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El hombre que decidió quedarse en Fukushima
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EL HISPANISTA TAKASHI SASAKI SIGUE VIVIENDO EN LA ZONA DE EXCLUSIÓN

El hombre que decidió quedarse en Fukushima

El 11 de marzo de 2011, a las 14 horas, Takashi Sasaki observó con pavor cómo los libros que presidían el salón de su casa de

El 11 de marzo de 2011, a las 14 horas, Takashi Sasaki observó con pavor cómo los libros que presidían el salón de su casa de Minamisōma se caían en avalancha. Las puertas de la casa salieron despedidas. Parecía una gran explosión. Pero no. Era un gran terremoto de magnitud 9 en la escala Richter. Sasaki, de 74 años, vivía a 25 kilómetros de la central nuclear de Fukushima Daiichi de la empresa Tepco. El 80% de los 30.000 habitantes de esta área emigró. Estaban en la zona de exclusión (vea el álbum 'Las ciudades radioactivas abandonadas de Fukushima'). Él se quedó, junto a su mujer, Yoshiko, que padece demencia precoz.

Este hispanista japonés especialista en la obra de Miguel de Unamuno publica en mayo en la editorial Satori la traducción al español (a cargo del periodista Javier de Esteban) de Fukushima: vivir el desastre. La obra, que fue un bestseller en Japón, también se ha publicado en China y Corea del Sur. El libro es muy crítico con la gestión de la crisis del Gobierno nipón y el comportamiento de sus compatriotas. “La tragedia de Fukushima se puede comparar con Hiroshima y Nagasaki, pero hemos visto que es una pena que los japoneses hayan perdido la fuerza espiritual. Ahora su dios es la comodidad. El mundo moderno se mueve sólo por el dinero, pero para mí es una tragedia real”, cuenta Sasaki en una entrevista telefónica concedida a El Confidencial.

“Lo más trágico de la tragedia es cómo ha eliminado el alma nipona. El lazo de unión entre los vecinos y las familias es muy flojo. Los japoneses son bondadosos y siempre tienen calma, pero ya no se mueven por ideales. Tras el desastre vi un informativo de televisión y después de una escena trágica del tsunami se veía una imagen de la Bolsa de Tokio. Entonces me di cuenta que en este mundo todo se mueve por la especulación económica”, lamenta el escritor sobre Japón, la sociedad que convive con el desastre natural (y nuclear).  

Entre la vergüenza y el abismo

Visto desde el fondo del abismo (otra vez exagero) se da cuenta uno de lo frívolas que son todas estas cosas que se dicen en la televisión. Va a terminar afectando a mi saludSasaki lamenta la “vergüenza” que deben sentir los japoneses por no haber hecho “nada” para recompensar a los chinos por las atrocidades en las primeras décadas del siglo XX. Cuando cayó la bomba atómica de Hiroshima vivía en Manchuria, una zona situada al noroeste de China controlada por el Ejército imperial nipón. “Es una lástima que los japoneses que vivimos el abismo y nos levantamos hayamos olvidado completamente esa experiencia”, explica a este diario, disculpándose por su nivel de castellano. Se le entiende muy bien. Habla despacio. Quiere expresar sus conceptos de un modo limpio, claro. Sin artificios.

Diez días después del terremoto, el hispanista abandonó su interés en los debates e informativos de televisión. Prefería no verla. Lo único que le interesaba era conocer los niveles de contaminación radiactiva. Y le parecía “repugnante” lo que veía. “Un experto en cierta disciplina, con semblante prepotente, nos sirve uno de sus comentarios. Me entran ganas de decirle: si tan claro lo tienes, déjate de entrevistas televisivas, vete al despacho correspondiente y plantéales tu gran idea”, escribe en este fragmento de la obra que adelanta en exclusiva este diario. 

21 de marzo. 14.10 horas. Sasaki también carga contra el tratamiento informativo del drama, que contó con testimonios como estos recogidos un día después del seísmo: “Luego están los presentadores, con sus rostros compungidos, diciendo cosas que no valen un pimiento (perdonen la expresión). Lo digo en serio: visto desde el fondo del abismo (otra vez exagero) se da cuenta uno de lo frívolas que son todas estas cosas que se dicen en la televisión. Pero seguir con este tema va a terminar afectando a mi salud, así que lo dejo. Nos vemos”.

El hispanista concedía declaraciones a medios de comunicación como Asahi Shimbun, el segundo diario de más tirada del planeta tras el Yomiuri Shimbun. Los diarios leían su blog titulado Monodiálogos que con el seudónimo de Fuji Teivo lleva publicando desde 2004. El profesor denuncia el traslado de enfermos, “el colmo de la necesidad”, por recomendación del Gobierno. Y es que uno de cada diez refugiados de los que se encontraban en los centros de acogida sufríatodo tipo de privaciones, habiendo dejado atrás una casa que no está dañada y donde, además, tenía electricidad y agua corriente. Es lo que ocurre, por ejemplo, con quienes vivían en Minamisōma. Dicho aún más claramente, son personas que han elegido innecesariamente una vida de refugiado”.

Unamuno y el destino trágico de Japón 

Sasaki, que llegó a pertenecer a la Compañía de Jesús, empezó a interesarse por España tras ver ¿Por quién doblan las campanas? protagonizada por Gary Cooper, la versión cinematográfica de la novela de Ernest Hemingway. “Mi primer viaje a España fue muy tarde, ya con 30 años. Estuve en Madrid, Málaga y Granada. Más tarde, dos veces en Salamanca. La última vez fue en 1980 con mi mujer y mis dos niños mellizos que entonces tenían 10 años. Alquilamos un coche y visitamos los conventos de los Carmelitas Descalzos”.

¿Siente que Japón está preso de un destino trágico, como los de su admirada y estudiada generación del 98? “Siempre he creído que sí. Unamuno pensaba en su país como una tragedia. La energía nuclear es el resultado del deseo de la vida moderna”. Entre sus razones para explicar la osadía de quedarse bajo el riesgo de alta radiactividad cita la frase de Unamuno sobre valorar más "la vida biográfica que la vida biológica”, relata Gonzalo Robledo, periodista, productor y traductor colombiano afincado en Tokio desde la década de los ochenta.

El 11 de marzo de 2011, a las 14 horas, Takashi Sasaki observó con pavor cómo los libros que presidían el salón de su casa de Minamisōma se caían en avalancha. Las puertas de la casa salieron despedidas. Parecía una gran explosión. Pero no. Era un gran terremoto de magnitud 9 en la escala Richter. Sasaki, de 74 años, vivía a 25 kilómetros de la central nuclear de Fukushima Daiichi de la empresa Tepco. El 80% de los 30.000 habitantes de esta área emigró. Estaban en la zona de exclusión (vea el álbum 'Las ciudades radioactivas abandonadas de Fukushima'). Él se quedó, junto a su mujer, Yoshiko, que padece demencia precoz.

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