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Luis Argüello y el reto de reconciliar a los obispos españoles con el papa Francisco
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Luis Argüello y el reto de reconciliar a los obispos españoles con el papa Francisco

Giro en el episcopado español: los obispos ignoran los gestos del Vaticano en favor del cardenal Cobo y votan por un moderado, Luis Argüello, para sustituir al cardenal Omella

Foto: Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. (Europa Press/A. Pérez Meca)
Luis Argüello, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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Una semana después de regresar de Roma de abogar ante el papa Francisco por la canonización de Isabel la Católica -causa que allí sigue sin levantar demasiado entusiasmo-, los obispos han reconocido sin margen de duda en Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, la valía y sólida formación intelectual que les brinda munición argumental ante un mundo del que cada vez parecen más desconectados, para elegirlo por 48 de los 78 votos posibles nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en sustitución del cardenal Juan José Omella.

Al igual que hace once meses, cuando ya le eligieron también por goleada como el primero en la terna de los obispos que la CEE enviaba a Roma para participar en el Sínodo convocado por el Papa, esta mañana la mayoría del Episcopado español ha optado, en primera votación, por el candidato que, sin embargo, no era el ‘señalado’ por el Vaticano. Francisco, agotado el tiempo de su hombre en España, el cardenal Omella, nombró en 2023, con apenas tres meses de diferencia, primero arzobispo y luego cardenal de Madrid a José Cobo. Todos vieron en este andaluz de 58 años al sucesor de Omella en Añastro, sede de la CEE, y en la confianza de Bergoglio. Sin embargo, tantas prisas y señales luminosas no gustaron a buena parte de un Episcopado que, junto con el de los Estados Unidos o Polonia, es de los más refractarios al pontificado del Papa argentino.

Cierto es que los obispos españoles no llegan al nivel de los estadounidenses, que también obviaron las indicaciones de Roma en sus propias elecciones y nombraron a un obispo antivacunas. No, nada de eso, ni mucho menos, es Luis Argüello (Meneses de Campos, Palencia, 70 años), un hombre de amplia experiencia pastoral en Valladolid, donde se licenció, a los 23 años, con Premio Extraordinario fin de carrera, en la Facultad de Derecho. En ella sería profesor de Derecho Administrativo hasta que, cumplidos los 30, decidió ingresar en el seminario y dejar sus escarceos con la política -algo que aún corre por sus venas- de la mano de Joaquín Ruiz Jiménez, aunque luego acabaría colaborando con una candidatura municipal del PSOE.

Eran los años de la Transición y, aunque se implicó con pasión en aquella transformación social, finalmente fue la transformación personal y espiritual la que le llevó a otra forma de servicio, como también entiende el sacerdocio. Pero de aquellos años, además de su gusto por los ensayos que registran los cambios profundos en las sociedades, le ha quedado también el claro convencimiento de que esa gran mayoría que forma la Iglesia, los laicos, ha de dar un paso hacia delante en lo que llama “la caridad política”, que no es otra cosa que el compromiso directo en las “realidades temporales”. Vamos, la militancia política.

placeholder Luis Argüello con José Cobo, vicepresidente de la CEE. (Europa Press/A. Pérez Meca)
Luis Argüello con José Cobo, vicepresidente de la CEE. (Europa Press/A. Pérez Meca)

Con su elección, Argüello vuelve a la sala de máquinas de la Iglesia en España, donde ya ejerció, durante casi cinco años, como secretario general de la CEE (de 2018 a 2022), en un período convulso, pero donde ya mostró sus buenas dotes para la armonización entre las distintas sensibilidades del Episcopado y en las negociaciones con los gobiernos del PSOE, hasta el punto de que Moncloa -a pesar de alguna jugarreta a cuenta de las inmatriculaciones que fue respondida vía rapapolvo de Omella al ministro Félix Bolaños-, acabó respetando y valorando la labor de la CEE, entre la cual la de no echar más leña al fuego de la polarización social y política que entonces asomaba por el horizonte no fue menor. Los obispos dejaron sus pronunciamientos políticos, tan inequívocas en años anteriores.

