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A 50 metros bajo tierra
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‘EL CONFIDENCIAL’ RELATA HISTORIAS DE SUPERVIVIENTES DEL TERREMOTO Y TSUNAMI DE JAPÓN

A 50 metros bajo tierra

A 50 metros bajo tierra, Gonzalo Robledo viaja por la línea Oedo del metro de Tokio. En ese enjambre humano por el que circulan a diario

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A 50 metros bajo tierra

A 50 metros bajo tierra, Gonzalo Robledo viaja por la línea Oedo del metro de Tokio. En ese enjambre humano por el que circulan a diario 29 millones de personas, Robledo siente la catástrofe. Los vagones se detienen de golpe. Fueron largos, inmensos segundos. “No éramos un tren más, sino más bien un barco frágil preso de una tormenta en medio del mar”, relata el periodista colombiano a El Confidencial.

Robledo, de la cosecha del 58, reside en la capital nipona desde 1981. Acostumbrado como todos los tokiotas a los terremotos (son diarios), el de ayer no era comparable a ningún otro. A 400 kilómetros del epicentro, localizado en Sendai, tuvo suerte. Le transportaba una de las líneas de metro más modernas, a prueba de las más rigurosas normas antisísmicas.

Masako Ishibashi vive en el barrio de la Estrella de Madrid. Está hablando con el teléfono fijo con una agencia de viajes japonesa. En su móvil, con este diario. Mañana vuela para Tokio. Quiere estar cerca de su familia. Ishibashi cuenta la historia de una gran amiga suya, Yoko Tanaka, esposa de Katsujuki Tanaka, ex embajador japonés en España.

Tanaka conducía el mini-car de su hijo en la mañana del viernes. El coche baila. Un poste de luz se mueve. “Pensé que era el fin del mundo”, explica. Como si de una invasión extraterrestre se tratara, la gente sale corriendo por la calle. Mira su j-phone. Alerta de tsunami en Sendai. Vuelve a conducir. Intenta acceder a un aparcamiento. El parking está destruido. “Todavía hay réplicas, tenemos mucho miedo”.

Mientras Ishibashi prepara las maletas para Japón, Junko Sakamoto está de viaje en Italia con sus padres y Keiko Kaji acaba de regresar de Los Ángeles,  Mariko Aoki, de 38 años, espera en Hiroshima a que nazca su primer bebé. Aoki vivió en Málaga y Madrid a principios de siglo, y trabajó en Tokio para Sony. Tiene colapsado su muro de Facebook de amigos preocupados por su estado. Por ahora no contesta. 

Hirotsugu Kimura, de 49 años, acaba de entrenar por la tarde a un equipo de fútbol de Sevilla. Lleva dos años viviendo en España. Es natural de Matsuyama, a una hora en barco rápido de Hiroshima. “Nosotros estamos acostumbrados a los terremotos, pero no me di cuenta de la importante hasta que vi las imágenes del incendio en las ciudades, los edificios derrumbados y tanta destrucción”, precisa Kimura a este diario.

Cinco horas para tomar un taxi

El ingeniero informático Héctor García, autor del blog Kirai, un geek en Japón, una de las bitácoras españolas con más audiencia, narra en Twitter cómo la gente se empieza a acumular en las zonas de refugio para pasar la noche (parques, colegios, institutos, universidades y zonas deportivas). Todos los hoteles llenos en Tokio. Trenes parados, autobuses colapsados, calles atascadas. Y lo más grave: el sistema de alarmas de terremoto en Tokio está "medio roto". “Podríamos no enterarnos si vienen nuevos terremotos gordos”.

Junko Takahashi colaboró en la agencia Efe en su sede tokiota del distrito de Toranomon. Ahora trabaja para televisión. Desde Nagoya, la cuarta ciudad japonesa, capital de la industria del automóvil, contacta por correo electrónico con El Confidencial. “En Tokio pocos pueden dormir. Poco a poco se están reanudando los servicios de trenes, pero mucha gente está caminando para volver a la casa. Hay colas muy largas para tomar un taxi, la espera puede ser de hasta cinco horas”.

Carlos Domínguez llama por teléfono a su cuñada, que vive en Ebina (Yokohama). “La casa se ha movido muchísimo. Estaban muertos de miedo pero han resistido el embate sísmico, pero se encuentran bien, aunque sin luz ni gas. Otros amigos de Kamakura, a dos kilómetros del mar, están a oscuras, muertos de frío porque no hay ni luz ni gas. Y hoy hace una noche fría”.

El frío se le metió en el cuerpo a Gonzalo Robledo en la línea Oedo. Tardó tres horas en volver (andando) a su casa. Cuando regresó, otra réplica de terremoto sacudió la ciudad. Esta vez no le pilló a 50 metros bajo tierra.

* Agustín Rivera ha sido corresponsal en Japón

A 50 metros bajo tierra, Gonzalo Robledo viaja por la línea Oedo del metro de Tokio. En ese enjambre humano por el que circulan a diario 29 millones de personas, Robledo siente la catástrofe. Los vagones se detienen de golpe. Fueron largos, inmensos segundos. “No éramos un tren más, sino más bien un barco frágil preso de una tormenta en medio del mar”, relata el periodista colombiano a El Confidencial.