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Vuelven el cura, el dentista y el psicólogo: las prisiones se reactivan después de la última oleada
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OCHO PRESOS HAN MUERTO POR COVID

Vuelven el cura, el dentista y el psicólogo: las prisiones se reactivan después de la última oleada

La práctica totalidad de los centros penitenciarios reabre sus puertas a los profesionales que cada día prestan servicio entre rejas para mejorar la vida de los reclusos

Foto: Furgón de la Guardia Civil en la prisión de Soto del Real. (EFE)
Furgón de la Guardia Civil en la prisión de Soto del Real. (EFE)

La crisis sanitaria pudo (y aún puede) tener una especial repercusión en los centros penitenciarios. Lugares cerrados, con personas especialmente vulnerables en muchos casos. Era el caldo de cultivo perfecto para que los temidos brotes provocaran una catástrofe. Así lo previeron los técnicos de Instituciones Penitenciarias al comienzo de la pandemia, que recomendaron una serie de cierres perimetrales en función del desarrollo de los contagios. Las medidas restrictivas afectaron a las comunicaciones íntimas, a las familiares y a las de convivencia fundamentalmente, que son las que conllevaban más contacto físico, en momentos alternos según la penetración del covid en cada centro.

Durante varias semanas, en los periodos más duros, incluso las comunicaciones orales estuvieron restringidas como consecuencia de la pandemia. Son las más básicas, pero conllevaban la presencia física de visitantes en las prisiones, por lo que también fueron suspendidas. Para no limitar el derecho de las comunicaciones de los reclusos, Instituciones Penitenciarias incrementó el número de llamadas telefónicas a las que tenían derecho los reclusos y popularizó las teleconferencias. Introdujo incluso un sistema de cabinas reservados solo para realizar las comunicaciones por vídeo entre reos y familiares, aunque las aplicaciones permitían también el envío de mensajes de voz y hasta el pago a cobro revertido.

Foto: En España hay tres centros penitenciarios exclusivos para mujeres. Foto: Efe

Durante los momentos de influencia más acusada del virus, además, el Ministerio del Interior limitó el acceso de profesionales externos a las prisiones. En las diferentes oleadas y según la prisión han ido restringiéndose los permisos a los dentistas, psicólogos, médicos y demás personal que habitualmente accede a los centros penitenciarios para prestar servicios de distinto tipo a los reclusos. Esto ha provocado que durante determinados periodos los presos no hayan podido recurrir a estos profesionales que les han dado tradicionalmente atención sanitaria o espiritual.

Entre oleada y oleada, estos profesionales han regresado a los centros. Pero luego volvían a estar restringidos los accesos para ellos. Ahora, por primera vez tras esta tercera ola de covid, todos estos técnicos han vuelto en su práctica totalidad. Las prisiones se encuentran de nuevo en una situación de normalidad en este sentido, destacan desde Instituciones Penitenciarias, que confirma que desde hace pocos días la inmensa mayoría de las cárceles están a pleno rendimiento en este aspecto, lo que permite a los internos vivir una situación de naturalidad que hace la rutina más fácil para ellos y para los funcionarios.

Foto: Entrada a la prisión de Estremera. (EFE)

Hasta los sacerdotes han podido regresar a las instalaciones penitenciarias para llevar a cabo su labor religiosa. Los promotores de las iniciativas dirigidas a la reinserción o la rehabilitación de los reclusos explican a El Confidencial que era necesario volver entre rejas. "Hemos estado un mes y medio sin poder entrar y los reclusos lo notan", asegura una persona que se dedica a ayudar a los presos a restaurarse, pedir perdón a sus víctimas y abrazar el camino recto. La tarea de los representantes religiosos o de los impulsores de estos programas son tan importantes porque consiguen cambiar a los internos, por lo que su regreso se tornaba necesario.

No ha sido, sin embargo, una vuelta de golpe, sino que cada centro ha ido abriendo sus puertas según los casos que registraba la instalación y las posibilidades, por lo tanto, de contagio. Ahora la práctica totalidad de centros distribuidos por todo el país, salvo escasísimas excepciones, se encuentra a pleno rendimiento en este tipo de servicios. Durante los diferentes periodos de confinamiento sufridos en España desde el 14 de marzo de 2020, cuando se decretó por primera vez el estado de alarma por motivo de la pandemia, han fallecido ocho internos por covid de los 1.979 casos positivos detectados por las autoridades sanitarias.

Foto: Prisión de León. (EFE)

De estos ocho fallecidos, cinco perdieron la vida en la última oleada de contagios, desde el pasado 1 de enero hasta la actualidad, momento en el que se han detectado también un mayor número de casos, 1.164, más de la mitad de los registrados en las tres oleadas. De estos últimos, ya se ha dado de alta a 1.052 internos y únicamente quedan activos 107 reclusos, según datos proporcionados por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, que en estos momentos mantiene en cuarentena o en observación médica por sospechas de contagio a 317 presos.

Además de los internos, el covid también ha afectado a los funcionarios de prisiones. Desde el 14 de marzo de 2020, la Administración penitenciaria ha sufrido el fallecimiento de cinco empleados públicos (ninguno de ellos personal externo). En total, ha acumulado 1.706 casos positivos, muy cerca de los casi 2.000 registrados entre el personal recluso. Aún hay 66 casos activos y 36 más que se encuentran bajo observación médica o en cuarentena, también según los datos aportados por la Secretaría General dependiente del Ministerio del Interior.

La crisis sanitaria pudo (y aún puede) tener una especial repercusión en los centros penitenciarios. Lugares cerrados, con personas especialmente vulnerables en muchos casos. Era el caldo de cultivo perfecto para que los temidos brotes provocaran una catástrofe. Así lo previeron los técnicos de Instituciones Penitenciarias al comienzo de la pandemia, que recomendaron una serie de cierres perimetrales en función del desarrollo de los contagios. Las medidas restrictivas afectaron a las comunicaciones íntimas, a las familiares y a las de convivencia fundamentalmente, que son las que conllevaban más contacto físico, en momentos alternos según la penetración del covid en cada centro.

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