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Educar a las niñas es más efectivo contra el cambio climático que los paneles solares
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Educar a las niñas es más efectivo contra el cambio climático que los paneles solares

Un nuevo informe publicado por la ONG Project Drawdown ha evaluado la efectividad de distintas acciones y su impacto en la lucha climática. La sexta más urgente es mejorar la escolarización femenina alrededor del mundo

Foto: La educación tiene un gran impacto ambiental. (iStock)
La educación tiene un gran impacto ambiental. (iStock)

Por delante de los coches eléctricos. De las granjas solares. De la energía nuclear. Educar a las niñas es, según un informe llevado a cabo por la organización no gubernamental inglesa Project Drawdown, la sexta medida más eficiente para mitigar el cambio climático de una lista de 80 en la que el coche sin humo —visible— y la energía solar ocupan, respectivamente, las posiciones 26ª y 8ª, y la gestión de los refrigerantes HFC, la primera.

La anterior conclusión la respalda también, entre otros, la Unesco, según la cual educar a las niñas redundaría en una masiva reducción de emisiones de 120.000 millones de toneladas para 2050; el equivalente, para hacernos una idea, a las emisiones de China durante 10 años según los valores de 2014. Project Drawdown fue fundada en 2014 con el fin de contribuir a alcanzar el momento de inflexión —'drawdown'— en que las emisiones de carbono comiencen a descender de forma sostenida.

La mencionada lista de 80 soluciones para el cambio climático con efectos inmediatos fue la base del superventas 'Drawdown', publicado por 'The New York Times' y considerado hoy en día una referencia en la materia. Materia que, sin embargo, sigue costando trasladar a la práctica: según datos del banco mundial, dos tercios de la población analfabeta del mundo son mujeres y en zonas de conflicto e inestabilidad las niñas tienen una probabilidad 2,5 veces más alta de abandonar los estudios que los niños.

placeholder En las áreas menos desarrolladas del planeta, la falta de escolarización femenina es un problema con un gran impacto. (iStock)
En las áreas menos desarrolladas del planeta, la falta de escolarización femenina es un problema con un gran impacto. (iStock)

La medioambientalista Katharine Wilkinson estira del hilo para explicar esa relación directa entre educación femenina y clima. “Para empezar, las mujeres son las principales agricultoras del mundo. Producen entre el 60 y el 80% de la comida en países de bajos recursos, generalmente cultivando campos de menos de dos hectáreas”. Y lo hacen, tal y como apunta Oxfam Internacional, con menos acceso a los recursos necesarios para llevar a cabo dicha actividad que los hombres: menos derechos de titularidad, crédito y capital, menos formación, menos herramientas y tecnología. “Lo hacen de manera tan eficiente como los hombres, pero esta desigualdad perfectamente documentada en derechos y recursos hace que acaben produciendo menos alimentos de los que podrían. Al mismo tiempo, cada vez se deforesta más para producir alimentos, pero si las explotaciones existentes hoy en día produjeran la suficiente comida, esa deforestación se podría evitar”.

Los bosques funcionan como sumideros naturales de las emisiones de carbono en el planeta: una hectárea de bosque retira en 40 años las emisiones de CO₂ de 15 coches a lo largo de su vida útil. Si esta brecha de recursos se cerrara mediante la provisión de educación y recursos a las mujeres, explica Project Drawdown, el rendimiento de las mencionadas explotaciones aumentaría en un 20 o 30%, lo que tendría un enorme impacto en cuanto a alimentación, salud, ingresos y cambio climático. Concretamente, las emisiones eliminadas equivaldrían a lo que se conseguiría a través del reciclaje en ese mismo periodo de tiempo. “Se trata de un efecto dominó: si apoyamos a las agricultoras, las cosechas se optimizan, evitamos la deforestación y conservamos la capacidad de generar vida de los bosques”.

placeholder Las mujeres sin estudios tienden a casarse antes y tener más hijos. (iStock)
Las mujeres sin estudios tienden a casarse antes y tener más hijos. (iStock)

