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El poblado chabolista Las Sabinas, el vertedero del que todas las familias por fin pueden huir
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LA OTRA CARA DEL RÍO GUADARRAMA

El poblado chabolista Las Sabinas, el vertedero del que todas las familias por fin pueden huir

Más de 30 familias viven a orillas del río Guadarrama, en un rincón de escombros y residuos bajo la carretera A-5. El 2 de marzo se firmó el convenio para realojarlos. Todos están listos para salir de ahí

Foto: Una de las chabolas de Las Sabinas. (Marina G. Ortega)
Una de las chabolas de Las Sabinas. (Marina G. Ortega)

Bajo el puente del Aguijón, donde cruza la A5 a la altura entre Móstoles y Arroyomolinos, hay un sendero de tierra. A la izquierda, el río Guadarrama en la peor de sus versiones. A la derecha, un cementerio de basura, escombros, y más de 30 familias residiendo en chabolas. El asentamiento de Las Sabinas lleva en pie más de 40 años, aunque los vecinos actuales llevan apenas más de una década. En unas sillas al sol están Joaquina, Ainhoa y Bea. “A ver si es verdad y nos vamos ya”, señala la segunda con un niño de un año en brazos. El resto de sus hijos están en el colegio, un público del Parque Coimbra con servicio de ruta que viene a buscarles todas las mañanas en la esquina del puente.

Las tres mujeres están esperando a las asistentas sociales del ayuntamiento de Móstoles. Han quedado con ellas para empezar a preparar la documentación que deben entregar para formalizar el desalojo. El pasado dos de marzo, la Comunidad de Madrid y el consistorio del sur firmaron un convenio para hacer desaparecer el poblado. No es el primero acuerdo que se cierra; también hubo uno en 2008 y otro en 2013. Pero había requisitos como tener que estar empadronados durante un tiempo determinado que no todos cumplían. “En este entran los que llevan desde 2018”, apunta el consistorio. Quien haya llegado después, deberá esperar al siguiente.

placeholder Un vecino después de arreglar el agujero del techo de Joaquina. (Marina G. Ortega)
Un vecino después de arreglar el agujero del techo de Joaquina. (Marina G. Ortega)

Joaquina llegó hace doce años y es la suegra de Ainhoa. Viven puerta con puerta, pero en chabolas separadas hechas con ladrillo y cartón. Al principio no se fiaban mucho de la prensa, relataron que no siempre se han "portado bien" con ellos. Otra vecina, Rebeca, se sorprendió cuando aparecieron periodistas. "Ahora sí, ¿no?", señala refiriéndose al anuncio de la firma del convenio, echando en cara que no se les haya prestado atención como a ella le gustaría anteriormente. El caso de Bea es distinto. Tiene 28 años, es de Getafe y tiene dos críos pequeños. El agua del grifo le va regular, pero dice que se han acostumbrado. Las asistentas sociales se están retrasando unos minutos y empiezan a inquietarse. Al poco, aparecen en el coche por el camino de tierra.

Este es uno de los escasos poblados chabolistas que quedan en la región madrileña, entre los que también destacan los núcleos en torno a la M30 y la famosa Cañada Real. Este último lleva sin suministro de luz más de 900 días, una cuestión que la Comunidad sostiene que es "imposible" de solventar porque la red existente es ilegal. En España se estima que perduran 270 asentamientos con un total de 2.000 viviendas.

placeholder Neveras a la orilla del río Guadarrama. (Marina G. Ortega)
Neveras a la orilla del río Guadarrama. (Marina G. Ortega)

Hay quienes sí parece que están teniendo más suerte. Los residentes de Las Sabinas están contentos, todos quieren pirarse cuando antes. Hablan de la suciedad, de la ausencia de agua potable, de la falta de luz, del frío, del calor, de la lluvia y de las ratas. A nadie se le pregunta por este animal, pero todos lo mencionan como uno de los principales inconvenientes de vivir en Las Sabinas. “Para tener agua, vamos al río [llena de suciedad], y sino a una fuente del Parque Coimbra”, señala Ainhoa. Al otro lado del río hay urbanizaciones de chalets con piscina. Joaquina tiene un agujero del tamaño de una bola de bolos en el techo por la fuerza con la que llovió hace semanas. Tiene suerte; un paisano ha venido a echarle una mano y colocar otra vez la chapa.

