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Jaime G., una vida por el fútbol que acabó un sábado de fiesta en la calle Atocha
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APUÑALADO EN PLENO CENTRO DE MADRID

Jaime G., una vida por el fútbol que acabó un sábado de fiesta en la calle Atocha

Sus amigos le definen como un chico tímido al que no le gustaba estudiar, pero le encantaba el deporte. La policía confirma sus vínculos con los Trinitarios. En el momento de la agresión llevaba un machete de 60 centímetros

Foto: Pepe, jugando en escuela de fútbol CIUDAD DE GETAFE
Pepe, jugando en escuela de fútbol CIUDAD DE GETAFE

Pepe se peina los rizos por debajo de su gorra de los Chicago Bulls. Corre al coche de su entrenador para ir a hacer lo que más le gusta: jugar al fútbol. Como siempre, llega tarde. “¡Vamos Pepe, macho, me tienes aquí siempre esperándote!”.

Jaime G., o Pepe, como le llamaba su hermano de pequeño y, por extensión, como le terminó llamando todo el mundo, de 15 años, iba siempre por el barrio del Ensanche de Vallecas con su gorra rojiblanca de los Chicago Bulls, a juego con unos vaqueros caídos que le dejaban los calzoncillos al aire. La gorra lo acompañó hasta su último día. “Estaba desayunando y vi una imagen en el televisor del bar de un policía levantándola del suelo. Ahí supe que era real”, afirma su vecino y entrenador, M. P.

Pepe fue asesinado con un machete por una banda de jóvenes a las diez de la noche el pasado sábado a la salida de la discoteca Independance, según la Policía Nacional. Los agentes encargados del caso han confirmado vínculos con los Trinitarios, informa Europa Press. El joven también contaba con antecedentes policiales por robo con violencia y en el momento de la agresión llevaba un machete de 60 centímetros, según las mismas fuentes.

Este lunes, en esa esquina de la calle Atocha, en pleno corazón de Madrid, flores blancas y velas encendidas le rinden tributo. La investigación está abierta y todavía se manejan varias hipótesis sobre lo sucedido.

Foto: La víctima podría estar relacionada con las bandas juveniles. (EFE/Ayuntamiento de Madrid)

A Pepe no le gustaba estudiar y tenía problemas en el colegio, pero le encantaba el fútbol. Esa era su pasión. Para poder ir a entrenar, M. P., entrenador de la Escuela de Fútbol de Getafe, lo recogía casi todos los días para llevarlo y traerlo hasta el campo. “Siempre llegaba tarde, no hubo un día en el que no me tocara esperar más de 10 minutos”, recuerda. Lo describe como un chico muy tímido, introvertido y callado. “Era yo el que siempre tenía que sacarle conversación”, cuenta apenas un rato antes de ir al tanatorio a dar sus condolencias. Aún no se hace a la idea.

placeholder Flores y velas homenajeando a Jaime G.
Flores y velas homenajeando a Jaime G.

Cuando había problemas en casa, el padre de Pepe le pedía a M. P., que también es policía, que por favor hablara con su hijo. “Me pedía que le hablara de la importancia que tienen los estudios”, cuenta. Pero Pepe solo tenía ojos para el fútbol. Ahí, nada lo detenía. El entrenador lo sabía y, precisamente por eso, lo cuidaba: “Cuando llegaba el Ramadán, por ejemplo, entrenaba sin haber comido en todo el día. Apenas daban las nueve y podía comer, interrumpíamos el entrenamiento para que se tomara aunque fuera un zumo”. De vuelta a casa, Pepe le llenaba el asiento del copiloto de migas después de tomarse sus correspondientes galletas para merendar. Tampoco esto le importaba. Con el paso del tiempo, M. P. se convirtió en una figura de autoridad cada vez más importante para el joven: “Era muy buen chico. No hablaba mucho, pero yo sabía que me respetaba. Nos llevábamos muy bien”.

Foto: Crimen en Atocha. (EFE/Ayuntamiento de Madrid)

Pepe era alegre, pero también era muy introvertido y algo influenciable, cuenta este agente. Con el tiempo, a medida que el chico fue creciendo, llegaron las malas compañías. De cuando en cuando, patrullando por la zona, M. P. se lo encontraba dando una vuelta en horario escolar. “Me mentía, me decía que no tenía colegio. Yo le decía que esas cosas podían colar en casa, pero que conmigo no”.

Finalmente, la luz de alarma se encendió en septiembre. La esposa de M. P., abogada, recibe una llamada. Son los padres de Pepe, que piden ayuda porque su hijo se ha visto envuelto en una pelea y no saben qué hacer. Lo han detenido. “Creo que no era miembro activo de ninguna banda, pero sí simpatizaba. Colgaba en Instagram las clásicas fotos haciendo símbolos con las manos. Lo que nunca llegué a imaginar es que la cosa terminaría así”, afirma el policía.

