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Su abuelo ganó la lotería de Navidad en 1968 y su padre, la ONCE en 2006: "Es imposible que me toque"
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DOS PREMIOS ENTRELAZADOS

Su abuelo ganó la lotería de Navidad en 1968 y su padre, la ONCE en 2006: "Es imposible que me toque"

Este joven sevillano, cuya familia es originaria de Cantillana, un pueblo de 10.000 habitantes, cuenta la historia de cómo a su familia le sonrió la suerte dos veces y por qué él ve en jugar a la lotería una pérdida de tiempo

Foto: Imagen: EC Diseño.
Imagen: EC Diseño.

Un premio de cinco millones de pesetas, que "en aquella época era mucho", cambió la vida de un matrimonio oriundo de un pueblo de Sevilla. Era 1968 en Cantillana y 55 años después, el nieto de ese comerciante cuenta la historia de cómo ese regalo que vino de la mano de la lotería de Navidad cambió por aquel entonces a su familia. "Eso ha hecho que pueda crecer en una familia de clase media en Sevilla capital en vez de en un pueblo, con una oferta educativa mayor y con muchas más facilidades. Obviamente, lo he notado mucho en mi vida. Creo que no habría llegado a ser quien soy ahora mismo si no hubiera sido por eso", cuenta en conversación telefónica con El Confidencial Alejandro Tirado, a quien la suerte ha sonreído dos veces de forma colateral por las dos victorias que se han vivido en su seno familiar.

Primero, su abuelo se llevó premio en el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad de finales de los sesenta —"no fue mucho, ya que a los pocos años empezó la crisis del petróleo, y el valor de lo que eran cinco millones de pesetas decreció mucho en menos de cinco años", comenta a este respecto Alejandro— y, en 2006, su padre resultó también ganador de un boleto premiado en un juego de azar, aunque en este caso no se correspondía con la Lotería Nacional, sino con un boleto premiado de la ONCE, gracias al que entre sus padres y sus tíos se llevaron 35.000 euros, 17.500 respectivamente.

Foto: Celebracion del Premio Gordo en Asturias en 2022. (EFE)

Empezando por el principio, este joven, que ahora reside en Madrid, recuerda que su origen familiar está, como se mencionaba al comienzo de este texto, en Cantillana, un pueblo de 10.000 habitantes de Sevilla. Al hablar sobre su abuelo, Tirado destaca que "había sido un poco de todo" durante su vida para conseguir salir adelante. "Lo reclutaron siendo menor de edad para luchar en la Guerra Civil y al volver tenía una herida de bala, le habían matado al hermano… Tuvo que buscarse un poco las habichuelas y era agricultor, comerciante, se dedicaba a la albañilería…", relata, destacando a la par que su principal sustento fue, al final, el ser comerciante de comida y que, precisamente, el dato de la experiencia en trincheras de su abuelo no lo conoció hasta ser más mayor, cuando ya su abuelo estaba cerca de fallecer. "Hay un silencio brutal [para estas cosas] porque no se quiere hablar de ello. Y fíjate, una cosa como ganar la lotería, que es algo feliz —aunque a veces cree problemas— ni siquiera de eso se habla", añade.

Preguntado acerca de cómo invirtió su abuelo el premio, Alejandro Tirado da la clave de lo que marcó la diferencia en esta historia. Aunque su abuelo comenzó depositando el dinero que se iba a depreciar en una casa más grande en el pueblo, gracias al consejo de su mujer, que era "muy inteligente", el matrimonio decidió mudarse a la capital para probar suerte y ver si podían "gestionar un poco mejor el dinero" con su labor de comerciante, al trasladar más el negocio a Sevilla capital desde Cantillana. "Se compró un piso al principio en el centro de Sevilla y al año siguiente se compró otro. Entonces básicamente se gastó gran parte del dinero en inmuebles", explica el nieto, retrotrayéndose al pasado.

El hecho de que ganaran la lotería selló el destino familiar a través de la enseñanza universitaria

Sin embargo, a pesar de que esas casas fueron un salvoconducto en vida para que cada hijo tuviera un hogar físicamente hablando, el hecho de que ganaran la lotería selló el destino familiar de otra manera: a través de la enseñanza universitaria que, en otras circunstancias, habría supuesto un esfuerzo titánico para los padres. Ese dinero en metálico procedente del décimo personal que jugaba la pareja permitió que sus tres hijos pudieran, al menos, asomarse a la puerta de la universidad. "En esa época mi padre y mi tío [gemelos] tenían los dos 15 años, así que en cierta manera se aseguraron su futuro. En teoría mi abuelo estaba ahorrando para esto, pero eso ya nunca se sabrá. Ahorraba para que todos sus hijos pudieran estudiar una carrera universitaria cuando él, aunque no era analfabeto, no fue a la escuela ni nada… Le pilló la Guerra Civil y, claro, todo tipo de educación se fue al traste", explica el descendiente de ambos.

