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El 'pas de deux' de la política española
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El 'pas de deux' de la política española

En el ballet clásico, el pas de deux es un dueto estrictamente pautado: adagio, solo masculino, solo femenino y la coda conjunta que lo culmina. Lo que no suele suceder es que

En el ballet clásico, el pas de deux es un dueto estrictamente pautado: adagio, solo masculino, solo femenino y la coda conjunta que lo culmina. Lo que no suele suceder es que el dueto sea el único momento de la representación, salvo en la política española. Cuando, además ocurra que la música no es extraordinaria, el público se sentirá objeto de un abuso y echará de menos algo más de variedad, masas corales, una armonía de fondo, y una cierta esperanza que no se defraude por sistema con más de lo mismo.

Una variante extraña, la oficina del registrador

Rajoy tiene una larga carrera política a sus espaldas, pero se comporta como lo que es, como un registrador con sus pasantes que le llevan el día a día y le consultan, se supone, los asuntos más espesos, que son pocos, tanto por la natural inteligencia de los propios o propias como por la muy presumible respuesta del titular. El dúo de féminas que le asiste, protege e interpreta no cesa de crecer en poder y en gracia.

Los insidiosos ven en ellas una más que oscura y lorquiana rivalidad, pero su mucho oficio impide que las sangres produzcan espanto. Soraya acaba de convertir a Guindos y a Montoro en unos mandados, y la dureza de la manchega, capaz de sobreponerse a antológicos ridículos, es legendaria. Todo está bajo control, aquí no pasa nada.

En el TC cambia el tercio

Una de las disciplinas pendientes desde hace varios cuatrimestres acaba de aprobarse con nota. Grandes juristas han llegado, por fin, al ansiado puerto que, en algunos momentos, se les había hecho ásperamente inaccesible, aunque nunca les faltó el aliento por lo bien que conocían el procedimiento. Ha habido pacto, de calidad, disimulado y tan invisible que hasta el perdedor nominal ha hecho el elogio de los designados, otrora víctimas de un no pasarán y ahora transmutados casi en juristas mejor que los cuales nada puede pensarse.

Bien es verdad que Rubalcaba no está para muchos trotes, y hasta puede que sospeche que el pacto se haya hecho en su beneficio, por así decir, pero sin su consentimiento explícito, que es lo que te puede pasar cuando has perdido el pie. La escena del sofá ha sido, esta vez, sobradamente extraña y hay base para pensar que Rubalcaba y Rajoy, Rajoy y Rubalcaba, se están dado un abrazo equívoco y temeroso, no tanto por lo mucho que quieren sino por lo que más les asusta.

Transparencia, que no hay más remedio

Don Antonio Maura, sobre el que ha recaído con saña el odio de quienes ni conciben ni consienten que la derecha pueda ganar con buenas razones, dijo en un discurso en el Congreso, cuando en los discursos había ideas y no solo disculpas disfrazadas con datos o sofismas, que “en política se corregirán los desaciertos, se enmendarán los errores; lo que no se recobra nunca son las oportunidades”.

La gran prensa practica tanto los primeros auxilios y el elogio, en sus distintas variantes, desde el aplauso tímido a la ovación de gala, que no tiene tiempo de controlar a nadie, salvo a los disidentesClaro es que a las oportunidades les puede pasar algo peor que la inadvertencia, a saber, el oportunismo, el cínico cambalache de la liebre por el gato, un engaño que exige la paciencia masoquista del público y que puede no funcionar con el actual nivel de desafecto hacia la esfera política. Ante la avalancha de críticas, ante el descontento de los más y de los menos, se nos ofrece una ley lampedusiana de transparencia, con Comisión y todo, para que no falte nada.

Siempre nos quedará el ‘ABC’

La teoría de que la prensa debe ser el cuarto poder se formuló en países que no tuvieron presente la excepción española. Aquí la prensa cultiva el alineamiento, de manera casta, disciplinada y solícita, aunque de dos en dos, por supuesto, se ve que se tienen por reflejo de la España eterna. Decía Giménez Caballero del primer franquismo que tenía el espionaje público y la propaganda secreta, tan sobrado estaba. Ahora no es el caso, pero nuestra gran prensa practica tanto los primeros auxilios y el elogio, en sus distintas variantes, desde el aplauso tímido a la ovación de gala, que no tiene tiempo de controlar a nadie, salvo a los disidentes, esas gentes insidiosas que dicen cosas tan subversivas, por ejemplo, como que don Mariano no es guapo y que Rubalcaba ya no conmueve. Otra cosa que siempre han hecho bien es dejar cátedra a los pensadores de cámara, a esos que cuando alguien osa pedir mejoras de la democracia, o insinúan que el pas de deux es cansino e ineficiente, recomiendan al personal que se presente a las elecciones: ¿cómo no se nos había ocurrido?

La ‘devotio ibérica’

Nadie, o casi nadie, habría dudado en preferir un mal dueto a un monólogo de cuarenta años, pero muchos piensan que esa alternativa ni agota el repertorio ni es capaz de lograr nada parecido a una democracia verdadera. El problema está también más abajo, en la devotio iberica, esa vieja manía de los iberos, ya descrita por Tito Livio y Plutarco, que consagraban su vida a proteger a sus jefes a cambio de una tutela clientelar, no se si les suena.

La sociedad española, y muy especialmente la administración y la universidad, se gobiernan mediante técnicas de poder ancestrales, enteramente reñidas con la competitividad y la libertad en cualquiera de sus formas. Algunos creen que no les va mal; otros que en el mundo que viene, y ya está aquí, eso nos llevará indefectiblemente al naufragio, por grácil que sea el primer bailarín, lo que tampoco es el caso.

En el ballet clásico, el pas de deux es un dueto estrictamente pautado: adagio, solo masculino, solo femenino y la coda conjunta que lo culmina. Lo que no suele suceder es que el dueto sea el único momento de la representación, salvo en la política española. Cuando, además ocurra que la música no es extraordinaria, el público se sentirá objeto de un abuso y echará de menos algo más de variedad, masas corales, una armonía de fondo, y una cierta esperanza que no se defraude por sistema con más de lo mismo.