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La conversión de Ribera: de ecologista a ariete político de Sánchez con acento europeo
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La conversión de Ribera: de ecologista a ariete político de Sánchez con acento europeo

La vicepresidenta tercera ejerce de puntal contra García Castellón en una prueba más de su nuevo papel. Hace de puente con los barones populares en materia de medio ambiente, aunque también ha tenido choques

Foto: Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno, en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno, en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
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Hay una fotografía de Teresa Ribera en un consejo europeo de ministros de Energía que se hizo famosa. La española, en el centro, rodeada de sus colegas, explica algo sobre el tope al gas, una propuesta que acabó sacando adelante. Como también sacó la reforma del mercado eléctrico en la presidencia española del Consejo de la UE. Son las credenciales con las que llegó esta madrileña al Gobierno de Pedro Sánchez después de la moción de censura de 2018. Una técnica de enorme solvencia para dar lustre al compromiso ecologista del líder socialista. Un lustro después, Ribera es vicepresidenta tercera y uno de los puntales políticos de un Ejecutivo en el que no sobran perfiles para la brega y el choque.

El dardo de la ministra de Transición Ecológica al juez Manuel García Castellón da pistas sobre este nuevo estatus de Ribera (Madrid, 1969), que ha protagonizado una transición desde ese perfil técnico al político similar a la que también experimentó su excompañera Nadia Calviño. Hay diferencias, porque Sánchez fichó a Ribera cuando ya había pasado por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, donde fue incluso secretaria de Estado de Medio Ambiente. Calviño, procedente de una familia con pedigrí socialista aunque nunca tuvo el carnet, acabó entrando al quite en sus últimos años en el Ejecutivo y ahora ha dejado ese hueco que, en parte, ha ocupado Ribera.

Dirigió la Oficina contra el Cambio Climático con Zapatero y es ese el campo en el que Ribera está especializada. Lleva la militancia ecologista por bandera hasta el punto de que hay federaciones del PSOE que han chocado con la ministra por asuntos relacionados. El trasvase del Tajo-Segura fue una muestra ambivalente de este tipo de pugnas. El castellano-manchego Emiliano García-Page no estaba por la labor de ampliar el agua que llega desde el río que recorre su comunidad al cauce que sirve para regar las huertas murciana, valenciana y almeriense. El entonces presidente Ximo Puig estaba en contra de aquel recorte en los recursos hídricos que llegaban al levante para conservar el caudal ecológico del Tajo.

Teresa Ribera se alineó entonces con García-Page y eso es lo que suele ocurrir cuando en el debate entran los asuntos medioambientales. Esa ortodoxia ambiental la llevó a tensionar a los barones territoriales en las semanas previas a las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. El contrapeso agro lo pone Luis Planas, titular de Agricultura, pero no siempre logra imponerse. Entre los suyos se han escuchado palabras gruesas por ese activismo climático que ha generado más de un dolor de cabeza en los territorios. Se recuerda mucho lo que pasó en Doñana cuando el PP intentó por primera vez tramitar una ley de ampliación de regadíos en las comarcas adyacentes. Juan Espadas decretó la abstención para enfado de Ribera por no rechazar, de plano, un intento por contentar a los agricultores del Condado de Huelva.

Foto: Un trabajador opera una manguera del riego de unas plantaciones en el término municipal de Lucena del Puerto, muy próximo al Parque Nacional de Doñana. (Aníbal Gómez)

El caso de Doñana sirve también para profundizar en otra vertiente que cultiva la nueva Ribera. En esta ocasión, con los barones del PP, con quienes hace de puente gracias algunos acuerdos a los que ha llegado en las últimas fechas para disgusto de la estrategia de Alberto Núñez Feijóo. En el humedal andaluz libró una batalla con Juanma Moreno que acabó con un final feliz y un paseo de los dos por las marismas del Rocío. Antes, la ministra había acusado al Gobierno andaluz de "terrorismo climático" por esa apuesta, pero las negociaciones llegaron a buen puerto y las relaciones entre Junta y Ministerio pasan por un buen momento. Ribera y Moreno acabaron cerrando un pacto para reducir los regadíos en el entorno del parque natural a cambio de una lluvia de millones a los agricultores, pero la ministra se apuntó el tanto de la conciliación en medio de un escenario político de choques.

Y, como contraste, se convierte en la punta de lanza de Sánchez en ese flirteo con la existencia del lawfare en los autos del juez García-Castellón, aunque sin nombrar en ningún momento el anglicismo que los independentistas han colado en su acuerdo con el PSOE para investir a Pedro Sánchez. Lo hace además como miembro de la Ejecutiva del PSOE in pectore. Ferraz anunció que entre los cambios de la dirección socialista estaba la entrada de Ribera como vocal, por lo que ostentará un cargo orgánico por primera vez. Es una vuelta de tuerca al intento del presidente de engrasar al máximo los engranajes que conectan Moncloa con Ferraz. Y ahí tendrá un papel destacado Ribera.

"Hay quien ve la vicepresidenta Ribera lejos de España en los próximos meses, concretamente después de las elecciones europeas"

Pero hay quien ve a la vicepresidenta Ribera lejos de España en los próximos meses, concretamente después de las elecciones europeas. La imagen tomada en Bruselas, que se ha repetido en más de una ocasión, da cuenta del prestigio que la ministra de Transición Ecológica suscita en la capital comunitaria. Esta trayectoria previa y la marcha de Calviño al Banco Europeo de Inversiones la colocan como la mejor posicionada como candidata española a formar parte del Ejecutivo comunitario. Es cierto que el diseño de la nueva Comisión no será hasta verano, pero el presidente del Gobierno debe manejar un tablero del que puede salir una ficha que ha adquirido una gran relevancia en las últimas fechas.

Hay que destacar el papel que ha tenido Ribera en la actualización del discurso socialista hacia el lado ecologista. Ahora que los socialistas se sumergen en una revisión ideológica en la Convención Política de A Coruña, cabe destacar que el PSOE actualizó su ideario en el último Congreso, en Valencia, hace poco más de dos años. Y entonces, además de socialista, obrero y español, sumó los epítetos de feminista y ecologista a los adjetivos que acompañan a la definición del partido.

Hay una fotografía de Teresa Ribera en un consejo europeo de ministros de Energía que se hizo famosa. La española, en el centro, rodeada de sus colegas, explica algo sobre el tope al gas, una propuesta que acabó sacando adelante. Como también sacó la reforma del mercado eléctrico en la presidencia española del Consejo de la UE. Son las credenciales con las que llegó esta madrileña al Gobierno de Pedro Sánchez después de la moción de censura de 2018. Una técnica de enorme solvencia para dar lustre al compromiso ecologista del líder socialista. Un lustro después, Ribera es vicepresidenta tercera y uno de los puntales políticos de un Ejecutivo en el que no sobran perfiles para la brega y el choque.

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