Felipe VI y Juan Carlos I se reencuentran en Zarzuela sin señales de acercamiento
El Rey mantiene los términos de su política de aislamiento, aunque los viajes del emérito son más frecuentes por el cumplimiento de la exigencia de que se realicen con "privacidad"
El hombre que reinó en España durante 39 años es, en el otoño de 2023, un monarca orillado. Nadie se acordó de él este martes en los actos institucionales por la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Ni en uno solo de los discursos se le mencionó. No lo hizo Felipe VI en las palabras que pronunció antes del almuerzo, con más de un centenar de invitados, en el Palacio Real. Tampoco la propia heredera en su intervención. Y no podía esperarse del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, muy crítico siempre con el emérito. O del discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol. Expatriado en Abu Dabi (Emiratos Árabes) desde el año 2020, para que las irregularidades descubiertas en sus finanzas y los pormenores de su vida íntima no lastraran más la institución, Juan Carlos I pasó ayer unas horas en la Zarzuela, pero esta visita en nada compensa su situación de invisibilidad.
Olvidado en un día tan relevante para la monarquía como es el acatamiento de la Constitución de la heredera ante las Cortes Generales, solo ha regresado a Madrid invitado por los Reyes para una reunión familiar posterior en el Palacio de El Pardo. Leonor cumplió, este 31 de octubre, 18 años. Esa celebración privada provocó el segundo encuentro conocido de Felipe VI con su padre. Siguen muy distanciados y solo se ven en momentos puntuales, la mayoría de las veces, funerales. Y no hay ni una sola señal de que la relación entre ellos vaya a cambiar.
Su rehabilitación no aparece en ningún horizonte, a pesar de que el emérito viene con más frecuencia a España desde que la Fiscalía del Tribunal Supremo archivó las investigaciones contra él, protegido por la inviolabilidad constitucional. Esa decisión judicial provocó que padre e hijo sellaran en marzo del año pasado un acuerdo, que fue muy costoso de alcanzar, por la resistencia de Juan Carlos I. Se le permitía volver de vez en cuando, pero con una serie de condiciones. No podía establecer su residencia en nuestro país y sus visitas no supondrían un gasto adicional a la Corona. El pacto se hizo público con la fórmula de un escrito que el anterior monarca enviaba al Rey, en el que prometía que sus estancias tendrían siempre carácter privado y en el que asumía que permanecería en Abu Dabi. La realidad es que no puede pasar más de seis meses en nuestro país porque debería tributar a Hacienda y carece de ingresos conocidos, desde que el Rey le retiró la asignación presupuestaria.
Pero rompió ese acuerdo en su primera visita en mayo de 2022, que fue un espectáculo, y eso condujo a la primera gran reunión en Zarzuela entre los dos, después de ser obligado a dejar España. En ese viaje estaba previsto que se desplazara a Madrid, pero no que despachara largamente con Felipe VI. "Un tiempo amplio de conversación", según el comunicado que difundió la Casa del Rey, sobre "distintos acontecimientos y sus consecuencias en la sociedad española", en el que Juan Carlos I fue apercibido por su hijo por no cumplir la promesa de "privacidad".
Este segundo encuentro en Zarzuela se realiza en un contexto muy distinto. El emérito muestra otro comportamiento cuando se desplaza a España —lo ha hecho ya en cuatro ocasiones desde que se archivó la investigación del Supremo— y se trata de una celebración familiar. Una cena a la que acuden tanto él como doña Sofía. Pero, a diferencia de la Reina emérita, él, en cuanto termine, se irá. La previsión es que "no pase la noche en Madrid". No hay cambios en la política de aislamiento a que está sometido, pero sí una pequeña normalización de la vida familiar.
Los contactos entre padre e hijo son solo en momentos muy puntuales, como el cumpleaños de Leonor, o coincidencias en funerales de personas cercanas de otras casas reales. En septiembre estuvieron a 15 kilómetros de distancia, Felipe VI en La Toja y Juan Carlos I en Sanxexo, y no se vieron. En el Gobierno consideran que el Rey trata con la misma distancia a su progenitor porque su cercanía "no le favorece". Y este martes quedó probado en los actos institucionales de la jura de Leonor. Nadie ha hecho ni una sola referencia a Juan Carlos I, en un día en el que la monarquía ha proyectado una imagen muy distinta. Renovada.
El hombre que reinó en España durante 39 años es, en el otoño de 2023, un monarca orillado. Nadie se acordó de él este martes en los actos institucionales por la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Ni en uno solo de los discursos se le mencionó. No lo hizo Felipe VI en las palabras que pronunció antes del almuerzo, con más de un centenar de invitados, en el Palacio Real. Tampoco la propia heredera en su intervención. Y no podía esperarse del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, muy crítico siempre con el emérito. O del discurso de la presidenta del Congreso, Francina Armengol. Expatriado en Abu Dabi (Emiratos Árabes) desde el año 2020, para que las irregularidades descubiertas en sus finanzas y los pormenores de su vida íntima no lastraran más la institución, Juan Carlos I pasó ayer unas horas en la Zarzuela, pero esta visita en nada compensa su situación de invisibilidad.
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