Pero, además, conseguir que las niñas vayan a la escuela tiene otra serie de profundos efectos en cascada: se reducen las enfermedades, aumenta la esperanza de vida, se da una mayor prosperidad económica, así como menos matrimonios forzados, y se tienen menos hijos. Un efecto colateral de enorme alcance a nivel climático, este último: en 2017, un estudio centrado en las más importantes acciones a nivel individual para la mitigación del cambio climático realizado por Seth Wynes, geógrafo e investigador de la Universidad de British Columbia, y Kimberly Nicholas, profesora de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Lund, desveló que tener un hijo menos reducía las emisiones en países desarrollados en 58,6 toneladas de CO₂ al año. Esto equivale al impacto de 684 adolescentes que reciclaran toda su vida.

Los efectos en el clima de la reducción de la natalidad son una consecuencia secundaria, pero importantísima, de una decisión que la mujer toma cuando tiene la oportunidad y la libertad de hacerlo: estudios llevados a cabo desde 1980 demuestran que las mujeres con mayores niveles y calidad educativos se casan más tarde y tienen menos hijos, viven más y disfrutan de una mayor prosperidad económica. En Malí, por ejemplo, las mujeres con educación secundaria o más tienen, como media, tres niños, mientras que aquellas que carecen de ella tienen una media de siete hijos. El efecto de la educación para evitar la, a menudo, indeseada maternidad precoz y de varios hijos es directo: allá donde disminuye el gasto en educación, aumenta la maternidad precoz.

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Las mujeres producen la mayor parte de la comida de este planeta. (iStock)

Son varias las organizaciones que dan voz a los beneficios de la educación femenina en este campo, a pesar de lo cual medidas de este tipo normalmente se ven eclipsadas por otras de tipo tecnológico. El estudio de Wynes y Nicholas, publicado en 'Environmental Research Letters', señalaba también que, en países desarrollados, tener un hijo menos es mucho más efectivo para reducir la huella de carbono individual que reciclar o comer menos carne. Las mujeres en los países desarrollados pueden tomar este tipo de decisiones de manera libre, y las tasas de natalidad en los primeros son hoy en día bajas. Pero en países de bajos ingresos, esa capacidad de decisión individual —por no hablar de la contracepción— es normalmente inexistente y las tasas de fertilidad siguen siendo altas.

Foto: Gro Harlem Brundtland (Reuters)

Pero, además, la educación de las mujeres es, a nivel mundial, una cuestión de progreso. Donde hay educación femenina aumenta también su capacidad de influir en cómo milita su entorno en cuestiones climáticas, así como la resiliencia frente a los desastres climáticos. Un estudio del Brookings Institute pone cifras a este fenómeno: por cada año adicional de escolaridad de una niña, la resiliencia de su país ante desastres causados por el clima aumenta en 3,2 puntos.

De esta forma, organizaciones no gubernamentales como Hand In Hand International, Girls Not Brides y Malala Fund cobran una nueva dimensión: no solo ayudan al progreso de las niñas en todo el mundo, sino que, de paso, contribuyen a conservar el planeta. Además de adjudicar posiciones en función de su efectividad, el informe Drawdown aportaba los beneficios económicos asociados a cada solución. Si el 10% de la electricidad mundial se generara en granjas solares, por ejemplo, nos ahorraríamos cinco billones de emisiones para 2050. Pero en el caso de la educación de las niñas y la planificación familiar, el valor económico asociado quedaba por determinar. Sin embargo, podría ser una de las principales medidas para el progreso económico y medioambiental de las conocidas hasta ahora.

Por delante de los coches eléctricos. De las granjas solares. De la energía nuclear. Educar a las niñas es, según un informe llevado a cabo por la organización no gubernamental inglesa Project Drawdown, la sexta medida más eficiente para mitigar el cambio climático de una lista de 80 en la que el coche sin humo —visible— y la energía solar ocupan, respectivamente, las posiciones 26ª y 8ª, y la gestión de los refrigerantes HFC, la primera.

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