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Las Islas Vírgenes Británicas, un oasis vacacional o una puerta al delito
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EL CENTRO DE OPERACIONES DE LA FIRMA CTL

Las Islas Vírgenes Británicas, un oasis vacacional o una puerta al delito

La sede de Commonwealth Trust Limited (CTL) está en una cadena de islas coralinas y volcánicas con fama de haber inspirado La Isla del Tesoro del

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Las Islas Vírgenes Británicas, un oasis vacacional o una puerta al delito

La sede de Commonwealth Trust Limited (CTL) está en una cadena de islas coralinas y volcánicas con fama de haber inspirado La Isla del Tesoro del aventurero británico Robert Louis Stevenson. Conocidas por su acrónimo anglosajón BVI, las Islas Vírgenes Británica son el paradisíaco hogar de 28.000 habitantes, un remoto enclave caribeño que a su vez es también sede de nada menos que 500.000 sociedades offshore, una cifra que representa cerca del 40% de las empresas extranjeras que existen en todo el mundo, según un informe del Banco Mundial de 2011.

El secreto de su éxito y de su moderna razón de ser pasa por haberse convertido en un punto de referencia para internacionales que quieren alquilar una compañía, que forman parte de los territorios de ultramar británicos. Para esta actividad, las autoridades exigen poca o ninguna información sobre quién está detrás de las empresas con licencia en las islas. En realidad, esta misión se delega y canaliza a través de firmas como CTL y otros "agentes registradores" locales. Según el ranking elaborado por Tax Justice Network, las Islas Vírgenes Británicas ocupan el puesto número once entre las jurisdicciones más secretas en su índice global sobre el secreto financiero.

Este territorio de ultramar británico se convirtió en player de la industria offshore a partir de 1984, cuando las autoridades locales se acogieron a la International Business Companies Act. A partir de ese momento, el número de empresas creadas creció rápidamente, experimentando todo un boom, ya que en sólo una década pasaron de registrar 1.000 sociedades al año a 36.000. Arrancaba entonces una carrera vertiginosa por competir en el mapa global como un destino fiscal de referencia.

En 1994, la revista financiera Euromoney hizo ya referencia a las Islas Vírgenes Británicas como "un lugar pujante en el mundo offshore", el mismo año en que el gobierno local contrató a una firma de relaciones públicas de Nueva York para promocionar las islas caribeñas como un paraíso fiscal. La maquinaria comenzaba a estar engrasada. Para los fundadores de la Commonwealth Trust Limited (CTL) ese fue un buen momento para entrar en acción. Con su máster en finanzas bajo el brazo, el canadiense Thomas Ward sentó las bases del que sería con el tiempo un próspero negocio, para el que reclutó como socio al tejano Scott Wilson, un ingeniero de telecomunicaciones y gurú informático que había estado trabajando en el Caribe.

A partir de esa fecha, CTL estableció sus oficinas centrales en la capital de las Islas Vírgenes Británicas, en el mayor asentamiento, la isla de Tórtola. Como agente registrado, se inició en el mundo de la constitución de empresas y fideicomisos para clientes por encargo, para los que se convertía en la cara oficial. El negocio creció rápidamente, lo que llevó a la firma a establecer filiales en Bahamas, Belice y otros lugares del Caribe. Sus clientes principales procedían de Rusia y de los países de la Europa del Este, hasta el punto de convertirse en el único agente en las Islas Vírgenes Británicas con un interlocutor ruso en su estructura.

Un negocio con sombras

La documentación sobre CTL a la que ha tenido acceso el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) demuestra cómo gran parte del negocio de esta firma se genera gracias al flujo de actividad derivado a través de abogados, contables y otros intermediarios de Rusia y Chipre, inicialmente, que eligieron las Islas Vírgenes Británicas como lugar para constituir sociedades offshore. El procedimiento estándar era dejar que estos profesionales se encargaran del proceso de due diligente, incluyendo la comprobación de la identidad de los clientes y de los fondos.

Este sistema funcionó con algunos dolores de cabeza hasta enero de 2002, fecha en que las autoridades de EEUU acusaron a uno de los principales clientes de CTL de fraude. El supervisor estadounidense denunció que Merrill Scott & Associates, una boutique financiera con sede en Utah, estaba operando como un esquema Ponzi, usando el dinero invertido por los últimos clientes para pagar los retornos de los inversores anteriores. Una operativa fraudulenta que había utilizado la oficina de CTL la Isla Mauricio, un paraíso fiscal en la costa este de África, para crear sociedades pantalla para los clientes.

Ese episodio es sólo uno más en el historial de CTL. En 2003, el regulador de la industria offshore en las Islas Vírgenes llevó a cabo una inspección sobre la firma. La comisión determinó que había incumplido las leyes sobre blanqueo de capitales al no verificar y registrar la identidad de sus clientes. A consecuencia de esto, el proveedor de servicios fue obligado a realizar procesos de due diligente sobre sus clientes, pero el requerimiento quedó en suspenso durante casi tres años hasta que la empresa comenzó a ofrecer información actualizada, incluso a medida que continuaba captando nuevos nuevos clientes de Rusia, Europa del Este y otros lugares conocidos por ser fuente de dinero bajo sospecha.

A finales de 2005, el gerente de CTL advertía a sus jefes por carta sobre el número de clientes que la firma atraía de los antiguos países del bloque soviético: "Obviamente, hay muchas cosas que nosotros no conocemos o no entendemos a cerca de los usuarios de las empresas que forman estos clientes". El fundador la firma respondió con flema, aludiendo que no había mucho que pudieran hacer al respecto: "Tienes razón. Cuanto más crezcamos es más probable que alguno de los nuevos clientes nos cause algún problema. Pero hay poco que podamos hacer al respecto a menos que queremos dejar de crecer".

Cuando a principios de 2006 los reguladores de BVI regresaron para otra inspección se llegó a la conclusión de que CTL había hecho muy poco para mejorar sus procedimientos dedue dilligence del cliente, cuando no había proporcionado directamente información "falsa y engañosa". El problema era ya el tamaño de la propia firma, nacida al calor del boom de las Islas Vírgenes Británicas como paraíso fiscal. Un documento interno de la compañía revela que el número de empresas extranjeras creadas en este territorio de ultramar se triplicó entre los años 2000 y 2007.

NOTA DE REDACCIÓN

Esta información se ha realizado sobre la base de un artículo elaborado por Michael HudsonStefan Candea and Marina Walker Guevara publicado por ICIJ, consorcio con el que El Confidencial está colaborando para la publicación de un trabajo de investigación sobre los paraísos fiscales.

La sede de Commonwealth Trust Limited (CTL) está en una cadena de islas coralinas y volcánicas con fama de haber inspirado La Isla del Tesoro del aventurero británico Robert Louis Stevenson. Conocidas por su acrónimo anglosajón BVI, las Islas Vírgenes Británica son el paradisíaco hogar de 28.000 habitantes, un remoto enclave caribeño que a su vez es también sede de nada menos que 500.000 sociedades offshore, una cifra que representa cerca del 40% de las empresas extranjeras que existen en todo el mundo, según un informe del Banco Mundial de 2011.