Así, Alejandro Tirado tiene claro que embolsarse una bonificación económica de la lotería de Navidad fue "un ascensor social clarísimo" para su familia. Lo llamativo de esta historia es, no obstante, que décadas después ese mismo número que atrajo la suerte en el pasado a este entorno familiar no se haya conservado, ni en papel ni en forma de estela. "La historia es graciosa porque el décimo, una vez lo cobraron, desapareció. Le he estado preguntando a mi padre y no se acuerda ni siquiera del número, así que tampoco ha habido una tradición muy grande con respecto a eso", cuenta Tirado. En teoría, añade el joven, el boleto se perdió en la mudanza de Cantillana a Sevilla. "A mí siempre me ha dado curiosidad, pero entre que se perdió y que no se acuerda nadie de cuál fue el número…", resalta también, a la par que señala que a él le habría "hecho ilusión" enmarcarlo.

"No compro ni con gente del trabajo"

A pesar de que este sevillano viene de un legado familiar marcado por el doble tirabuzón de recibir en las 'arcas' de sus más allegados un premio algo sustancial de lotería, Alejandro Tirado opta por no probar suerte en el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad. "Por mi parte, no juego a la lotería ni nada porque siento que es imposible que me toque", concreta el joven. "No compro ni con gente del trabajo ni con amigos, nunca ha surgido eso. Y además tengo la manía de no comprar porque realmente pìenso que es imposible que me toque. Si a mi abuelo y a mi padre le ha tocado, es imposible que me toque. La lotería para mí ha sido que, por suerte, mi padre pudiera estudiar", expresa asimismo en este sentido, sin dejar tampoco margen a otros juegos de azar, en los que también su familia ha tenido algo de buena fortuna.

Es el caso de los organizados por la ONCE, entidad gracias a la cual, en 2006, el padre de este sevillano ganó por un cupón agraciado y compartido 35.000 euros, 17.500 para cada parte. "Que ya es dinero, ojalá para mí ahora mismo, pero no es algo que te quita de trabajar", comenta a este respecto Tirado, al sacar a colación el tema de la combinación ganadora que le aportó algo de dinero a sus padres. De aquel momento en el que el entrevistado contaba con 16 años, Alejandro Tirado recuerda que sus padres compraron el décimo de la suerte en el bar de Sevilla al que llevan yendo toda su vida y que el día en que se enteraron de la noticia, mientras ellos estaban tomándose una cerveza allí, él se encontraba estudiando en su casa. "Mi abuelo por aquel momento ya no estaba vivo. Quien sí lo vivió fue mi abuela, que se alegró mucho, estaba muy feliz. Y claro, estábamos todos muy sorprendidos porque estadísticamente es muy difícil que tanto a un padre como a un hijo les toque la lotería. No fue al nivel de lotería de Navidad, pero bueno, que te toque dos veces es motivo de suerte", destaca asimismo.

"Estábamos todos muy sorprendidos porque estadísticamente es muy difícil que tanto a un padre como a un hijo les toque la lotería"

De ese día, recuerda también la sorpresa y la alegría cuando sus progenitores le contaron el notición. Y la mezcla de "cava calentorro y pizzas del Telepizza" que compraron para todos, para celebrar el premio ganado junto a varios tíos, entre ellos, la otra pareja que compartía la mitad del boleto ganador. En esta segunda ocasión de celebración, también se repitió el mantra de invertir "todo el dinero" que hiciera falta "en educación": "Mis padres parte lo gastaron en hipoteca, pero la mayor parte la gastaron para que mi hermano pudiese estudiar un máster".

Si el destino tuviese guardado un tercer as bajo la manga, a pesar de no jugar él personalmente a la lotería de Navidad ni a ningún otro juego de azar, a Alejandro le gustaría que ese premio le volviese a tocar a sus padres para que pudiesen disfrutar de su jubilación, y que así se cerrase el ciclo que abrió su abuelo en 1968. "Mi abuelo cuando le tocó la lotería de Navidad tendría 48 años. Él ya estaba pensando en la herencia que iban a tener sus hijos. Sé que si a mis abuelos no les hubiera tocado la lotería de Navidad, hubieran mandado solo a mi padre y a mi tío a la universidad y a mi tía no, porque eran los chicos los que iban a la universidad. Sin embargo, le ofrecieron ir a la universidad", sostiene recapitulando Alejandro Tirado.

Un premio de cinco millones de pesetas, que "en aquella época era mucho", cambió la vida de un matrimonio oriundo de un pueblo de Sevilla. Era 1968 en Cantillana y 55 años después, el nieto de ese comerciante cuenta la historia de cómo ese regalo que vino de la mano de la lotería de Navidad cambió por aquel entonces a su familia. "Eso ha hecho que pueda crecer en una familia de clase media en Sevilla capital en vez de en un pueblo, con una oferta educativa mayor y con muchas más facilidades. Obviamente, lo he notado mucho en mi vida. Creo que no habría llegado a ser quien soy ahora mismo si no hubiera sido por eso", cuenta en conversación telefónica con El Confidencial Alejandro Tirado, a quien la suerte ha sonreído dos veces de forma colateral por las dos victorias que se han vivido en su seno familiar.

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