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Vox y el Gobierno les desean una feliz guerra cultural
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LO QUE ESCONDE EL PIN PARENTAL

Vox y el Gobierno les desean una feliz guerra cultural

La bronca por el veto parental da inicio a una legislatura que amenaza con clonar las batallas costumbristas conservadoras contra el zapaterismo, donde dos no juegan si uno no quiere

Foto:  Montaje: EC.
Montaje: EC.

Twitter vive en permanente estado de histeria política. ¿Lo último? Vox y el pin parental. Cada día es más histriónico y escandaloso que el anterior. Todo son jornadas históricas. Un presente insaciable siempre es buen horizonte para una red que también hace negocio del entretenimiento, un monstruo que se alimenta de novedades, pero si uno quiere entender el presente, hacer tabla rasa, no siempre es buena idea... Vox se queja ahora de los talleres sobre educación sexual, igualdad e identidad de género. ¡Están adoctrinando a nuestros hijos! ¡Derecho a veto!, braman. Y la izquierda cierra filas ante la nueva extrema derecha... no tan novedosa. En efecto, la sombra del pasado es alargada: o cuando la derecha agitaba escándalos morales para desgastar al Gobierno (de ZP) y disputar la hegemonía cultural a la izquierda.

El presidente de Murcia —región de donde salió la iniciativa de Vox— ha dicho en la SER que no le consta ninguna denuncia paterna por adoctrinamiento en los talleres. El consejero de Educación de Madrid, del PP, añadió: con 1,24 millones de alumnos, 53.000 docentes y 1.200 centros, "tenemos constancia de una queja por escrito y dos en Twitter. Fue la inspección y comprobó que no había ocurrido nada". NADA. La SER informó de que en un sistema educativo con 8,2 millones de alumnos, más de 700.000 profesores y 28.500 centros hubo una denuncia, dos procesos judiciales y tres quejas sobre los talleres. “Se implanta una medida que entorpece la actividad en los centros, cuestiona y pone bajo sospecha el trabajo en las escuelas, y se hace sin que nadie se haya quejado y sin que exista ningún problema”, resumió la periodista Adela Molina en Twitter.

El entusiasmo con que el sector más conservador de Vox 'dirige' la oficina para la reelección de Pedro Sánchez es digno de elogio

Básicamente, es como si Vox denunciara mañana que el mayor problema de la educación en España son los chicles pegados bajo los pupitres... y nos pasáramos todos un mes discutiendo histéricamente en redes y medios.

El veto parental, por tanto, es una necesidad urgente… en la cabeza de Santiago Abascal y Rocío Monasterio. Lo que no significa que no tenga efectos sobre la realidad (los colegios se sienten ahora más presionados al tratar algunos contenidos debido al comisariado moral de Vox) o que no vayamos a estar así toda la legislatura. Y no solo porque a la derecha hormonada le interese.

Un problema moral

No por casualidad, el Gobierno progresista salió en tromba contra el veto parental, sospechosamente rápido y al más alto nivel, como si la coalición PSOE/Podemos se viera cómoda en el terreno de la guerra cultural y vaticinara ganancia política sin demasiado esfuerzo (presupuestario). Si tanto molestan los ataques de Vox, ¿por qué no aumentar el gasto en este tipo de talleres? O todavía mejor: ¿por qué no proponer más contenidos curriculares de educación sexual? Pero la respuesta del Gobierno ha sido más bien retroalimentar el debate moral sobre la relación entre padres, hijos y colegios. “Los hijos no pertenecen a los padres”, dijo Isabel Celaá, ministra de Educación, en la rueda de prensa del Consejo de Ministros.

¿Cuál es el problema de convertir la educación en un problema moral? Que es un debate con las patas muy cortas.

Durante el mandato de Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid, el gasto público por estudiante se convirtió en el menor del Estado y el fracaso escolar alcanzó el 30%. ¿Había una relación causa efecto entre ambos datos? No, según Aguirre: la causa del fracaso escolar no era económico (recortes) sino moral, de alumnos indisciplinados que no obedecían a sus profesores, el típico desafío sesentayochista a la autoridad. Aguirre y sus consejeros repitieron machaconamente el argumento de la falta de autoridad del profesorado al tiempo que recortaban el gasto por estudiante.

El veto parental es una necesidad urgente… que solo existe en la cabeza de Abascal y Rocío Monasterio

Otro ejemplo de la edad de oro del aguirrismo en Madrid: el asunto sanitario estrella no fue la semiprivatización de los hospitales púbicos, sino la bronca sobre si el doctor Montes mataba o no pacientes a golpe de paliativos —acusaciones del aguirrismo que desmontaría más tarde la Justicia… cuando era tarde y el psicodrama ya estaba rentabilizado—.

Es decir, escándalos morales inexistentes o minoritarios que monopolizan el debate público mientras por debajo ocurren otras cosas. La izquierda gastó tanta energía en entrar a los trapos morales que le arrojó Aguirre, que, cuando quiso darse cuenta, el PP de Madrid ya había desviado una gigantesca cantidad de recursos públicos en educación y sanidad hacia el sector privado.

Aguirre estaba entonces a la vanguardia de la guerra cultural, las batallas entre conservadores y progresistas sobre las costumbres, los gustos, la moral y los estilos de vida. ¿De dónde sacó esas ideas la lideresa? De EEUU.

