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Historiadores catalanes se inventan una reina que negoció la independencia… en 1641
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Historiadores catalanes se inventan una reina que negoció la independencia… en 1641

La última teoría de los historiadores del Institut Nova Història (INH), es singular: sostiene que Isabel de Francia "creó un partido clandestino, radicalmente opuesto a las políticas del conde-duque de Olivares"

Foto: Una persona independentista llevando una mascarilla con la estelada. (Reuters)
Una persona independentista llevando una mascarilla con la estelada. (Reuters)

La reescritura de la historia de Cataluña está arrojando inmensas sorpresas. La última teoría de los historiadores agrupados en el Institut Nova Història (INH), que dirige Jordi Bilbeny, es singular: esta entidad ha publicado un artículo de Marc Pons en el que sostiene que Isabel de Francia, la esposa de Felipe IV, “creó un partido clandestino, radicalmente opuesto a las políticas del conde-duque de Olivares, ministro plenipotenciario de la monarquía hispánica”. Aprovechando que murió el 22 de noviembre de 1644, los historiadores catalanes han celebrado tal efeméride con un sentido ‘homenaje’ ideológico a la ‘reina independentista’.

El INH establece así otro hito histórico inédito de Cataluña, porque ese partido político, en el que Isabel participaba junto a otras mujeres como Ana de Guevara, Luisa de Manrique o María de Ágreda, propuso “negociar el reconocimiento de la independencia de Cataluña (la proclamación de la I República Catalana el 17 de enero de 1641, a cambio de que la Generalitat rompiese todos los vínculos políticos con la monarquía francesa, pactados en el Tratado de Ceret, del 7 de septiembre de 1640)”. No deja de resultar curioso, sin embargo, que sea precisamente una reina (de la dinastía de los Borbones para más inri) la que negocie la proclamación de una república en un territorio que nunca había sido independiente y que ni siquiera había formado una unidad administrativa.

En cambio, la historia sí reconoce su amistad con las aristócratas citadas, que contribuyeron o influyeron en la caída en desgracia del conde-duque, cuya defenestración fue obra de la conspiración del duque de Medina Sidonia. Y la puntilla de esa caída en desgracia fue, precisamente, un escándalo de corrupción y favores sexuales que se cobraba el ministro plenipotenciario.

Foto: Una bandera independentista catalana ondea frente a la sede de la Comisión Europea. (EFE)

La versión independentista, no obstante, mezcla episodios reales con episodios ficticios. Para empezar, hablar de un partido político en aquellos momentos es una ucronía. Los partidos políticos ni existían ni se esperaban en aquellos momentos de la historia. En 1640, en cambio, sí hubo la revuelta del Corpus de Sangre, que dio inicio a la Guerra dels Segadors, por la que los campesinos catalanes se sublevaron contra los funcionarios reales. Pau Claris, que entonces estaba al frente de la Generalitat, acudió a la monarquía francesa para ponerse bajo su protección, ya que Luis XIII era enemigo declarado de Felipe IV y su cerebro en la sombra, el cardenal Richelieu, estaba dispuesto a cualquier pacto para debilitar a la Corona española.

Claris, en realidad, llegó a proclamar la República catalana el 16 de enero de 1641 (para entonces ya había accedido a pagar un ejército francés de 3.000 hombres), pero inmediatamente se puso bajo la obediencia de Luis XIII y reconoció al monarca francés como conde de Barcelona, lo que se solemnizó el 23 de enero. A pesar de todo, el carácter independentista de la revuelta de los Segadors es solo una interpretación de la historia, auspiciada por algunos sectores nacionalistas. Jaume Vicens Vives, la ‘vaca sagrada’ de la historiografía catalana, sostuvo que fue una revuelta “social”, “de pobres contra ricos”, aunque también reconocía la reacción de algunas oligarquías que veían amenazados sus privilegios por la modernización que quería imponer Felipe IV. La lucha por la independencia, pues, no aparece en los postulados del mejor historiador catalán, frente a las tesis que ahora sustentan los acólitos de INH.

