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Puigdemont y Torra se van desajustando a medida que avanza la crisis del coronavirus
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El Govern se centra en la crisis sanitaria

Puigdemont y Torra se van desajustando a medida que avanza la crisis del coronavirus

Ya no son un bloque monolítico. A medida que la lucha contra la pandemia se recrudece, las posiciones de Waterloo resultan más utópicas mientras que la Generalitat es más realista

Foto: Torra y Puigdemont, durante un encuentro en Bruselas. (EFE)
Torra y Puigdemont, durante un encuentro en Bruselas. (EFE)

A medida que la crisis sanitaria avanza en Cataluña, Carles Puigdemont y Quim Torra están cada vez más desajustados. Hasta ahora, se habían mostrado como un bloque monolítico. Pero ahora, el primero sigue en la onda del Gobierno simbólico mientras que el segundo está centrado en hacer frente a la epidemia por el coronavirus. A medida que la agenda política se va viendo copada por la lucha contra la pandemia, las posiciones de Waterloo se van viendo más descolocadas. Ni en su estrategia a corto —la cuestión de las elecciones—, ni en política europea ni en su enfoque de la crisis se encuentran alineados. No polemizan en público, pero la diferencia con meses anteriores es muy evidente.

Así, el mismo día en que Torra aparcaba la posibilidad de elecciones en Cataluña ante la prensa internacional, precisamente para hacerse cargo de la lucha contra el coronavirus, Puigdemont estaba tuiteando lamentando la posibilidad de que no pudiera ser investido 'president' de manera telemática. El tuit en sí resultaba absurdo, porque Puigdemont ya no es diputado en el Parlament y, por lo tanto, tal y como reza el Estatut, ya no puede ser presidente. Ni presencial ni telemáticamente. Solo podría aspirar si hubiera una nueva convocatoria electoral. La misma que Torra acababa de descartar.

Pero ahí quedaba eso: el 'president legítim' seguía anclado en el pasado mientras el 'president efectiu' estaba enfangado en el presente, haciendo frente a la crisis más dura que ha tenido que afrontar nunca Cataluña: más de 7.500 muertos en dos meses y una crisis económica sin parangón a las puertas. Torra pensaba en cómo gestionar la enfermedad, Puigdemont, en convocar nuevos comicios en Cataluña.

En clave europea, fue igual o más grave. Anteayer, Quim Torra apoyaba los eurobonos para hacer frente a la crisis sanitaria. Se alineaba así con Pedro Sánchez. Ayer, la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, se pronunciaba en el mismo sentido en la rueda de prensa diaria sobre el coronavirus: “En la medida de lo que podamos, presionaremos para ello en Europa”. Sin embargo, la actuación de Puigdemont como europarlamentario no iba en ese sentido.

Así, tanto Puigdemont, como Clara Ponsatí y Toni Comín se abstuvieron ayer en el Europarlamento ante una enmienda de los Verdes para que se mutualizase la deuda de los países y de esta manera toda Europa apoyase de manera conjunta las futuras emisiones de deuda para hacer frente a esta crisis. Solo la renta mínima que prepara el Gobierno supone 3.500 millones en su versión más conservadora. Y el aumento de gasto sanitario se calcula en otros 9.000 millones. La enmienda perdió solo por 44 votos.

Ventana de oportunidad

Estos desajustes en este momento no pasan de eso, desajustes. Pero es posible que la crisis provocada por el coronavirus sea larga y las contradicciones se incrementen. Aunque en lo básico el independentismo está de acuerdo. En cuanto acabe la gestión de la crisis, hay que volver a intentar romper con España, ya que se considera que el Estado español saldrá muy debilitado de esta crisis, por el elevado número de muertos y por la profunda crisis económica que se derivará. Esa es la doctrina que se propaga desde Waterloo.

Torra lleva tiempo intentando diseñar una estrategia propia con que enfrentarse al virus, una especia de 'hecho diferencial catalán' en versión de sanidad pública. Cuanto más divergente sea la estrategia catalana, más se puede utilizar como una arma política contra el Ejecutivo español.

Junqueras, Puigedemont y Torra están de acuerdo en lo fundamental: cuando se supere la crisis del coronavirus, hay que abrir el melón de la secesión

Y en la misma onda está ERC, el partido que más enfrascado está en la gestión directa de la crisis, al controlar la Conselleria de Salut. El líder de ERC, Oriol Junqueras, envío un artículo a 'La Vanguardia' en que aseguraba: “El Estado español no nos sirve, no es útil a los ciudadanos de Catalunya. Necesitamos urgentemente un Estado propio capaz de lindar con valentía las reformas que hacen falta por el mundo que viene. Y eso empieza como siempre por ejercer la democracia: el derecho a la autodeterminación. Creémonos la oportunidad de construir de nuevo el país que soñamos, una república de todos y para todos, al nivel de los Estados sociales más adelantados. Estamos preparados, tenemos la capacidad, tenemos todo el derecho”.

Acuerdo en lo fundamental

Es decir, todos los sectores del independentismo están de acuerdo en lo fundamental. En cuanto pase la crisis del coronavirus, hay que volver a intentarlo. El análisis resulta peligrosamente parecido al que se hizo en 2017: entonces, había que aprovechar la debilidad del Estado español provocada por la crisis económica de 2009. Ahora es lo mismo en versión pandemia vírica. En ambos casos, los actores soberanistas se comportan como si esos mismos fenómenos no hubiesen afectado también a la Generalitat o al conjunto de los catalanes. España se debilita, sí. ¿Pero no le pasa lo mismo a Cataluña? De momento, la gestión del día a día se hace muy dura y las contradicciones entre las partes acaban saliendo a la luz.

A medida que la crisis sanitaria avanza en Cataluña, Carles Puigdemont y Quim Torra están cada vez más desajustados. Hasta ahora, se habían mostrado como un bloque monolítico. Pero ahora, el primero sigue en la onda del Gobierno simbólico mientras que el segundo está centrado en hacer frente a la epidemia por el coronavirus. A medida que la agenda política se va viendo copada por la lucha contra la pandemia, las posiciones de Waterloo se van viendo más descolocadas. Ni en su estrategia a corto —la cuestión de las elecciones—, ni en política europea ni en su enfoque de la crisis se encuentran alineados. No polemizan en público, pero la diferencia con meses anteriores es muy evidente.

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