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La reinvención del astillero que vio nacer a Yolanda Díaz: de los superpetroleros a la eólica marina XXL
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Navantia lidera la cimentación eólica

La reinvención del astillero que vio nacer a Yolanda Díaz: de los superpetroleros a la eólica marina XXL

Navantia ha dado un golpe de timón e invierte en Fene para virar del sector naval hacia la transición energética. Hay más contratos en ciernes que soldadores y técnicos preparados

Foto: Estructuras para eólica marina construidas en Navantia Fene. (EFE)
Estructuras para eólica marina construidas en Navantia Fene. (EFE)
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El negocio de la eólica marina ha resucitado a un astillero moribundo y lo ha colocado como referente europeo de un sector que está por explotar. De un cementerio naval sin apenas plantilla a una prometedora factoría de cimentaciones y soportes para molinos oceánicos que da empleo a 1.500 personas con una previsión vertiginosa de crecimiento.

En transición energética, la empresa pública naval ha reconducido parte de su modelo de negocio en el norte de España hacia las energías verdes —eólica, marina e hidrógeno—, creando Seanergies (2022) y dejando atrás la construcción naval civil. Queda atrás una parte fundacional de la historia del astillero y se abre otro horizonte industrial para un territorio que ahora fía su futuro al viento y a las nuevas fragatas F-110 para la Armada.

placeholder Cimentaciones de acero para eólica marina en Navantia Fene. (EFE)
Cimentaciones de acero para eólica marina en Navantia Fene. (EFE)

"Somos el único proveedor europeo capaz de construir monopiles (cimentación de una pata), jackets (sobre cuatro puntos de apoyo) y estructuras flotantes, las que se adaptan a la costa peninsular por las profundidades marinas", explica a El Confidencial, Manuel Bermúdez de Castro, director de negocio de cimentaciones de Navantia Seanergies. La UTE entre Navantia y Windar Renovables es, hoy por hoy, la de un exitoso matrimonio de conveniencia en el que el primero aporta el saber hacer del naval, y el segundo, el eólico, con el grupo Nervión como "brazo de producción".

Las cifras hablan: en 2022 se contrató por importe de 800 millones de euros; el equivalente a lo facturado de 2015 a 2021 "con una carga de trabajo y empleo constante", subraya Bermúdez de Castro. Entre lo que ya se ha hecho y lo que está por construir: 224 jackets, 11 cimentaciones flotantes y tres subestaciones (en Puerto Real), además de 54 monopiles en distintos proyectos para Francia, Reino Unido, Alemania, Dinamarca, Noruega o Estados Unidos. "Tenemos ofertas por valorar para 2.200 monopiles y 670 jackets. Corremos el riesgo de morir de éxito si no estamos preparados. ¿Quién va a soldar todo esto?", advierte el directivo.

Navantia ha encargado a la empresa que demolió el Vicente Calderón el derribo de las dos viejas gradas en Fene

Navantia, integrada en el grupo SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales), ha encargado a la empresa que demolió el Vicente Calderón el derribo de las dos viejas gradas en Fene para ganar cientos de metros cuadrados donde almacenar docenas de jackets y monopiles —dos tipos de cimentaciones de acero— con salida directa al mar hacia los parques del Norte de Europa, la costa Este de América e incluso Corea.

Un astillero XXL cosido al barrio

Cruzar la puerta de la antigua Astano —hoy Navantia Fene— es como Gulliver entrando en el país de los gigantes. Todo es XXL, empezando por la imponente grúa pórtico que da la bienvenida a la ría de Ferrol (74,5 metros), más alta que la catedral de Santiago. Todo un emblema de la construcción naval en una comarca que presume de hacer barcos desde el siglo XVIII y que ha atravesado profundos altibajos y reconversiones industriales desde de los años 80, con el paro y la despoblación como males endémicos. Sin barcos en las gradas, el pan escaseaba y la paz social se agitaba.