Pons, no obstante, destaca que la reina separatista “propuso una salida negociada al conflicto” cuando “estallaron las revoluciones independentistas de Cataluña y Portugal. En aquel momento, era reina regente, por ausencia de su marido, que se movía por diversos frentes de la guerra hispano-francesa (1635-1659). Desde su posición, propuso negociar el reconocimiento de la independencia de Cataluña”. Su estrategia, según el miembro del INH, “consistía en estimular una ‘segunda Holanda’ en el sur de Francia”, ya que “desde que los Países Bajos habían alcanzado la independencia en 1582 se habían convertido en un tapón que impedía el proyecto de expansión francés hasta la desembocadura del Rin”.

Con la independencia de Cataluña, asegura el estudioso nacionalista, la Corona de Castilla tendría gratis otro tapón para evitar la expansión francesa por el sur “con el ahorro de costos que eso representaría para la entonces arruinada monarquía hispánica”. Pons añade que el conde-duque de Olivares ridiculizó y tumbó la propuesta de la Reina y que esta “moriría antes de imponer su proyecto”.

Una reina catalana en Inglaterra

Otro de los ‘historiadores’ del INH, Pep Mayolas, recoge también las tesis de Marc Pons para apuntalar otra de las revisiones históricas que hace el INH. En esta ocasión, Mayolas niega que Catalina de Aragón sea tal y se la apropia nombrándola la “reina catalana de Inglaterra”. “La historia dice que Catalina de Aragon nació el 16 de diciembre de 1485 en Alcalá de Henares (Castilla) y era la hija pequeña de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los llamados Reyes Católicos hispánicos. Existen pruebas fehacientes de que, en más de una ocasión, la villa de 'Alcalá' se ha utilizado para sustituir en la documentación a la villa —después ciudad— de Alicante, en la costa mediterránea”.

Con ese singular giro de la historia, convierte a Alicante en territorio de Cataluña y de ahí que Catalina de Aragón haya acabado, por obra y gracia del INH, en la lista de ‘reyes catalanes’. Curiosamente, no es la presencia de algunos documentos la que atestigua esa realidad, sino precisamente las sospechas de un estudioso las que convierten a Catalina de Aragón en ‘reina catalana’, otra ucronía porque Cataluña jamás fue un reino.

Para remarcar sus teorías, Mayolas describe cómo Catalina de Aragón zarpa hacia Inglaterra, se casa con Arturo, príncipe de Gales, y luego con su hermano, que reinaría con el nombre de Enrique VIII. Pero subraya que la noble dama mantenía una intensa correspondencia en catalán con personalidades humanistas de la época, como Isabel de Requesens, Beatriz de Chiaromonte o el valenciano Joan Lluís Vives. Aduce el miembro del INH que este último solo hablaba catalán y que “dejó testimonio escrito de que la reina de Inglaterra y él eran de la misma nación y que hablaban la misma lengua”.

El historiador termina glosando “la vida de la reina catalana” y asegura: “La figura de Catalina de Aragón está considerada como el punto de inicio del feminismo en Inglaterra y, juntamente con Tomás Moro, la personalidad más destacada del humanismo inglés. Su triste final y solitario a los 50 años de edad en el castillo de Kimbolton, el 7 de enero de 1536, no es para ella y abre expectativas, no sospechadas hasta ahora, de una segunda parte de su vida en tierras catalanas, que procuraremos explorar en trabajos más extensos”. La historia de Catalina, por tanto, no está cerrada. Los ‘guionistas’ del INHl siguen trabajando en la segunda temporada de su biografía.

La reescritura de la historia de Cataluña está arrojando inmensas sorpresas. La última teoría de los historiadores agrupados en el Institut Nova Història (INH), que dirige Jordi Bilbeny, es singular: esta entidad ha publicado un artículo de Marc Pons en el que sostiene que Isabel de Francia, la esposa de Felipe IV, “creó un partido clandestino, radicalmente opuesto a las políticas del conde-duque de Olivares, ministro plenipotenciario de la monarquía hispánica”. Aprovechando que murió el 22 de noviembre de 1644, los historiadores catalanes han celebrado tal efeméride con un sentido ‘homenaje’ ideológico a la ‘reina independentista’.

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