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Vari Caramés, el fotógrafo que retrata mundos soñados a través de lo cotidiano
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EXPOSICIÓN

Vari Caramés, el fotógrafo que retrata mundos soñados a través de lo cotidiano

El Canal de Isabel II acoge ‘Algo, nada, siempre’. La muestra representa una realidad que "es como un caleidoscopio, un poliedro que, en un delicado juego de magia, descoloca"

Foto: Visitantes frente algunas fotografías de las exposición.
Visitantes frente algunas fotografías de las exposición.

La escalera de una piscina puede llevar a otros mundos. O así por lo menos se sugiere en una de las imágenes que Vari Caramés tiene en su última exposición. El fotógrafo gallego es el protagonista de una monográfica que tiende puentes con su obra menos reciente, pero que guarda una coordinada relación con toda una trayectoria rendida a la cotidianeidad, la atemporalidad y la magia como generadora de otras realidades, tan cercanas como distantes.

placeholder Escaleira.
Escaleira.

“La realidad que aspira a representar es como un caleidoscopio, un poliedro que, en un delicado juego de magia, descoloca, recompone, rompe y reconstruye, alterando sus perfiles hasta privarlos de su carácter testimonial y convertirlos en un objeto no referencial, ilusorio, que roza los límites de la ficción”, escribe en el hermoso catálogo de la muestra Blanca Berlín, comisaria de ‘Algo, nada, siempre’ junto a Nerea Ubieto. “Con su lenguaje teatral, sus fotografías sumergen al observador en una especie de ensueño cargado de significados ocultos cuya interpretación deja abierta a la imaginación de quien las contempla”.

La fotografía como pintura

Las tres plantas de la Sala del Canal de Isabel II introducen al visitante en un universo de ensoñación y recuerdo. Una mirada que Caramés siempre ha manejado a su antojo, desde que empezó a fotografiar, de forma autodidacta en su Ferrol natal y posteriormente en A Coruña, donde en los ochenta, a través de su propio bar, consiguió generar un pequeño movimiento artístico.

Foto: Escena costumbrista. (Jean-Démosthène Dugourc, 1813)

“Era una época en la que había una enorme voluntad de descubrir y disfrutar, de obtener placer… Si había un concierto en la ciudad, iba todo el mundo; si había una exposición, lo mismo; había muchas ganas de soltarse la melena. Veníamos de una época oscura y hacía falta color y calor. Fue todo muy intenso. El bar se convirtió en muy poco tiempo en un bar de artistas; venían pintores, músicos, escritores, fotógrafos”, le cuenta a Alejandro Castellote en una conversación titulada ‘Abrazar la vida’.

placeholder Retrato de Vari Caramés.
Retrato de Vari Caramés.

Unas líneas antes, Caramés deja clara su posición respecto al mundo de la imagen. “En los años ochenta, cuando pertenecía a un grupo que se llamaba Os novos fotógrafos coruñeses, era muy díscolo, no encajaba muy bien en los patrones de lo que se entendía por fotógrafo; no buscaba la perfección de la copia, no estaba todo el día hablando de reveladores, ni de la sensibilidad de la película, ni de cámaras. Hablaba de la vida en general, del arte; tengo muchos amigos que son pintores y siempre me ha atrapado su manera de ver el mundo, que en muchos casos es más interesante que la de algunos fotógrafos”.

Lugares que no existen

Ese modo de comportarse, en el margen, desde el punto más alejado que puede haber de la fotografía, es el que también se intuye en la exposición. “El no quería que hiciéramos una antológica al uso. Tampoco quería que la exposición tuviera mucho texto. Tuvimos que negociar con él y llegar a un acuerdo”, confiesa Ubieto por teléfono. De esta manera, tres conceptos tan vagos como atractivos son los que guían el camino por el trabajo de un Caramés contemplativo y a la vez sugerente. Todas sus series aparecen representadas, pero siempre de una manera intuitiva y poco convencional.

¿Un ejemplo? “Su vocación poética aflora en Miraxes: una chica corriendo por la playa con un paraguas que el viento parece haber vuelto del revés, el puente que se pierde en un horizonte nebuloso flanqueado por un edificio que parece estar en construcción”, analiza Berlín. “No todo es lo que parece en las fotografías del artista coruñés, y estos espejismos, que es como se traduce miraxes del gallego, lo ponen de manifiesto: quimeras, alucinaciones, desvaríos, fantasías, delirios”.

A ello se suma un uso del blanco y negro lleno de texturas que, en un momento dado, vira hacia el color. Caramés transforma a partir de comienzos de los dosmiles su imaginario, lo hace más aprensible, siendo igualmente indefinido y atmosférico.

Ubieto habla de aura emocional y recuerda el instante en el que pasó. “Su trayectoria se desarrolla sin grandes rupturas aparte del salto al color en el 2000, una decisión difícil por el miedo a renunciar a los valores intrínsecos del blanco y negro: la inmediata distancia, su capacidad para trasladarnos a un plano de irrealidad, su poder evocador de un tiempo ausente…”, describe la curadora. “Una vez decidido, se tira de cabeza cual buen nadador y, enseguida, encuentra la manera de deslizarse hacia el potencial alegórico que surca lo fáctico. El desenfoque se asienta y las imágenes tiemblan para sacarnos de lo ordinario”.

Referentes (no) visuales

Las referencias no son necesarias, pero siempre ayudan. El universo mágico de Julio Cortázar sobrevuela sus fotografías. Lo mismo que el trabajo ensayístico de Joan Foncuberta o los textos sobre los sueños de Maria Zambrano. Dentro de la imagen fija, evidentemente, está Brassai, al que homenajea en Coruña by Night, y otros muchos autores: Mario Giacomelli, Graciela Iturbide, Franco Fontana, Diane Arbus, Imogen Cunningham.

“Las fotografías de Vari Caramés constituyen una vía de acceso a lo profundo a partir de oleajes sinestésicos que acarician el corazón. Color, sabor y sentir se mezclan en un cóctel perfecto del que no hay que despertar con sobresaltos. Nada que perturbe, nada que apremie; solo adentrarse en la bruma ingrávida. Estar, nadar, traer porciones de sueño a la vida y endulzarla”, cuenta Ubieto, que concluye haciendo una recomendación a los últimos visitantes de la exposición: “hay que dejarse llevar por las imágenes y habitarlas”.

Juegos y derivas que, nuevamente, se entremezclan con conceptos muy vinculados con Caramés. “Reivindico la improvisación, como reivindico el azar”, apunta en la entrevista que le hizo Castellote. “El azar a menudo hay que convocarlo y otras veces forma parte de la liturgia que tiene lugar en los procesos de la fotografía analógica, de la película y de lo que te revela, de lo que aparece sin que tú hubieras sido consciente cuando tomaste la fotografía. Cosas que te sorprenden o te decepcionan. Ocurre que estás convencido de que una de las fotos iba a ser la buena, incluso sueñas con ella, y cuando revelas el carrete descubres que no era para tanto y que la buena es la que está al lado, que ni siquiera recordabas haberla hecho”. Siempre pasa. Siempre.

La escalera de una piscina puede llevar a otros mundos. O así por lo menos se sugiere en una de las imágenes que Vari Caramés tiene en su última exposición. El fotógrafo gallego es el protagonista de una monográfica que tiende puentes con su obra menos reciente, pero que guarda una coordinada relación con toda una trayectoria rendida a la cotidianeidad, la atemporalidad y la magia como generadora de otras realidades, tan cercanas como distantes.

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