Semana Santa: Quien fue a Sevilla pidió una silla

La famosa “Madrugá” de la Semana Santa de Sevilla volvió a demostrar por qué es una de las celebraciones populares mas singulares y hermosas del mundo. Miles de personas volvieron a tomar las calles de la ciudad para cumplir con una tradición que cuenta con casi siete siglos y que se renueva cada año con fuerza.

Este año había cierto temor por ver cómo funcionaban los cambios de horarios y recorridos que las autoridades habían decidido para las seis hermandades que salían esta noche -El Silencio, Gran Poder, Macarena, Calvario, Esperanza de Triana y los Gitanos-.

Tanto el Consejo de Hermandades y Cofradías como el Ayuntamiento de Sevilla han obligado a estas corporaciones a realizar a estas modificaciones para evitar el colapso del centro de la ciudad ante el aumento del número de nazarenos y de público que abarrota todo el casco histórico para ver algunas de las mayores devociones cofrades de la capital.

Pero las medidas dieron sus resultados y la noche transcurrió con total normalidad e incluso con mayor fluidez de que otros años. A las 7 de la mañana, el delegado de Seguridad y de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, se relajaba mientras apuraba el penúltimo café de la madrugada en el Ayuntamiento junto a Diego Ramos, el director del Cecop (Centro de Coordinación Operativo), el gran organismo que controla más de 6.000 efectivos que se encargan de velar tanto de la seguridad como de otros muchos aspectos de esta celebración.

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A esa hora, la noticia estaba en que la noche había transcurrido sin apenas incidentes y que las únicas protagonistas de la madrugada eran las procesiones que desde las doce de la noche, aproximadamente, han acudido hasta la Catedral de Sevilla para hacer su “estación de penitencia”.

Y un año más, la noche combinó la seriedad, el recogimiento y la intimidad de hermandades como El Silencio (la más antigua de Sevilla, de 1340), el Gran Poder (quizá la mayor devoción de la ciudad) y el Calvario, junto a la explosión de alegría, música y esperanza de cofradías como la Macarena (la Virgen más popular de Sevilla), Triana y los Gitanos.

Estas corporaciones siguen manteniendo un tirón innegable (la Macarena cuenta ya con 17.000 hermanos) que también se traduce en un aumento constante de peticiones para salir de nazarenos en la cofradía. Este año, las seis hermandades de la madrugada sacaron 12.800 nazarenos en sus cortejos, a los que hay que sumar músicos, costaleros, etc.

Este aumento provoca desde hace unos años que el tiempo de paso de una hermandad desde que comienza en su Cruz de Guía hasta que termina (tras el paso de palio) se haya alargado hasta hacerse demasiado pesado para un público que tampoco se puede mover con tanta facilidad como hace años por el centro y que opta por quedarse quieto a ver el transcurrir entero de una cofradía.

Debido a ello, se ha producido el aumento de un fenómeno que divide a los sevillanos, como es el de portar sillas plegables que familias enteras o grupos de jóvenes instalan en cualquier punto del centro para ver pasar una cofradía, provocando tapones en las calles que llegan a ser origen de acaloradas discusiones y, en más de una ocasión, algún problema de seguridad.

Las autoridades han intentado regular su uso, prohibiendo estas sillas en algunos cruces considerados estratégicos para la seguridad. Pero lo cierto es que el uso indiscriminado de las sillas portátiles se populariza a la misma velocidad a la que sus usuarios critican que varios miles de personas sí tengan sillas en la denominada Carrera Oficial, las calles por las que pasan todas las cofradías.

Este año, las sillas portátiles volvieron a protagonizar agrios enfrentamientos en las calles entre defensores y detractores, aunque los debates acababan cada vez que se acercaba un paso y todas las miradas se volvían hacia el Cristo o la Virgen.

Sevilla vivió una madrugada plena para coronar una Semana Santa que este año tendrá un colofón especial con el Santo Entierro Grande que este Sábado Santo moverá a 15 pasos de gran arraigo de la ciudad para llevarlos juntos hasta la Catedral.