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Pandolo: radiografía del criminal gallego más peligroso
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EL DESCUARTIZADOR DE MAZARICOS

Pandolo: radiografía del criminal gallego más peligroso

Disparó contra la patrulla que le dio el alto en Sada en 2007. Nada más obtener el tercer grado, mató y descuartizó (presuntamente) a dos enemigos y desparramó sus restos en bolsas de basura

Foto: Operativo de la Guardia Civil. (Europa Press/Archivo/Carlos Castro)
Operativo de la Guardia Civil. (Europa Press/Archivo/Carlos Castro)

A Juan Manuel Martínez Quintáns, alias Pandolo, lo conocen bien en todas las comandancias de la Guardia Civil de Galicia por su larguísimo historial criminal. Le gusta vestirse con pistola, es bravucón, de gatillo fácil, y ni siquiera se esconde, porque infunde pavor. Está considerado uno de los individuos más peligrosos del hampa gallega, con medio centenar de arrestos y otras tantas condenas a sus espaldas desde que cumplió la mayoría de edad.

Cumplidos los 50, Quintáns lleva más de media vida entre rejas en el penal coruñés de Teixeiro, donde es respetado y temido a partes iguales por el resto de los presos. Su ascendencia sobre el resto de reclusos contribuye a mantener el orden en el módulo más complicado, relatan fuentes penitenciarias. Su carrerón de atracos y asaltos violentos a punta de pistola empezó en los noventa, pero la cárcel no ha sido un obstáculo para seguir engordando su expediente delictivo.

El hallazgo de una calavera, una prótesis y un montón de huesos humanos desperdigados en bolsas de basura por los montes de Mazaricos (A Coruña) a finales de 2023 lo ha vuelto a colocar bajo la lupa de lo los investigadores, que tienen pocas dudas de que Pandolo ha sido el verdugo y el descuartizador de dos hombres a los que se la tenía jurada. Aquí la historia de cómo, cuándo y por qué se la jugó nada más pisar la calle para, presuntamente, ajustar cuentas dejando un reguero de pistas, casquillos de bala y sangre a su paso.

Cumplía más de 20 años de prisión por varios delitos de homicidio en grado de tentativa —disparó a una patrulla que le dio el alto en 2007— y con la mayor parte de la condena ya cumplida aprovechó los permisos penitenciarios —en diciembre de 2022— y el tercer grado en 2023 para, supuestamente, vengarse de dos enemigos a los que hizo desaparecer.

Foto: Vista de una operación de la Guardia Civil. (EFE/Salas)

Antonio Tuñas, de 72 años, desapareció el 15 de diciembre de 2022. Encontraron su coche en una calle de Carballo con el cenicero atiborrado de colillas ajenas. Era vecino de la madre de Martínez Quintáns en la aldea de Alborés de Arriba y habían peleado y litigado por unos terrenos que lindaban. La familia de Pandolo tuvo que abonarle una pequeña cantidad a Tuñas y eso no le habría sentado bien al delincuente, que no perdonó la afrenta a la matriarca.

A Javier Iglesias Otero, de 50, y antiguo camarada de Pandolo, le perdieron la pista el 5 de mayo de 2023 en su casa de Culleredo (A Coruña). La víctima y su presunto verdugo fueron socios en un negocio con línea directa con los capos de las Rías Baixas, pero una parte sustancial de la cocaína desapareció y a Pandolo no habría llegado su parte, relatan a El Confidencial fuentes próximas al caso. En el hampa, estos volteos nunca quedan impunes. En casa de Iglesias, los investigadores hallaron sangre, un arma y un casquillo de bala de otra pistola.

Desde el primer momento, Pandolo aparecía como sospechoso número uno, ya las desapariciones coincidían con su salida de prisión, pero los investigadores han tenido que reconstruir minuciosamente los hechos, paso a paso, componiendo el puzzle espacio temporal para extraer las pruebas irrefutables que lo señalen.

Al hallazgo casual de un cráneo deformado por un golpe seco en una finca agrícola de Gosolfre en noviembre, le siguieron otras cuatro bolsas de basura con restos humanos y huesos astillados y desperdigadas por el monte. El ADN confirmó que eran de las dos personas desaparecidas —la cabeza y una prótesis de Antonio Tuñas y los huesos de Javier Iglesias—, y el informe ha dado un buen empujón a una línea de investigación por la que ya avanzaba el grupo de delitos contra las personas de A Coruña.

Las desapariciones coincidían con su salida de prisión, pero los investigadores han tenido que reconstruir minuciosamente los hechos

Es el mismo equipo de la Policía Judicial de la Guardia Civil de A Coruña que ha estado detrás de los mediáticos casos de Diana Quer, Asunta Basterra y que echó el lazo al asesino pelirrojo de Elisa Abruñedo que se había zafado durante más de una década hasta que el ADN lo señaló inequívocamente. Esta vez, ha sido el GPS de los teléfonos móviles el que ha dado la pista de la triangulación que sitúa a las dos víctimas —Tuñas e Iglesias— en los montes de Mazaricos, en A Costa da Morte, donde Pandolo se crio y donde se hallaron los dos cadáveres.

Las pruebas recabadas por el equipo judicial indican que Tuñas, el hombre de más edad, murió a garrotazos, mientras que Iglesias, antiguo camarada del sospechoso, le habrían disparado en su propia casa y cargaron su cadáver en el coche. La Guardia Civil sorprendió a Pandolo al volante del auto y replicó que el dueño se había prestado. El muerto no pudo desmentirlo.

A tiros contra una familia

No acaba aquí la historia de Pandolo, que delinquió mucho en el poco tiempo que estuvo en semilibertad. El 29 de mayo no regresó al Centro de Inserción Social de A Coruña donde tenía que pernoctar con el tercer grado. Robó una bicicleta y pedaleaba de madrugada por San Paio de Buscás (Ordes), de Santiago hacia la ciudad herculina, hasta que se cruzó con una mujer que estaba abriendo la verja para irse en coche a trabajar.

Ahí empezó una pelea que terminó mal para Quintáns. Los gritos alertaron a la familia y Pandolo no tardó en disparar contra el primer hijo que se asomó por la ventana. No se arredraron y bajaron a plantarle cara. Un segundo disparo hirió al varón en el abdomen y todavía trató de ejecutar a la suegra de un disparo en la cabeza a muy corta distancia. El arma se encasquilló y entre todos lograron reducirlo, aunque Pandolo, ya desarmado, todavía se revolvió y pateó lo suyo.

Ahora tendrá que enfrentarse a nuevos juicios por los asesinatos de Antonio Tuñas y Javier Iglesias —del que sería el presunto autor— y deberá responder por otros tres homicidios en grado de tentativa tras disparar contra esta familia de Ordes que ha tenido la suerte de su vida al esquivar una muerte probable a manos de un delincuente al que no le tiembla el pulso para disparar o descuartizar a quien se la juegue o se interponga en su camino.

A Juan Manuel Martínez Quintáns, alias Pandolo, lo conocen bien en todas las comandancias de la Guardia Civil de Galicia por su larguísimo historial criminal. Le gusta vestirse con pistola, es bravucón, de gatillo fácil, y ni siquiera se esconde, porque infunde pavor. Está considerado uno de los individuos más peligrosos del hampa gallega, con medio centenar de arrestos y otras tantas condenas a sus espaldas desde que cumplió la mayoría de edad.

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