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Sierra de Guadarrama, de los primeros botánicos europeos a la invasión dominguera
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Sierra de Guadarrama, de los primeros botánicos europeos a la invasión dominguera

El libro ‘Andanzas del Guadarrama’, publicado por la editorial La Librería, hace un repaso por la evolución del paraje, centrándose en su historia y en el deterioro provocado por la masificación

Foto: Imágen aérea de la sierra de Guadarrama. (EFE)
Imágen aérea de la sierra de Guadarrama. (EFE)

Hubo un tiempo en que la sierra de Guadarrama se convirtió en uno de los destinos predilectos del montañismo europeo. Fue hace más de un siglo. Lo cuentan Javier Barbadillo y Jesús Dorda en ‘Andanzas del Guadarrama. 100 años de cambios en la Sierra’, obra que homenajea en título e intenciones a ‘Andanzas castellanas’, de Juan A. Melia, escrito en 1918.

Foto: Buitre leonado en vuelo (iStock)

Todo comenzó en el último cuarto del siglo XIX, cuando la fiebre por los Alpes y el alpinismo más despuntaba. “Los Alpes se convirtieron en un espectacular destino vacacional, confortable y saludable, que atrajo a las clases acomodadas de Europa, a la vez que su exploración deportiva los confirmó como referencia y centro del mundo montañero”, comentan Dorda y Barbadillo.

Pioneros clubes de montaña

Algunos de los montañeros españoles más relevantes de esos años van a estudiar en la escuela forestal de Tharandt, en Sajonia. Es el caso del ingeniero forestal Máximo Laguna, que hablará “de ese hermoso valle alemán del Lozoya”. También importantes botánicos extranjeros visitarán la sierra de Guadarrama, como los suizos Leresche y Levier, o el entomólogo Jorge Lauffer. Unos años más tarde, en 1915 y 1916, el geólogo alemán, Hugo Obermeier, se adentrará en las montañas de Peñalara y Cuerda Larga.

placeholder Castillo de Manzanares El Real. (Cedida)
Castillo de Manzanares El Real. (Cedida)

También serán montañeros originarios de la Selva Negra los primeros en practicar el montañismo en nuestra Sierra. Por ejemplo, Ferdinand Garner y Karl Popper serán partícipes del primer club de montañistas formado en Madrid. “Entretanto se constituyó la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara y a ella acudió un buen número de integrantes de origen centroeuropeo y habla alemana, pertenecientes a familias cultas, económicamente desahogadas y residentes en Madrid”, siguen contando Dorda y Barbadillo, mientras desentrañan la historia del mítico Camino Schmid, en honor al austriaco Edouard Schmid Weikan, que marcaría una ruta entre el valle de la Fuenfría y el puerto de Navacerrada, pasando por el Collado Ventoso.

Foto: Foto:  EFE/Pablo Martín.
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Siguiendo las modas centroeuropeas, será Manuel González de Amezúa quien en 1907 funde el Club Alpino Español, una asociación dedicada a la práctica del esquí como no se había conocido hasta ese momento. “El esquí, un deporte hasta entonces exótico, experimentó una gran aceptación entre la burguesía madrileña, pues era divertido y poco exigente en cuanto a condiciones físicas”, explican los autores de ‘Andanzas del Guadarrama’.

El guadarramismo

Aquellos primeros intentos de conocer el terreno van a ser sacrificados y duros. De esta forma relata Juan A. Melia cómo eran esas excursiones que realizaban por el interior de la Sierra: “Echarse a la espalda una mochila con ocho kilos de peso, añadir una manta o capote, empuñar un rudo bastón y trepar desde Otero a la Peña del Oso, pasar la noche a la intemperie, en la garganta de El Espinar, escalar el Collado de Marichiva y parar en Cercedilla a las veinticuatro horas justas”. Melia habla de “periodo heroico”, pues no hay casi trenes, refugios o guías prácticos. También cuenta los peligros que deben sufrir cuando recorren muchos de los pueblos de la Sierra, donde en multitud de ocasiones son apedreados por los “ancestrales lugareños serranos”.

