Funeral por las víctimas del covid: entre la compasión y la esperanza, la ciencia

“La compasión es un sentimiento que nos hace más humanos, que nos permite comprender el dolor de los demás”. La frase del periodista Hernando Fernández Calleja que esta mañana rescató el rey Felipe VI en el funeral por las víctimas del covid es precisa y preciosa. Encaja como un guante en cualquier contexto y se ha hecho evidente por tercer año consecutivo en el Patio de la Armería del Palacio Real de Madrid.

Hacía calor ya a las ocho de la mañana, una hora antes de que comenzara el acto. Pero había brisa y vencejos sobrevolando el cielo mientras los invitados iban ocupando sus asientos. Fuera, en el paseo que une la plaza de España con la de Oriente, los perros recién bañados con el agua de las fuentes jugaban en los tramos de césped y los dueños hablaban por teléfono lamentando otra noche más sin dormir.

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EFE

Había curiosos merodeando el Palacio Real. Y a partir de las ocho y media empezó el goteo. Llegaron los reyes de España y el presidente del Gobierno con sus ministros y ministras. Llegaron autoridades de distintas instituciones y administraciones públicas. Presidentes autonómicos, y alcaldes. No estaba Isabel Díaz Ayuso, pero sí José Luis Martínez-Almeida. Y Esther Alcocer Koplowitz, presidenta de FCC.

Pero la emoción, con los ojos llorosos y los labios que se muerden cuando no quieres romperte, eran los de los familiares de Mª Amparo Gadea Rodrigo, farmacéutica; Francisco Andrés Beltrán, médico de familia; Alfredo Díaz Delgado, farmacéutico, y Mercedes Armero Barranco, profesional sanitaria. Cuatro víctimas de la pandemia a los que quiso homenajear hoy Felipe VI entregándoles una condecoración.

Alfredo empezó como chico de los recados en una farmacia de Cádiz, recordó el periodista Xabier Fortes. Ahora su ciudad pondrá una calle con su nombre. Mercedes falleció tres días antes de jubilarse. Francisco era muy apreciado por sus pacientes y Mª Amparo tenía solo 64 años.

Son ellos y son los demás a los que hoy había que recordar. Con las campanas del Palacio Real cuando fueron las nueve. Con el himno de España, con el minuto de silencio, con la versión de ‘Lucha de gigantes’ que tocó al piano Alice Wonder. Con los aplausos de las ocho que volvieron hoy. Con la esperanza en el futuro y con la imagen de Araceli Hidalgo. En un acto que debería hacerse siempre. Para constatar nuestra suerte, ya que, a ellos jamás podremos olvidarlos.

Y para volver a recordar que teníamos vacunas solo un año después de identificar el virus, como recordó Agustín Portela, de la Agencia Española del Medicamento. “Esto es un éxito colectivo y multidisciplinar. Tenemos que mirar hacia el futuro de la mano de la ciencia”, afirmó. “Esta es la mejor Europa”, dijo Sandra Gallina, directora General de Salud de la Comisión Europea. Una Europa que repartió 1.700 millones de dosis sin tener en cuenta dónde las mandaba ni a quién. Sin diferencias entre naciones, género o edad.

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España ha repartido ya 95 millones de dosis y el 92,7% de la población tiene la pauta completa. Y aunque el virus sigue y ya vamos por la séptima ola, conviene insistir en una evidencia. En el último mes, han muerto más personas por las complicaciones derivadas por el calor que por el virus. Y los datos son así de tozudos porque tenemos vacunas. Por los que las crearon, las fabricaron, las repartieron y los que nos las pusieron. “Este acto ha venido para quedarse”, dijo la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, incapaz de contener las lágrimas.

Desde marzo de 2020 han muerto casi 109.000 personas.