La entrada de España en la CEE (UE) en 1982 implicó sacrificar Astano y se prohibió durante 30 años la construcción naval civil

En el barrio obrero de San Valentín, bloques alineados de viviendas sociales, los vecinos todavía se refieren a Astano (Astilleros y Talleres del Noroeste) por su nombre original. Allí nació Yolanda Díaz Pérez (Fene, 1971), vicepresidenta y líder de Sumar, la hija pequeña de un sindicalista, Suso, y de Carmela, militantes antifranquistas en la clandestinidad. Entonces, más de 7.000 obreros cruzaban la puerta de la factoría para cortar y ensamblar las chapas de acero de superpetroleros como el Arteaga, con 330 metros de eslora (largo). Era tan espectacular tratar de botar un barco tan grande en una ría tan pequeña que ingenieros japoneses se desplazaron hasta Fene en abril de 1972 convencidos de que no era posible (y lo fue). Al éxito le siguió la sequía.

placeholder Grúa pórtico de Navantia sobre el barrio obrero de San Valentín (Fene). (EFE)
Grúa pórtico de Navantia sobre el barrio obrero de San Valentín (Fene). (EFE)

La entrada de España en la CEE (UE) en 1982 implicó sacrificar Astano y se prohibió durante 30 años la construcción naval civil para contentar a los astilleros del Norte de Europa, que presionaron para sacudirse a su competencia. El astillero fenés se tuvo que conformar con hacer plataformas offshore —fuera de costa— y la tasa de paro en Ferrol superó el 30% en 2014. La plantilla envejeció y adelgazó hasta 342 operarios. Cuando expiró el veto europeo, la antigua Astano ya era prácticamente un cementerio industrial de naves vacías y grúas cigüeñas en una ubicación estratégica: 668.667 metros cuadrados desaprovechados en la orilla sur de la ría de Ferrol.

Gigantes de acero milimétrico

Hoy, en aquel desierto hay decenas de operarios reforzando el suelo para soportar el tonelaje y ultimando dos naves de pintado para cada una de las dos líneas de producción en cadena de monopiles —torres tubulares de 16 metros de diámetro— que prevén fabricar uno de estos gigantes de acero por semana, explica Francisco Martínez, director de producción de Navantia Fene. De 28 a 32 virolas de acero curvados y ensamblados en máquinas diseñadas ex profeso a una escala gigante para hacer un trabajo de soldadura milimétrico, explica.

"Debemos ser tractores hacia una economía descarbonizada"

"Como empresa pública, nos toca ser tractores hacia una economía descarbonizada", señala el director de Navantia Seanergies. El pastel de la eólica marina es grande, ya que las cimentaciones suponen un 20% del negocio total, donde también juegan fabricación de palas, montaje, transporte y mantenimiento, con el cuello de botella en la instalación. Hay pocos barcos capaces de montar parques de eólica marina que precisan de grúas y martillo hidráulico para clavar la cimentación de 2.000 toneladas a 35 metros de profundidad.

Faltan, además, profesionales de soldadura 5G capaces de soldar en todas las posiciones, electromontadores, ingenierías técnicas, físicas, matemáticas, informáticos... La previsión para 2030, apuntan desde la empresa pública, si se cumple el pronóstico ascendente, sería miles de empleos ligados a la eólica marina en la ría de Ferrol, de acuerdo a las previsiones de la compañía pública que lidera Ricardo Domínguez.

El presidente Sánchez sorprendió al anunciar en marzo una convocatoria inconcreta de 1.500 puestos —no consensuados con la parte social— que el 23-J podría congelar. Navantia quiere anticiparse al futuro y ha reservado suelo industrial en el puerto exterior de Langosteira (A Coruña) para ampliar la superficie que ya ocupa y contar con dos canales de salida al mar. La petición levantó suspicacias en una comarca acostumbrada a quedarse relegada y que aspira a liderar la cimentación eólica en la transición energética hacia un futuro sin carbón como hace medio siglo botaba al mar superpetroleros que ya son historia.

El negocio de la eólica marina ha resucitado a un astillero moribundo y lo ha colocado como referente europeo de un sector que está por explotar. De un cementerio naval sin apenas plantilla a una prometedora factoría de cimentaciones y soportes para molinos oceánicos que da empleo a 1.500 personas con una previsión vertiginosa de crecimiento.

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