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Estados Unidos acoge la cumbre del clima con su credibilidad en entredicho
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tras volver al Acuerdo de París

Estados Unidos acoge la cumbre del clima con su credibilidad en entredicho

Después de que George W. Bush y Donald Trump renegasen de las políticas medioambientales de Bill Clinton y Barack Obama respectivamente, Joe Biden vuelve a poner en la agenda política estadounidense (y mundial) la crisis del clima

Foto: Imagen de archivo de una protesta contra el cambio climática en Washington. (Efe: Jim Lo Scalzo)
Imagen de archivo de una protesta contra el cambio climática en Washington. (Efe: Jim Lo Scalzo)

La Administración Biden prometió pisar el acelerador en la lucha contra el cambio climático, y el sector de los grupos y 'think tanks' ambientalistas, de momento, está satisfecho. La Casa Blanca ha entreverado sus políticas económicas con una sensibilidad verde y se dispone a acoger, este jueves y viernes, una cumbre virtual del clima. Señales de voluntad política que, sin embargo, se estrellan contra la realidad de un país polarizado: a Biden le preocupa mucho el clima y lo ha colocado en el centro de su discurso. Pero, dentro de cuatro u ocho años, quizás otro presidente republicano vuelva a dar un golpe de timón en la dirección contraria.

La historia reciente de las políticas climáticas americanas resulta elocuente. En 1998, el demócrata Bill Clinton firmó la adhesión al Protocolo de Kyoto, que George W. Bush abandonó en su primer año de mandato. Lo mismo ocurrió con Barack Obama y el Acuerdo Climático de París, desechado por Donald Trump nada más ocupar el cargo (una marcha que tardó casi cuatro años en completarse: la propia Administración Obama había negociado esta cláusula a sabiendas de que un republicano se marcharía enseguida). Unas piruetas que los otros firmantes de Kyoto o París no olvidan, y que pueden empañar las ilusiones en la cumbre de esta semana.

“Los datos muestran que la temperatura global de 2020 fue en torno a 1,2 grados Celsius más caliente que en la época preindustrial"

“Si América no es capaz de liderar el mundo para abordar la crisis climática, ya no nos quedará mucho del mundo”, dijo el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, el pasado lunes. “Si tenemos éxito, capitalizaremos la mayor oportunidad en generaciones para crear empleos de calidad; construiremos una sociedad más equitativa, saludable y sostenible, y protegeremos este magnífico planeta”.

La Casa Blanca insiste en su compromiso de reducir a cero las emisiones de CO₂ del sector eléctrico para 2035 y las emisiones totales de EEUU para 2050. Nada más sentarse en el despacho oval el pasado 20 de enero, Joe Biden ordenó la vuelta al Acuerdo Climático de París, paralizar la construcción del oleoducto Keystone XL y empezar a revertir 50 medidas desreguladores que había aprobado su antecesor, Donald Trump.

Solo era el principio. El Equipo Climático de la Casa Blanca, una creación del presidente, tiene en sus filas a las secretarias de Interior y Energía, al director de la Agencia de Protección Medioambiental, a la presidenta del Consejo de Calidad Medioambiental y a los dos grandes responsables de supervisar las políticas verdes: Gina McCarthy, de cara al interior y a la coordinación con los 50 estados, y John Kerry, embajador climático internacional.

placeholder John Kerry firma en 2016 el Acuerdo de París con su nieta en brazos. (EFE)
John Kerry firma en 2016 el Acuerdo de París con su nieta en brazos. (EFE)

Los departamentos del Gobierno, además, están obligados a calcular lo que contaminan, su 'huella de carbono', para asegurarse de que sus políticas resultan sostenibles y van acorde con los objetivos de reducción de emisiones. El plan de infraestructuras que los demócratas esperan aprobar este verano incluye todo tipo de medidas ecologistas, desde invertir 170.000 millones de dólares en el mercado de vehículos eléctricos, a tapar los pozos de gas y petróleo, incentivar las energías limpias, reemplazar las cañerías de plomo y remozar todo tipo de infraestructuras para hacerlas más sostenibles y resistentes a los fenómenos climáticos.

Washington luce estas medidas como prueba de su compromiso; una credibilidad que le hará falta en la cumbre climática virtual de mañana y pasado. Está previsto que Estados Unidos desvele su nueva colección de objetivos de reducción de gases contaminantes frente a los líderes de 40 países, especialmente China, la nación que más polución emite cada año. Joe Biden espera convencer a los demás de que anuncien y respeten nuevos compromisos y aporten dinero a un fondo que sufragaría parte de los esfuerzos medioambientales de los países más pobres. Según estimaciones de la ONU, las naciones del Tercer Mundo necesitarían invertir 70.000 millones de dólares para colocarse en paralelo a las regiones industrializadas en la lucha contra el calentamiento global.

El expresidente Barack Obama prometió en su día recortar las emisiones entre un 25% y un 28% para 2025, una misión que paralizó Donald Trump. Ahora, diversos grupos ecologistas piden a Biden que sitúe el recorte en el 50% para 2035, lo cual podría evitar que la temperatura global suba 1,5 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales. El umbral del que teóricamente no habría vuelta atrás, y al que nos estaríamos acercando.

“Los datos en este informe muestran que la temperatura global de 2020 fue en torno a 1,2 grados Celsius más caliente que en la época preindustrial, lo que significa que el tiempo para cumplir los objetivos del Acuerdo de París se está agotando rápido”, declaró António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, al presentar recientemente el último informe del clima. “Necesitamos hacer más, y más rápido, ahora”.

Foto: Joe Biden, en un discurso de la campaña electoral. (EFE)

Aun así, en caso de que EEUU prometa ese recorte del 50%, sería sustancialmente menor que el objetivo europeo de bajar las emisiones un 55% en la próxima década. Japón y Canadá son otras de las principales potencias contaminantes que pueden comprometerse también a que sus recortes superen el nivel del 50%; de otros, como Australia, con un Gobierno más sensible a la industria del carbón, no se esperan grandes promesas.

La dinámica a la que se prestará más atención durante la cumbre es la de Estados Unidos y China; las dos superpotencias tienden a chocar en todo tipo de territorios, desde el comercial al de la tecnología, pero aparentemente buscan alcanzar un entendimiento mutuo en cuestiones medioambientales. John Kerry y Xie Zhenhua, negociador climático de China, prometieron en un mensaje conjunto ponerse a cooperar frente al desafío “urgente” de la “crisis climática”.

En las próximas 48 horas, Joe Biden estará en una posición similar a la de Bill Clinton y Barack Obama: tratando de convencer al mundo de la 'bona fides' climática de Estados Unidos. Una intención que no solo depende de sus políticas, sino de los bandazos a medio plazo inherentes a una democracia polarizada. Una complicación que el otro gran contaminante, el gigante chino, no tiene.

La Administración Biden prometió pisar el acelerador en la lucha contra el cambio climático, y el sector de los grupos y 'think tanks' ambientalistas, de momento, está satisfecho. La Casa Blanca ha entreverado sus políticas económicas con una sensibilidad verde y se dispone a acoger, este jueves y viernes, una cumbre virtual del clima. Señales de voluntad política que, sin embargo, se estrellan contra la realidad de un país polarizado: a Biden le preocupa mucho el clima y lo ha colocado en el centro de su discurso. Pero, dentro de cuatro u ocho años, quizás otro presidente republicano vuelva a dar un golpe de timón en la dirección contraria.

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