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La ‘gran dimisión’ hizo sobrevivir a Oldies: la nueva vida de los vinilos de culto de Valencia
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La ‘gran dimisión’ hizo sobrevivir a Oldies: la nueva vida de los vinilos de culto de Valencia

Tras 43 años, uno de los locales más emblemáticos de España vive su segunda juventud por la llegada de un cuartero de veinteañeros y treintañeros

Foto: Chema, Andreu, Pere y Mario, los nuevos propietarios de Oldies. (Liberto Peiró)
Chema, Andreu, Pere y Mario, los nuevos propietarios de Oldies. (Liberto Peiró)

La sinopsis de 'Alta fidelidad', la obra de culto de Nick Hornby, comienza de esta manera: “Rob Fleming está a punto de cumplir treinta y seis años y tiene una tienda de discos antiguos en el norte de Londres; una tienda entre cutre y chic donde sólo vende la música que le gusta a él. Y nada más que vinilos, claro está, aunque su negocio, destinado a un público de serios coleccionistas de frivolidades, esté siempre al borde de la bancarrota”.

Cualquier paralelismo al uso acercaría un caso similar desde la melancolía de aquello que resiste a duras penas, embadurnado en la melaza de una memoria a punto de naufragar. Pero la historia de Discos Oldies, en una callejuela del centro de Valencia, es más bien el relato apasionado de un renacimiento que todavía lleva la etiqueta puesta. Comparte con Rob Fleming una sentida visceralidad, puede que una parecida misión. No hay, en cambio, nada de 'malditismo', porque todo es nuevo aunque lleve 44 años a cuestas.

Foto: Un disco en formato vinilo. (Unsplash/Friso Baaij)

“El vinilo sigue más vivo que nunca porque es el mejor formato lo mires desde el punto de vista que lo mires, así de simple”, asestan al poco de comenzar Chema, Andreu, Pere y Mario: son los cuatro partners in crime a los que un suceso “de película”, razonan, les cambió la existencia hace poco tiempo. Es cierto que estaban deseándolo.

Oldies, la vieja ‘Galia’ de la comunidad, iba a cerrar. Sus propietarios, otro cuarteto, después de 43 años hacían saber que estaban a punto de bajar la persiana si algún intrépido no lo evitaba. Otra muesca más en el reguero de clausuras comerciales ligadas al entorno local. Fue entonces cuando los cuatro aspirantes, clientes habituales, se presentaron ante Carmen, Pepe, Isabel y Vicente. “El primer día que entramos por primera vez juntos en la tienda a presentarnos y pedir más información sentimos que podía ir más en serio que un simple sueño. Todos estábamos en un punto de cambio en nuestras vidas, de falta de ilusión quizás. Y vernos allí hablando con Carmen y Pepe, que estaban ese día, hizo ver la idea de quedarnos Oldies un poquito más real. Y ese poquito nos bastó”.

placeholder Las dos generaciones de propietarios de Oldies. (Liberto Peiró)
Las dos generaciones de propietarios de Oldies. (Liberto Peiró)

En un rango de edad desde los 34 hasta los 28, todos estaban ligados a la música desde pequeños, “tanto escuchándola, yendo a conciertos o haciéndola”. Andreu tuvo un grupo llamado Nueva Internacional, Pere ha hecho sus pinitos en la electrónica y Chema y Mario son la mitad de Calivvla. Veían en Oldies, ante los cuatro veteranos al borde de la jubilación, el espejo de la vida que querían llevar… pero no podían. “Todos habíamos estado en grandes empresas con una comodidad mayor, pero también habíamos llegado al punto de entender que, al menos en nuestros casos, eso no sirve de nada cuando eres infeliz. Había riesgo, pero este es mucho menor cuando vas a ser infinitamente más feliz por el mero hecho de vivir por y para la música”.

Se activaron entonces los resortes de una ‘gran dimisión’ pasada por el barniz de la costa mediterránea. Veían en el catálogo amplísimo de Oldies y en su potencial digitalizador un modelo de negocio viable. “Nuestros entornos eran conscientes del tipo de personas que somos y las dificultades de encajar en trabajos más convencionales. Si el mero romanticismo no convencía, en cuanto vieron el movimiento que siempre hay en Oldies se quedaron más tranquilos”.

Foto: Spotify. (EFE)

En sus primeros meses se han convertido en una tienda flotante que no solo espera a la comunidad fiel, sino que se camufla entre ella: formando parte de conciertos y aumentando la presencia en los portales de venta online. Pero, sobre todo, manteniendo las coordenadas del viejo comercio de vinilos, como garantía de que las bases siguen siendo las mismas. “Con un modelo de negocio local, cercano, personal y abierto es más fácil que funcione. Ofrecemos una experiencia —se explican— que las grandes superficies no pueden imitar, donde se pone en valor todo el patrimonio musical que existe en forma de discos de segunda mano y donde apoyamos al desarrollo de las nuevas bandas, artistas y sellos locales. (…) También estamos trayendo mayor cantidad de disco nuevo, apostando por sellos independientes y música que no puedas encontrar en otras tiendas”.

La clientela se ha hibridado, mientras tanto. A la parroquia habitual se le ha sumado una nueva, combinada con algún que otro fiel japonés que rastrea rarezas para pedirlas a domicilio. En este momento un disco de rock progresivo de los 70 se ha ido a Estados Unidos. “El otro día enviamos a Corea del Sur, a México… El mismo día que subimos un single de un músico de jazz mallorquín se fue para California”.

placeholder Vista de la tienda . (Oldies)
Vista de la tienda . (Oldies)

Después de 60 días en los que fueron los becarios de los fundadores y vieron la tienda por dentro, ahora cada trimestre comparten una paella para testear el estado de la tienda y renovar consejos. “El mejor de todos —cuentan los recién llegados— es sin duda el de trabajar duro y con pasión. Y no dejar que nos mareen mucho”.

Antes de abandonar Oldies, hay algo con lo que quieren acabar aquello que empezaron: “El disco de vinilo es mucho más que canciones grabadas; es una experiencia artística, es el momento en que lo compras y un recuerdo asociado de por vida, es una forma de entender el consumo de música que va más allá de la simple escucha. Es romanticismo”.

La sinopsis de 'Alta fidelidad', la obra de culto de Nick Hornby, comienza de esta manera: “Rob Fleming está a punto de cumplir treinta y seis años y tiene una tienda de discos antiguos en el norte de Londres; una tienda entre cutre y chic donde sólo vende la música que le gusta a él. Y nada más que vinilos, claro está, aunque su negocio, destinado a un público de serios coleccionistas de frivolidades, esté siempre al borde de la bancarrota”.

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