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Vicent Todolí, cómo el pope del arte ha hecho de un huerto de cítricos su gran museo
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Un día junto a Todolí

Vicent Todolí, cómo el pope del arte ha hecho de un huerto de cítricos su gran museo

Dirigió la Tate Modern y es una de las figuras más respetadas del sector. Combina esa vida con el cuidado del vivero de cítricos más grande del mundo en la localidad valenciana de Palmera

Foto: Vicent Todolí huele un cítrico en su finca. (Todolí Citrus Fundació)
Vicent Todolí huele un cítrico en su finca. (Todolí Citrus Fundació)

Todolí, finalmente, ha conseguido ser su gran obra tras una vida trajinando con artistas, consagrando colecciones y espacios de trascendencia colectiva. A su pesar —porque no participa de los juegos mundanos—, ha construido un gran misterio: conjugó su nombre con el de una retahíla de instituciones: Vicent Todolí como director de la Tate Modern, Vicent Todolí como impulsor del IVAM de Valencia, Vicent Todolí como director fundador del Museo Serralves de Oporto. En lo más próximo, director artístico de la galería Hangar Bicocca de Milán, bajo el mandato de la Fundación Pirelli; o asesor de la colección de la Fundació per Amor a l’Art, ligada al nacimiento de Bombas Gens en Valencia.

El prejuicio haría imaginar al pope entre los salones nobles del contemporáneo. En lugar de eso, está el hombre con las manos sucias rebanando el albedo del enésimo cítrico. En su pueblo, Palmera, cerca de Gandía. Justo en el sitio donde vivieron sus cinco generaciones previas. Esa colisión, entre lo que se espera y lo que se encuentra, ha hecho de Todolí una incógnita repleta de seducción. Se ha llegado a decir que vivía sin luz o que se había retirado de la escena para consagrarse al cultivo de naranjos. Nada más alejado de la realidad. Todolí es simplemente Todolí a la enésima potencia. En la altura y en el barro, en los museos y los campos, de una manera tan visceral que apenas hay diferencias.

placeholder Vista de algunos de los árboles plantados por Todolí. (Todolí Citrus Fundació)
Vista de algunos de los árboles plantados por Todolí. (Todolí Citrus Fundació)

¿Cómo el director y el comisario es a la vez el autor de la misión cítrica más prodigiosa en el mundo? En el fondo, y evitando hacer analogías de baratija, su empeño es idéntico. Con la despreocupación de quien acude a una entrevista de trabajo con el pelo desaliñado, pero buscando dar respuesta a una pregunta central, este valenciano de 64 años ha alcanzando sus principales metas casi sin querer. Acudió a la Tate para pedir obras de Francis Bacon cuando dirigía Serralves. Como respuesta, le dijeron que buscaban director: "¿Y si fueras tú?". Para evitar que no le cedieran los Bacon, dijo sí y fue tirando. Le pidieron rellenar los 60 folios para presentar su candidatura a la dirección. Se negó y entendió que el capítulo estaba cerrado. Pero dice la leyenda que un día despertó y vio que era director del mismísimo Museo Nacional Británico de Arte Moderno.

El siguiente episodio epifánico tuvo lugar en Perpiñán visitando un botánico junto a Ferran Adrià. “Vi que había unos invernaderos que tenían cítricos con macetas. ¡Cómo es posible que en un sitio así, donde los entran en otoño para que no se hielen, tengan esta afición, cientos de variedades y, sin embargo, en mi tierra, cuna del cítrico, nadie lo haya hecho! Ferran me dijo: ‘¡Pues hazlo tú!’”. Y, qué remedio, lo hizo: 50.000 metros de huerto botánico y 480 variedades, vehiculadas a través de su fundación Todolicitrus. “Esto es un estudio botánico al aire libre, dejamos que el árbol crezca, que se exprese. No solo hacemos investigación botánica, también antropológica, etnológica y de usos: medicinales, gastronómicos, perfumería… Al mismo tiempo es un jardín, no es una sucesión de variedades. Aquí el ritmo es fundamental. Yo le llamo un huerto jardín, inspirado en los jardines persas”.