El convenio firmado estima realojar a 33 familias de la denominada Zona Centro en 68 vivienda. La Agencia de la Vivienda de la Comunidad de Madrid se hará cargo del 70% del coste y el ayuntamiento de Móstoles aportará el 30% restante. Y para controlar la evolución de la puesta en marcha del realojo, se creará una comisión de seguimiento con 3 miembros de cada entidad. La intención es la de asegurarse que todo se hace en condiciones.

placeholder Escaparate de sillas y sillones. (Marina G. Ortega)
Escaparate de sillas y sillones. (Marina G. Ortega)

En 2021 también se firmó otro convenio, esta vez con el ayuntamiento de Arroyomolinos. El objetivo era la de “realizar las actuaciones necesarias para la erradicación definitiva de dicho núcleo [...] con una previsión de 90 familias”. Se recibieron 82 solicitudes: 52 cumplían los requisitos, 25 no, 1 solicitante falleció, 3 se presentaron fuera de plazo y 1 rechazó la vivienda adjudicada. Hasta la fecha han sido realojadas 14 familias. Uno se puede preguntar por qué hay gente que rechaza las viviendas que les ofrecen sabiendo que su calidad de vida aumentaría. Las vecinas consultadas aseguran que ellas dirían que sí a cualquier opción, pero señalan que no todo el mundo quiere irse a vivir muy lejos del barrio donde llevan tantos años. Los pisos que ofrece la Comunidad de Madrid están repartidos por toda la región.

placeholder Ropa de los residentes tendida. (Marina G. Ortega)
Ropa de los residentes tendida. (Marina G. Ortega)

Y quienes sí que fueron realojados, dejaron sus chabolas vacías con orden de derribo. “¿Ves eso? [señalan una montaña de escombros de la que apenas queda un muro], era una casa”. En teoría, las ruinas se despejan una vez se destruyen las chabolas, pero la realidad es que las calles de este asentamiento todavía están repletas de tablas de madera, chapas y restos de demoliciones. Bea argumenta que una de las viviendas que tiraron estaba al lado de la suya. Advirtió de que si no tenían cuidado afectaría a su chabola, y así pasó. Explica que se cayó parte del techo de su cocina y lo arregló con chapuzas por un lado y por otro.

El entorno también está lleno de neveras. “Es porque vienen los camiones de las empresas y tiran todo aquí en el río en vez de en el punto limpio”, señala un vecino en una furgoneta. El verdadero origen de los electrodomésticos se desconoce, pero es innegable que están acumulados a ambas orillas. También abundas las sillas, los sofás y los neumáticos. Paralelamente, las trabajadoras sociales han dejado más tranquilas a las familias. Empezarán a mover el papeleo y todavía tienen meses para entregar toda la documentación.

placeholder Arreglando el techo de Joaquina. (Marina G. Ortega)
Arreglando el techo de Joaquina. (Marina G. Ortega)

Las dos caras del río Guadarrama

El río Guadarrama inicia en la sierra de la región, a la altura de la localidad de Cercedilla. Verde, campo, aire fresco, segundas residencias y destino de domingueros madrileños. En su nacimiento, el estado es impecable. Su viaje al sur ya no lo es tanto y la zona empieza a degradarse. De hecho, el suelo donde las familias llevan alojándose 40 años se asienta sobre el Parque Nacional del curso medio del Guadarrama, lo que impide su urbanización por tratarse de un espacio protegido.

Es un espacio protegido no urbanizable, pero está lleno de basura y escombros

Lo curioso es que está repleto de basura. ¿Quién tiene las competencias para despejar el terreno? La Confederación Hidrográfica del Tajo ha trabajado anteriormente para limpiar los escombros, pero tiempo después vuelven las neveras, las maderas y las ratas. La Comunidad de Madrid también colabora con las labores de limpieza por el cuidado del medioambiente, al igual que los ayuntamientos de Móstoles y Arroyomolinos. Por otro lado, los residentes también denuncian el riesgo de inundación. Cuando sube un poco el río, les alcanza el agua. Todo apunta a que en unos meses será el final de un asentamiento chabolista que ha durado en la región más de cuatro décadas.

Bajo el puente del Aguijón, donde cruza la A5 a la altura entre Móstoles y Arroyomolinos, hay un sendero de tierra. A la izquierda, el río Guadarrama en la peor de sus versiones. A la derecha, un cementerio de basura, escombros, y más de 30 familias residiendo en chabolas. El asentamiento de Las Sabinas lleva en pie más de 40 años, aunque los vecinos actuales llevan apenas más de una década. En unas sillas al sol están Joaquina, Ainhoa y Bea. “A ver si es verdad y nos vamos ya”, señala la segunda con un niño de un año en brazos. El resto de sus hijos están en el colegio, un público del Parque Coimbra con servicio de ruta que viene a buscarles todas las mañanas en la esquina del puente.

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