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Por qué Gloria se come las playas levantinas: la razón está en el Ártico y es solo un aviso
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LOS EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Por qué Gloria se come las playas levantinas: la razón está en el Ártico y es solo un aviso

El aumento de temperaturas en el casquete por el cambio climático modifica los chorros de aire y explica las mayores borrascas en el Mediterráneo. Los expertos dicen que el fenómeno va a más

Foto: La playa de la Patacona de Valencia y el paseo marítimo, rebasados por la línea de mar. (EFE)
La playa de la Patacona de Valencia y el paseo marítimo, rebasados por la línea de mar. (EFE)

La borrasca Gloria sigue castigando el litoral mediterráneo español. El temporal se desplaza hacia el interior del país provocando destrozos, inundaciones, cortes de carreteras o anulaciones de centenares de vuelos. En la costa, los dos días de lluvias y fuertes oleajes han dejado un panorama desolador. Desde Murcia hasta Cataluña, pasando por la Comunidad Valenciana y también Baleares, decenas de playas y paseos marítimos han quedado devastados por un fenómeno climatológico cada vez más recurrente que ya no es exclusivo de la estación otoñal y que comienza a reproducirse también en primavera, verano o invierno.

“En los últimos años, hemos batido récords en intensidad de precipitación en invierno, verano y primavera. Está pasando en series largas y esto es indicativo de que algo está cambiando”, explica Samuel Biener, geógrafo y climatólogo, investigador del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. La razón de esta sucesión de gotas frías tiene mucho que ver con los efectos del calentamiento global sobre el Polo Norte, según explica este experto.

“Por el proceso de calentamiento planetario, la diferencia de temperatura entre el Ártico y el Ecuador se ha reducido. Esto tiene repercusiones en la circulación atmosférica”, detalla. “Se están produciendo cambios en la corriente de chorro (a una altura de entre 9 y 11 kilómetros sobre el nivel del mar), que es la responsable del tiempo en superficie. Esta corriente da la vuelta al globo de este a oeste y en vez de presentar una circulación rectilínea de borrascas y anticiclones presenta ondulaciones pronunciadas. Esto se traduce en un ascensor de aires muy cálidos de sur a norte que explican tanto los récords de altas temperaturas como también las bajas de aire frío hacia al sur”, responsables de las grandes borrascas en el Mediterráneo en los últimos años.

El Laboratorio de Climatología alicantino, que dirige Jorge Olcina, lleva tiempo trabajando y estudiando la proliferación de esto fenómenos atmosféricos. Solo en los últimos 24 meses se han producido hasta tres gotas frías o DANA (depresión atmosférica aislada en niveles altos), el choque de masas de aire frío en altura con aire caliente en superficie, con consecuencias desastrosas para poblaciones o cultivos del litoral mediterráneo. En el sur de Alicante o en Murcia, por ejemplo, todavía están recuperándose del temporal que anegó en septiembre miles de hectáreas y ciudades como Orihuela por la subida del Río Segura.

“Nos encontramos ante un futuro incierto en el contexto de calentamiento térmico causado por el ser humano, un escenario que nos obliga a adaptarnos a manifestaciones atmosféricas más extremas y a un menor confort climático”, concluye uno de los últimos trabajos de investigación de Olcina, Biener y el resto de su equipo, publicado dentro del libro 'Climas y tiempos del País Valenciano', publicado por la Universidad de Alicante.

La diferencia con la DANA de septiembre ha sido en esta ocasión el fuerte impacto del oleaje sobre la costa y las construcciones. La confluencia de la ciclogénesis y las entradas de aire frío en altura tiene efectos sobre la presión atmosférica, que al ser más baja, eleva temporalmente el nivel del mar. Biener explica que el Mediterráneo, un mar cerrado y más expuesto a la evaporación, tardará más en sufrir las elevaciones propias del deshielo de los casquetes, pero eso no evita que los episodios de gota fría tengan sus consecuencias.

Estos días, los mareógrafos han detectado subidas de hasta 80 centímetros en el nivel del mar que combinadas con el fuerte oleaje (se ha superado el registro de 8,44 metros de la boya de Valencia) han devorado las playas y han golpeado las edificaciones ubicadas en el dominio marítimo-terrestre como muñecos de trapo. Urbanizaciones como la Casbah en el Saler (Valencia) o las instalaciones del puerto deportivo de Benissa, por poner solamente dos ejemplos, tuvieron que ser desalojadas. Lo mismo ha ocurrido em Dénia. Xàbia (Jávea) o El Perelló. De nada han servido las inversiones en muros de contención o pantalanes para contener las mareas. En el caso de El Saler, la borrasca ha dejado en evidencia una vez más, cómo la erosión de las playas del sur de Valencia por el impacto de las sucesivas ampliaciones del Puerto sobre las corrientes de arena de reposición convierte toda la franja marítima del parque natural en víctima de la fuerza de los oleajes.

“Tenemos que adaptarnos a la nueva realidad. La modificación de la Ley de Costas en 2013 fue un error. Se ampliaron concesiones de casas situadas en dominio marítimo terrestre que han vuelto a quedar arrasadas”, señala el climatólogo de la Universidad de Alicante. Biener se refiere a los miles de edificaciones a las que se les otorgaron nuevas concesiones de hasta 75 años a las que finalizaban en 2018. Muchas de estas edificaciones están condenadas a ser víctimas de los temporales.

La borrasca Gloria sigue castigando el litoral mediterráneo español. El temporal se desplaza hacia el interior del país provocando destrozos, inundaciones, cortes de carreteras o anulaciones de centenares de vuelos. En la costa, los dos días de lluvias y fuertes oleajes han dejado un panorama desolador. Desde Murcia hasta Cataluña, pasando por la Comunidad Valenciana y también Baleares, decenas de playas y paseos marítimos han quedado devastados por un fenómeno climatológico cada vez más recurrente que ya no es exclusivo de la estación otoñal y que comienza a reproducirse también en primavera, verano o invierno.

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