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El Mercado Central de Valencia cumple 95 años en una ciudad que ya no es la misma
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El Mercado Central de Valencia cumple 95 años en una ciudad que ya no es la misma

Uno de los templos comerciales de España se acerca a su primer siglo manteniendo su genética mercader, enfrentándose a una realidad que poco tiene que ver con la de su fundación

Foto: Mercado Central de Valencia. (Cedida)
Mercado Central de Valencia. (Cedida)

¿Qué fue antes, el Mercado Central de Valencia o la vibración comercial de su entorno? ¿Quién originó qué? La realidad es que el Mercado Central -uno de los mercados en fresco más grandes de España- nació como una respuesta, un paso lógico en el frenesí transaccional. Delante de la Lonja, un área en el que el comercio va adherido al ADN mismo de esta franja de la ciudad.

Ya desde mediados del siglo XIV, el triángulo que forman la Lonja, la iglesia de San Juan y el mercado era el cogollo mercader, el mejor escaparate. La zonificación precisa entre el poder civil, eclesiástico y comercial. Como señala el arquitecto y divulgador David Calvo, en ese momento “una serie de tenderetes y velas blancas cobijaban toda una policromía de productos, colonizando las callejuelas del entorno a modo de sucedáneo de mercado”.

placeholder Interior del Mercado Central. (Cedida)
Interior del Mercado Central. (Cedida)

La propia espontaneidad había conformado ya un mercado. Solo quedaba construirlo. Era previsible, en consecuencia, el movimiento que partió desde 1883. La municipalidad dio el paso: era el momento de tener el gran mercado del centro, el Mercado Central. El primer concurso para elegir proyecto, sin embargo, fue fallido. Ninguna de las propuestas convencieron al jurado.

Inaugurando una dinámica que ya sería habitual en esos primeros compases, los tiempos se dilataron tanto que debieron pasar casi tres décadas para que un nuevo jurado, ya en 1910, eligiera el proyecto ganador entre críticas furibundas de la prensa local: Guardia y Soler, de la escuela de Barcelona. El proyecto, en cambio, acabó culminado por los arquitectos municipales Enrique Viedma y Ángel Romaní. En ese periodo de impás, se sucedieron las propuestas estrafalarias, como la del arquitecto José Calvo, que presentó un mercado con una torre reloj inmensa en plena fachada.

placeholder Techo del Mercado Central. (Cedida)
Techo del Mercado Central. (Cedida)

Desde la primera piedra, en 1916, pasarían doce años más hasta su inauguración. El proceso fue eternizándose por las dificultades económicas del ayuntamiento, que a pleno pulmón iba enfrentando la subida de los precios de materias primas. Contrasta con la velocidad del Mercado de Colón, cuya financiación privada (a partir de la contribución de los prohombres del barrio) resolvió su construcción en tiempo récord.

Mismo mercado, otra ciudad

El Central celebra estos días su 95 aniversario, con una programación que tuvo su cita más importante a través de una yincana con sus productos —convertiros en monumentos— a lo largo de toda la ciudad, así como una cena popular en la renovada Plaza de Brujas. Justo en las mismas fechas, su presidenta, Merche Puchades, elegida por la Asociación de Vendedores del Mercado Central, revalidaba su cargo.

placeholder Un hombre en su puesto de verduras del Mercado. (Cedida)
Un hombre en su puesto de verduras del Mercado. (Cedida)

Los dos hitos servían para renovar el rol del Mercado en la ciudad. ¿Qué queda de aquel núcleo de comercios espontáneos que, toldo a toldo, fue levantando uno de los grandes monumentos del país? Entre los discursos se colaba de manera permanente una palabra: turismo. Puchades recordaba en una conferencia reciente “que si los valencianos y sus instituciones queremos seguir presumiendo de un mercado que es una referencia en todo el mundo, debemos llenarlo de clientes todos los días. Los visitantes serán siempre bienvenidos, pero recordar que nuestra razón de ser, y el motivo por el que 300 empresarios madrugamos cada mañana, es dar servicio a los valencianos y a todos nuestros clientes”.

Una de las batallas principales del Central tiene que ver con el acceso de sus clientes, ante una transformación en los hábitos de compra. En esa misma ponencia resaltaba que “el principal reto de futuro es asegurar la accesibilidad mediante transporte público y privado, ya que —afirmó— el futuro no será posible si los clientes no pueden llegar a comprar”. Frente al efecto donut en el que los centros de la ciudad se vacían de residentes, la necesidad de un mercado de abastos de seguir contando con vecinos.

placeholder Mercado Central de Valencia. (Cedida)
Mercado Central de Valencia. (Cedida)

Entre las medidas de su nuevo mandato, Puchades recalcó la necesidad de seguir regulando la entrada de turistas al recinto, de “conciliar” las dos nuevas almas: el tránsito frente al cliente habitual. Desde hace cinco años Mercado, Ayuntamiento y Turismo Valencia mantienen en vigor un convenio por el cual se regula el paso de grupos con guías turísticos, se limitan los grupos a diez personas y se les informa de indicaciones básicas como dejar espacio los corredores o las escaleras de acceso.

Más allá de cambios estéticos, evoluciones alimentarias y miradas nostálgicas, las paradas siguen cumpliendo una función similar a la de hace 95 años. En cambio, casi todo a su alrededor ha cambiado. Si un siglo atrás sus inmediaciones eran un barrio de barrios, el centro que agrupaba a varias vecindades, ahora apenas quedan vecinos en la zona, en un proceso de sustitución prácticamente completada. Es la gran encrucijada del Central: ser, al mismo tiempo, mercado de vecinos y visitantes.

¿Qué fue antes, el Mercado Central de Valencia o la vibración comercial de su entorno? ¿Quién originó qué? La realidad es que el Mercado Central -uno de los mercados en fresco más grandes de España- nació como una respuesta, un paso lógico en el frenesí transaccional. Delante de la Lonja, un área en el que el comercio va adherido al ADN mismo de esta franja de la ciudad.

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