Su mayor error en esa etapa en la secretaría general -pero el de toda la CEE en ese período- fue el de negar primero el escándalo de los abusos sexuales en España e ignorar, después, a las víctimas, negándose incluso en un principio a lo que luego se vieron forzados a hacer: la elaboración de un informe encargado al bufete de Cremades & Calvo Sotelo que estuvo repleto de incidentes hasta el punto de que ni siquiera lo han presentado públicamente.

Pero de eso parece haber aprendido también Argüello, que esta misma mañana, de una tacada, ha querido ejemplificar lo que parece que se pretende de cara a los próximos cuatro años que tiene de mandato. Por un lado, acercándose, antes de comparecer ante los medios de comunicación, a miembros de asociaciones de víctimas que, desde ayer, velaban con pancartas a las puertas de la sede de la CEE, por donde debían entrar los obispos para sus reuniones sin que consiguieran que se pararan demasiados.

Y, por otro lado, lo hizo con quien ha sido elegido también esta mañana vicepresidente de la CEE, José Cobo, al ir con él a saludar a las víctimas, primero, y comparecer, después, juntos también ante los periodistas. Se trata de la demostración de que -como pidió ayer el cardenal Omella en su discurso inaugural de la asamblea plenaria que les tiene reunidos en Madrid esta semana- los obispos españoles están dispuestos a trabajarse más la comunión entre ellos y con el papa Francisco, tras un par de meses convulsos por las protestas de algunos obispos y grupos de curas contra la nota Fiduccia supplicans, que permite las bendiciones pastorales (no el matrimonio) de parejas irregulares, como las homosexuales.

Foto: El papa Francisco en la ventana de su despacho en la plaza de San Pedro hace una semana. (EFE/Angelo Carconi)

Una intención que ejemplificó muy bien en su intervención el cardenal Cobo, al señalar que, con el período que ahora se abre en la CEE, los obispos “queremos seguir aprendiendo a trabajar en equipo, y trabajar en equipo para la comunión y lo que tiene que ser esta Conferencia Episcopal. Y, por otro lado, queremos servir a que la Iglesia dialogue amigablemente con nuestro mundo, ayudar a que aprendamos a escuchar, y aprender y señalar pautas de esperanza en temas que van apareciendo en la sociedad, ver dónde está la luz y dónde aportar esa luz”.

Este discurso era el que otra parte de la Iglesia española -que no es solo la Conferencia Episcopal- quería haberle escuchado hoy a José Cobo (Sabiote, Jaén) como presidente, aunque él nunca albergó esa intención, por más que Roma tuviese puesta la mirada en él. El arzobispo de Madrid se descartó hace varios meses de la carrera por la presidencia episcopal haciendo saber que, dada su edad, le quedaba tiempo por delante y que lo que debía hacer ahora era centrarse en Madrid, una diócesis complicada, con la que no pudo hacerse su antecesor, el cardenal Osoro, muy visible todavía la sombra del otrora todopoderoso cardenal Rouco desde los aledaños de la catedral de la Almudena. Otros, sin embargo, creen que Cobo sabía que, apartándose, su derrota sería menos humillante y no serviría para la tarea de demolición en la que siguen empeñados grupos ultras que abominan de lo que él representa: el modelo para España de la Iglesia reformista en la que se ha empeñado Francisco.

Ahora habrá que ver qué dan de sí estos cuatro años de cohabitación. Esta primera comparecencia conjunta del presidente Luis Argüello, con el vicepresidente, José Cobo, da una señal de la voluntad de, que realmente, parecen querer trabajar en equipo.

Una semana después de regresar de Roma de abogar ante el papa Francisco por la canonización de Isabel la Católica -causa que allí sigue sin levantar demasiado entusiasmo-, los obispos han reconocido sin margen de duda en Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, la valía y sólida formación intelectual que les brinda munición argumental ante un mundo del que cada vez parecen más desconectados, para elegirlo por 48 de los 78 votos posibles nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en sustitución del cardenal Juan José Omella.

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