Pepe le dijo a sus padres que había quedado con unos amigos

Más allá de estos episodios, Pepe tenía una vida normal, tranquila. Salía a entrenar, iba de fiesta con sus amigos y estaba en casa con sus padres la mayoría del tiempo. Pero este sábado mintió a su padre. Le dijo que había quedado con unos amigos y que, como mucho, irían cerca de la estación de metro de Congosto, sin salir del barrio de Vallecas. La realidad era que había quedado en Atocha para pelearse. Pepe nunca volvería a casa. “Dicen que se citaron por redes para pelearse en esa esquina enfrente de Kapital”, dice M. P. Desde Noche Madrid, los empresarios del ocio nocturno, aseguran que las bandas que provocaron la reyerta no llegaron a entrar nunca en la discoteca. La Policía ha recopilado las imágenes recogidas por las cámaras de seguridad de la zona y las está analizando en busca de claves que ayuden a resolver la autoría y los motivos del crimen.

placeholder Los efectivos sanitarios y policiales que acudieron al lugar de los hechos. (EFE / Ayuntamiento de Madrid)
Los efectivos sanitarios y policiales que acudieron al lugar de los hechos. (EFE / Ayuntamiento de Madrid)

Un compañero con el que M. P. trabaja en la Policía desde hace años fue precisamente quien, acompañado por un equipo de psicólogos del Samur, tuvo que dar la trágica noticia del asesinato de Pepe primero a sus padres y después a él mismo. Al conocer el suceso, su hermano, preso del horror, se quedó rígido. El padre de Pepe, tratando de asimilar lo ocurrido, no puede evitar sentirse incluso enfadado: no sabe por qué su hijo le mintió. El entrenador sí lo entiende: “Si Pepe le hubiese dicho lo que iba a hacer en realidad, nunca le hubiese dejado ir. Es muy difícil controlar a los chicos de esta edad. Si no les dejas salir, se terminan escapando. Hay que confiar en ellos”.

El sueño de Pepe era ser futbolista o, al menos, llegar hasta donde había llegado su hermano, Diego Guerrero, que juega en el primer equipo del Coslada, en categoría Preferente.

No iba mal encaminado. Según figura en la web de la Federación Madrileña de Fútbol, Pepe dio sus primeros pasos como alevín con 10 años en el club deportivo Sport Villa de Vallecas. No le fue mal. Tras ser titular en la mayoría de los partidos que disputó en el club, en 2019 dio el salto al Ciudad de Getafe Sport Club, de donde pasó a la Escuela de Fútbol de Getafe en el año 2020, donde coincidió con M. P. y se alzó con el título de liga. Este año, con buen ojo, le había fichado el CD de Móstoles URJC con la idea de formarlo en su último año como cadete antes de dar el salto a su mejor equipo juvenil. Sus entrenadores lo describen como un zurdo rápido, técnico y con un extraordinario desborde. “Era curioso: todo lo que tenía de tímido fuera lo tenía de extrovertido dentro. Se atrevía a todo, era uno de esos jugadores que gusta ver”, cuenta M.P.

"No pudieron hacer nada"

Pepe empezó el sábado haciendo lo que más le gustaba. Al mediodía, el Cadete A del Club Deportivo Móstoles se midió con el Atlético Chopera en la máxima división madrileña, una categoría que comparte con el Atlético de Madrid y el Real Madrid, entre otros muchos equipos ilustres.

Tras el partido, se despidió de sus compañeros y el cuerpo técnico hasta este lunes: “Le di un abrazo y le recordé que el lunes había entrenamiento”, asegura Jesús Miranda, el entrenador de Pepe en su último club. No volverían a hablar más.

Este lunes, la familia y los compañeros de instituto y de equipo de Pepe le han dado su último adiós en el Tanatorio de la M40. “Los chicos están destrozados, ha sido muy duro para ellos esta situación. Esto es algo que me duele, pero ahora estamos aquí para darle fuerza a su familia”, explica Miranda, que como tantos otros, se enteró de la noticia por la noche. No lo podía creer.

Foto: El Samur, durante una intervención tras el enfrentamiento entre bandas latinas en Madrid. (EFE)

Miranda tenía grandes planes para Jaime. El próximo año, quería que subiera al juvenil C. “Ya sabemos que el fútbol es impredecible, pero no tenía mal futuro en el deporte”, asegura. El club ha pedido a la Federación Española de Fútbol autorización para guardar el próximo fin de semana un minuto de silencio en todos los encuentros que disputen sus equipos en homenaje a Pepe.

Un repartidor que pasó horas esperando pedidos enfrente del McDonald's, a escasos metros de donde Pepe murió, cuenta que él vio a eso de las diez de la noche un grupo de muchachos al otro lado del semáforo que salieron a correr detrás de otros que bajaban la calle.

“En medio quedó este chico, que terminó tirado en el suelo”, afirma. “Lo trataron de reanimar mientras llegaba la policía, pero no pudieron hacer nada”. Según las primeras investigaciones, el presunto autor del homicidio apuñaló al adolescente con un machete de grandes dimensiones sin mediar palabra. La versión cuadra con lo visto por este repartidor: “Yo vi el machete tirado en la calle”. No muy lejos del arma, tirada también en el suelo, quedó una gorra de los Chicago Bulls.

Pepe se peina los rizos por debajo de su gorra de los Chicago Bulls. Corre al coche de su entrenador para ir a hacer lo que más le gusta: jugar al fútbol. Como siempre, llega tarde. “¡Vamos Pepe, macho, me tienes aquí siempre esperándote!”.

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