placeholder Exterior de un pozo de nieve del siglo XVI en San Lorenzo de El Escorial. (Cedida)
Exterior de un pozo de nieve del siglo XVI en San Lorenzo de El Escorial. (Cedida)

De todos modos, también resulta de interés observar cómo Melia catalogaba a diferentes escaladores y alpinistas: “Individuo que aspira únicamente a poder anotar una cúspide más en la lista de sus conquistas” o aquellos que “se limitan a zascandilear en torno de los chalets con el único fin de lucir trajes nuevos, insignias de sus Sociedades y mochilas con cacharros de aluminio tan costosos como innecesarios”.

Sin embargo, el interés, la curiosidad y las ganas de conocimiento no van a tener límites. “Desde 1875 las excursiones constituyeron un recurso pedagógico muy apreciado y ponderado en la Institución Libre de Enseñanza, cuya primera travesía por el Guadarrama tuvo lugar en 1883, caminando hacia los puertos de Navacerrada y los Cotos para descender al destartalado monasterio de El Paular, acercarse a Rascafría, remontar la ladera al puerto de Reventón y bajar finalmente hasta La Granja”, escriben.

Grandes figuras del guadarramismo van a ser Giner de los Ríos y Enrique de Mesa

Unos años más tarde se creará la Sociedad Española de Excursiones y Los Doce Amigos, núcleo fundador de la Sociedad Española de Alpinismo de Peñalara, uno de los primeros y principales grupos de montaña del Guadarrama y del montañismo en general. Grandes figuras del guadarramismo van a ser Giner de los Ríos, Enrique de Mesa, Bernaldo de Quiros, Castellarnau, Zabala, Graells, Bolívar, Martínez de la Cierva y el ya mencionado Melia.

Aparición y desaparición de la flora y la fauna

Desde la década de los setenta la Sierra va a vivir un rápido deterioro. “Recuerdo que en esa época había mucha basura. Estaba todo muy abandonado. Ahora se puede apreciar una disminución drástica de los insectos. Antes había multitud de saltamontes o mariposas, por ejemplo. También hemos visto la desaparición del sapo partero, que ahora están intentando salvar a la especie en un centro de reproducción”, enumera Dorda, a la vez que también valora la reintroducción de la cabra montesa o el lobo.

placeholder Sierra de Guadarrama. (Cedida)
Sierra de Guadarrama. (Cedida)

Para Barbadillo, especialista en flora, es importante destacar la transformación del paisaje. “El gran cambio no lo hemos llegado a percibir. Antes en las montañas dominaban los pastos y los matorrales, ahora predomina el arbolado y las grandes extensiones de pinar. Hace un siglo todo aquello estaba muy peinado. El robledal se talaba cada diez años para carbón y apenas pasaban de los dos metros”, explica el madrileño, también autor de ‘Manual para observar e interpretar paisajes’.

Los dos opinan que la solución pasa por cortar el paso a la gente y limitar los accesos a una parte de la Sierra. “Es un exceso el público que viene los fines de semana. Y lo peor es que además se fomenta, es un contrasentido. También creo que es importante que siendo un Parque Natural no se permita la práctica de muchos deportes, que de algún modo destruyen el ecosistema”, resalta Dorda, que además aboga por visitar lugares menos conocidos.

“Me gustan mucho las zonas más altas donde hacer senderismo. Yo no soy muy pedricero, prefiero acercarme al valle del Lozoya, que es más húmedo y diferente. La zona de los Siete Picos también me resulta de interés o el Camino Schmid. Y las vistas desde Cercedilla, claro”, concluye.

Hubo un tiempo en que la sierra de Guadarrama se convirtió en uno de los destinos predilectos del montañismo europeo. Fue hace más de un siglo. Lo cuentan Javier Barbadillo y Jesús Dorda en ‘Andanzas del Guadarrama. 100 años de cambios en la Sierra’, obra que homenajea en título e intenciones a ‘Andanzas castellanas’, de Juan A. Melia, escrito en 1918.

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