La madre de todas las batallas

Los conservadores estadounidenses tardaron en recuperarse del vapuleo cultural que sufrieron en el 68, con la eclosión de las izquierdas alternativas, el feminismo, los derechos civiles y las nuevas costumbres. La contracultura de los sesenta, según los teóricos neoconservadores, anuló los aspectos morales de la política con sus locos estilos de vida. El gran problema de la sociedad ya no era ni político ni económico, según ellos, sino moral. De falta de moral.

El contraataque neoconservador, a principios de los noventa, fue brillante: vale, aceptamos la cultura como campo de batalla, pero a nuestra manera. Los neoconservadores convirtieron la guerra cultural en una lucha de clases al revés: no entre ricos y pobres, sino entre 'rednecks' del interior del país y urbanitas progres que comían vegano, veían películas europeas y se reían de los 'paletos' contrarios al matrimonio gay y al aborto. La derecha abrazó el discurso 'antiestablishment', solo que el 'establishment' ya no eran los oligopolios empresariales, sino los progres. Las élites ya no eran los banqueros, sino los esnobs culturales del 68. Lo importante ya no era la economía, sino los estilos de vida.

A las nuevas derechas no les fue mal así, véase el ascenso de Trump y el Brexit, pero dos no juegan a la guerra cultural si uno no quiere, y el ganador de la Primera Guerra Cultural Española fue José Luis Rodríguez Zapatero, que aguantó grandes embestidas morales durante su mandato... con una gran sonrisa.

placeholder El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. (EFE)
El expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. (EFE)

ZP, el rey del mambo

Un frente de agitación derechista impulsado por medios como 'Libertad Digital' y organizaciones ultracatólicas como HazteOir (donde militó Rocío Monasterio y donde se agita ahora el escándalo del pin parental) montó un quilombo ensordecedor durante la primera legislatura de ZP, pero no solo no logró impedir su reelección sino que en cierto modo la propició.

Atacados sin cuartel los nuevos 'derechos civiles' del zapaterismo, el votante de izquierdas se volcó en las urnas en 2008. El PSOE solía obtener su mayor proporción de voto en el sector ideológico situado en las posiciones 3 y 4 de la escala (en la que 10 es la extrema derecha y 1 la extrema izquierda). En 1982, recibió el 68% de los votos de ese sector; en 1996, en pleno derrumbe felipista, el 53%, y en 2000, con la mayoría absoluta de Aznar, el 48%. Pues bien: ZP sacó el 66% en 2004 y el 71% en 2008, más que Felipe González en su mejor momento, más incluso que tras el 11-M. La guerra cultural le salió redonda a Zapatero.

Puede que en Moncloa descorchen ahora botellas de champán cada vez que Vox lanza un nuevo frente moral hiperbólico

Por tanto… Puede que en Moncloa descorchen ahora botellas de champán cada vez que Vox lanza un nuevo frente moral hiperbólico, pues no hay mayor pegamento de las izquierdas, y la cohesión gubernamental va a ser clave en la duración de una legislatura precaria (por la coalición y por no tener mayoría parlamentaria clara).


¿Significa esto que el PSOE camina hacia una nueva mayoría social? No. No es fácil hacer predicciones tajantes, porque la situación es fragmentaria (multipartidismo y tensiones territoriales) y volátil (una nueva recesión económica enterraría las guerras culturales para una buena temporada, lo material sobre lo costumbrista, como bien saben tanto ZP como Alberto Ruiz-Gallardón, liquidado por el marianismo cuando intentó resucitar el aborto mientras el Gobierno trataba de rescatar la economía y apaciguar el volcán social). Pero una cosa sí parece clara: Vox va a proporcionar (sin querer) el oxígeno necesario al Gobierno para ascender una legislatura cuesta arriba.

Si la educación sexual en las aulas fuera el único tema de debate en las próximas elecciones, ¿de qué lado se pondría usted? ¿Con los que dicen que los niños nacen tras el acto sexual o con los que dicen que los niños vienen de París subidos en cigüeñas? Piénselo.

Exageremos la situación para rematar: el entusiasmo con el que el sector más conservador de Vox 'dirige' la oficina para la reelección de Pedro Sánchez es digno de elogio (para que luego acusen al partido de Abascal de sectario). El perroflautismo involuntario de la derechona.

Twitter vive en permanente estado de histeria política. ¿Lo último? Vox y el pin parental. Cada día es más histriónico y escandaloso que el anterior. Todo son jornadas históricas. Un presente insaciable siempre es buen horizonte para una red que también hace negocio del entretenimiento, un monstruo que se alimenta de novedades, pero si uno quiere entender el presente, hacer tabla rasa, no siempre es buena idea... Vox se queja ahora de los talleres sobre educación sexual, igualdad e identidad de género. ¡Están adoctrinando a nuestros hijos! ¡Derecho a veto!, braman. Y la izquierda cierra filas ante la nueva extrema derecha... no tan novedosa. En efecto, la sombra del pasado es alargada: o cuando la derecha agitaba escándalos morales para desgastar al Gobierno (de ZP) y disputar la hegemonía cultural a la izquierda.

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