de dólares (con b) que si decimos que ha subido un 441%. En un solo día del mes pasado, aumentó su valor en 276.000 millones de dólares, aproximadamente el valor de Chevron, el vigesimosexto mayor miembro del índice. No es un comportamiento normal.

¿Pero es una burbuja? No existe una definición única de burbuja bursátil, pero para mí tiene que implicar una manía especulativa. Es cuando los compradores en masa cruzan la línea que separa la evaluación del potencial de beneficios futuros de la compra de algo que saben que es irrazonablemente caro -o simplemente no les importa el precio en absoluto- porque piensan que alguien más tonto se lo comprará a un precio aún más alto.

Y esto último es lo que parece que falta. Claro que hay algunos indicios de la locura en las masas: el precio de SoundHound AI se triplicó con creces en febrero, principalmente porque los inversores recordaron que Nvidia, fabricante de los chips más demandados para el procesamiento de inteligencia artificial, poseía una participación minúscula. Y claro, a los valores minúsculos les está yendo fenomenalmente bien, como suele ocurrir en una burbuja, con el índice Russell Microcap subiendo casi un 30% en cuatro meses, uno de sus mejores resultados registrados.

Foto: Pantalla de una máquina fMRI. (Martin Hieslmair/Ars Electronica/CC)

Pero esto no es nada en comparación con la locura pospandémica de los valores meme, la tecnología sin beneficios, las SPAC y las criptomonedas, o la burbuja de las puntocom de finales de los noventa. Las medidas del sentimiento de los inversores muestran signos positivos, pero nada que ver con las burbujas del pasado. Un ejemplo: la encuesta semanal de la Asociación Americana de Inversores Individuales muestra que el 47% se declara alcista, un porcentaje bajo comparado con el 75% que se declaraba alcista en 2000, o incluso el 60% de principios de 2018.

El dinero no está inundando el mercado, el apalancamiento no se está utilizando para impulsar las inversiones, por lo que las empresas no están a la espera de un torrente especulativo de dinero en efectivo. Puede que las acciones estén sobrevaloradas y que los inversores lleven gafas con los cristales tintados de color de rosa, pero eso no significa que sea una burbuja.

Puede que las acciones estén sobrevaloradas y que los inversores lleven gafas de color de rosa, pero eso no significa que sea una burbuja

Hay que fijarse tanto en las subidas de precios como en las valoraciones. Claro que las acciones han subido mucho. Pero esto suele ocurrir después de una gran caída. El hecho de que el Nasdaq haya alcanzado un nuevo máximo significa que acaba de superar el nivel en el que se encontraba a finales de 2021, antes de caer un 36%. Lo mismo ocurrió tras los desplomes de precios de mediados de los años setenta, principios de los ochenta, 1990, 2001 y la crisis financiera de 2008-2009, sólo que con mayores ganancias que las que se han producido hasta ahora. Estos repuntes fueron claramente distintos de la burbuja de 1999, que llevó al Nasdaq a ganar un 154% en el mismo tiempo que ha tardado en ganar un 54% esta vez, o de la de 2021, cuando la ganancia fue del 100%, ambas con una caída previa mucho menor.

Lo mismo ocurre con los valores de microcapitalización. Ni siquiera están cerca de recuperar su casi desaparición de la burbuja de principios de 2021, y todavía están por debajo de donde se encontraban el pasado mes de febrero. Las valoraciones tampoco sugieren muchas compras especulativas. El Nasdaq alcanzó un máximo de más de 100 veces los beneficios previstos a 12 meses vista en la burbuja puntocom de finales de los noventa porque los compradores ya no creían que las valoraciones importaran.

En estos momentos, el Nasdaq se sitúa en 27 veces los beneficios previstos, muy por debajo de las 35 veces a las que cotizaba a finales de 2020. La asombrosa subida de Nvidia tampoco se ha debido a valoraciones más altas: sus beneficios y beneficios previstos han aumentado más rápido que el precio de la acción, por lo que cotiza a una valoración más baja que antes de que comenzara el boom de la IA con el lanzamiento de ChatGPT.

Foto: Foro 'El impacto de la IA generativa en el sector legal'.

Las grandes burbujas del pasado fueron muy diferentes, ya que implicaron una especulación masiva que elevó las valoraciones (todo el mercado japonés cotizaba a 50 veces los beneficios futuros en su punto álgido de 1989). En los puntos más álgidos, el optimismo salvaje se convirtió en la forma más pura de especulación. Las acciones se convirtieron en meras fichas de juego utilizadas en un puro esquema Ponzi para venderlas a un nuevo comprador.

En esas burbujas, muchos se apresuraban a crear empresas nuevas para satisfacer la demanda de compradores desesperados por invertir en la historia de moda del momento. En todas las grandes burbujas, el auge de las cotizaciones bursátiles vino acompañado de un auge de las OPV, quizás llevado al extremo en la burbuja de los Mares del Sur de 1720. Los compradores crédulos se vieron tentados por nuevas empresas que recaudaban dinero en efectivo para proyectos que incluían barcos llenos de agua para transportar peces vivos (los peces murieron); una ametralladora que disparaba balas cuadradas (demasiado poco fiable); y la extracción de salitre de los residuos recogidos de los lavabos en Inglaterra, según el historiador Edward Chancellor en "Devil Take the Hindmost". El boom de las SPAC de 2020-21 fue el equivalente moderno. Pero hoy el mercado de OPV está pasando apuros.

Las acciones relacionadas con la inteligencia artificial se dispararon para luego caer en picado si no podían justificar su precio

Hubo una mini-burbuja en IA el año pasado después de que se lanzase ChatGPT. Pero eso muestra la diferencia entre la especulación basada en la esperanza -habitual cuando despegan nuevas tecnologías, desde canales, ferrocarriles y bicicletas hasta Internet, la energía solar y los coches eléctricos- y la situación actual, algo más sobria. Las acciones relacionadas con la inteligencia artificial se dispararon para luego caer en picado si no podían justificar su precio. Sólo en las dos últimas semanas algunos de esos valores han vuelto a subir.

Es posible que los inversores sean demasiado optimistas sobre el potencial a largo plazo de la IA. También podrían estar equivocados sobre el potencial de ganancias. Pero dados los enormes beneficios que ya están fluyendo hacia Nvidia, es más probable que se trate del error habitual de no tener en cuenta a los nuevos competidores atraídos por los altos márgenes de sus microchips que de un comportamiento abiertamente burbujístico. Al menos por ahora.

Las acciones están caras, han subido mucho en muy poco tiempo y los inversores están entusiasmados. No es de extrañar que se hable de burbujas. Pero faltan muchos de los ingredientes habituales de una burbuja.

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