El vínculo intuitivo entre las menciones a Rodchenko, Duchamp, Hamilton o Man Ray con los cidros, kumquats, limas australianas, limeros o naranjos amargos encuentra orden lógico cuando Todolí apela a los grandes mecenas artísticos, los Medici. “Cuando, en plena investigación, descubrí que Cosimo de Medici fue el primer coleccionista de cítricos, hubo un click en mi vida”. Y si Cosimo se instaló en Venecia, los ocho mejores cocineros de la ciudad tienen la costumbre desde hace pocos años de capitanear un festival gastronómico con cítricos de Todolí, rememorando cuando los venecianos vendían naranjas a los marineros para curar el escorbuto. “En un museo cada año sueles cambiar de colección para que la gente vuelva a las salas; aquí no hace falta cambiar nada, son los árboles los que cambian”, señala decantando las ventajas del huerto.

placeholder Vicent Todolí en 2010, cuando era director de la Tate Modern. (EFE)
Vicent Todolí en 2010, cuando era director de la Tate Modern. (EFE)

Antes de que todo esto ocurriera, una fijación perseguía pegajosa a Todolí. “Mi tatarabuelo ya era citricultor aquí mismo a mitad del siglo XIX. Más bien, se dedicaban a servir a los propietarios: le preparaba los pies del árbol, los injertos, podaba, asesoraba… Mi padre me insistió en que cuidara el huerto para tener producto todo el año. Empecé con algo pequeñito, 3.000 metros y 20 variedades”. Fue entonces cuando, en la fase Chirbes, la amenaza urbanística estalló en Palmera. “Me enteré que iban a urbanizar todo esto. ¿Cómo? Mi familia llegó al pueblo en 1709. Esto forma parte del paisaje de mi infancia. Aquí desarrollé mis primeras fantasías, de este riachuelo imaginé el Amazonas. Que desapareciera el paisaje agrícola era trágico a nivel personal pero también como ciudadano universal: una vez sepultas la tierra con cemento, hasta que no desaparezca el hombre es irrecuperable. Esto es un intento de alargar la vida humana en el mundo. Así que mi respuesta fue plantar y plantar. Planta y ve crecer. Había muchos pasillos de cemento y con una excavadora los arranqué todos, los cambié por tierra. Hemos heredado tierra, tiene que haber un motivo muy grande como para cambiar eso”.

"¿Cómo será esta parcela en 20 años?", se propuso recuperarla y esperar a ver cómo crecían las especies

Con los mismos aperos con los que lo hacía su abuelo, periódicamente retiran de los árboles la madera podrida, los limpian y los airean procurando que su existencia sobreviva al prójimo. “Cuando fundas un jardín como este, es para el futuro, para que lo disfruten otros. Yo disfrutaré solo un poquito. Me pasaba en los museos y me pasa ahora: solo sé trabajar con una línea larga de tiempo. El concepto del tiempo da el ritmo a todas las artes. Entender el tiempo ha sido siempre la base de la cultura. Plantando ha sido cómo he intentado conocerlo, saber que no depende de ti, que es un factor externo”.

Cuando, a mediados de los ochenta, volvió de Estados Unidos (posgrado en Yale, beca Fulbright, estancia en Whitney…), Vicent Todolí sufrió una de esas crisis que zarandean y ponen en duda el guion prometedor. Se preguntó cuál era su verdadero sentido, el por qué de su profesión. Entonces tomó seis meses de retiro y se fue a conocer todos los valles de las comarcas entre las provincias de Valencia y Alicante. En el Valle de la Gallinera compró una parcela quemada y sentado en una caseta se preguntó: ¿cómo será esto en 20 años? Se propuso recuperarla y esperar a ver cómo crecían las especies.

Desde entonces, comenzó su carrera fulgurante en el arte y no dejó de plantar cítricos. “Plantar y cuidar árboles es una gran lección: te ayuda a seguir preguntándote cuál es tu lugar en el mundo”. Tras Nueva York, el IVAM, Tate, Serralves y el gran huerto en Palmera, Todolí concluye: “... es una pregunta que no tiene respuesta”. Palabra de citricultor.

Todolí, finalmente, ha conseguido ser su gran obra tras una vida trajinando con artistas, consagrando colecciones y espacios de trascendencia colectiva. A su pesar —porque no participa de los juegos mundanos—, ha construido un gran misterio: conjugó su nombre con el de una retahíla de instituciones: Vicent Todolí como director de la Tate Modern, Vicent Todolí como impulsor del IVAM de Valencia, Vicent Todolí como director fundador del Museo Serralves de Oporto. En lo más próximo, director artístico de la galería Hangar Bicocca de Milán, bajo el mandato de la Fundación Pirelli; o asesor de la colección de la Fundació per Amor a l’Art, ligada al nacimiento de Bombas Gens en Valencia.

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